Columna

Podemos ‘Trek’: viaje interestelar de la utopía a la ‘realpolitik’

Ahora, como el capitán de una nave interestelar perdida, asomado a un cielo que no puede asaltar, Pablo Iglesias repasa álbumes de fotos llenos de amigos que ya no lo son

Quizá su nombre no le suene tanto al gran público, pero Gene Roddenberry es una figura tan importante para la cultura popular como George Lucas o Steven Spielberg. Su creación y su legado, Star Trek, sigue vivísimo: esta semana, Netflix ha estrenado la segunda temporada de la última serie inspirada en su mundo futurista, Discovery, y han pasado 53 años desde que se estrenó el primer episodio de la saga. Casi a la vez que se reanudaban las aventuras galácticas, Podemos cumplió un lustro, no m...

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Quizá su nombre no le suene tanto al gran público, pero Gene Roddenberry es una figura tan importante para la cultura popular como George Lucas o Steven Spielberg. Su creación y su legado, Star Trek, sigue vivísimo: esta semana, Netflix ha estrenado la segunda temporada de la última serie inspirada en su mundo futurista, Discovery, y han pasado 53 años desde que se estrenó el primer episodio de la saga. Casi a la vez que se reanudaban las aventuras galácticas, Podemos cumplió un lustro, no más que un suspiro en términos trekkies. Y, sin embargo, qué nuevos relucen los mandos de las naves de Star Trek y qué viejas suenan las peleas de Podemos.

Cuando Roddenberry concibió una segunda serie de Star Trek, ya en los años ochenta, puso como condición a los guionistas que no habría conflictos dentro de la Federación Unida de Planetas, porque el futuro que imaginaba para la humanidad y sus aliados era pacífico, sin dinero, sin hambre y sin delincuencia. Estaban desechadas la ambición, la envidia o la venganza, que son los motores argumentales de la ficción, por lo que escribir guiones de Star Trek requería mucha imaginación y talento. Conforme pasaron los años desde la muerte del creador, en 1991, los guionistas se fueron olvidando del requisito y metieron envidias y traiciones como quien echa sal y pimienta a un guiso soso. Al final, incluso aparecieron disidentes y terroristas.

Siguiendo este ejemplo, Podemos ha viajado de la utopía a la realpolitik a velocidad de curvatura (que es la velocidad a la que viajan las naves trekkies). ¿Quién se acuerda hoy de los alegres amigos de la Complu de 2014 que encarnaban un estadio superior de la política sin las miserias de los partidos y de los poderosos? Ahora, en las frías noches de Galapagar, como el capitán de una nave interestelar perdida, asomado a un cielo que no puede asaltar, Pablo Iglesias repasa álbumes de fotos llenos de amigos que ya no lo son. La tragedia humana siempre se impone.

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