Columna

Eso no es una tortilla

Ricky Gervais aprovecha su último monólogo para contar sus batallitas en Twitter

Ricky Gervais, durante el monólogo 'Humanity'.

Imagina que estás haciendo una tortilla y llaman a la puerta. Abres y hay siete personas enfadadísimas: "¡Esta tortilla está muy hecha!", dice una. "¡Falta cebolla!". Cierras, asustado, y vuelves a la cocina. Pero aún les oyes: "¡Eso no es una tortilla de patata! ¡Eso son huevos con cosas!".

Quizás así es como se siente Ricky Gervais. Él rueda sus series, llega a casa y al abrir Twitter se encuentra con un montón de gente enfadadísima porque sus chistes le parecen de mal gusto.

Al menos esa es la impresión que da después de ver...

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Imagina que estás haciendo una tortilla y llaman a la puerta. Abres y hay siete personas enfadadísimas: "¡Esta tortilla está muy hecha!", dice una. "¡Falta cebolla!". Cierras, asustado, y vuelves a la cocina. Pero aún les oyes: "¡Eso no es una tortilla de patata! ¡Eso son huevos con cosas!".

Quizás así es como se siente Ricky Gervais. Él rueda sus series, llega a casa y al abrir Twitter se encuentra con un montón de gente enfadadísima porque sus chistes le parecen de mal gusto.

Al menos esa es la impresión que da después de ver Humanity, su último monólogo en Netflix. Durante su actuación se pasa bastante rato buscando, sin encontrarlos, los límites del humor, con chistes sobre Caitlyn Jenner y bebés muertos. Pero también dedica tiempo a contar sus batallitas de Twitter contra quienes se empeñan en decirle qué temas son demasiado serios para bromear. Que al final son todos. Incluso la alergia a los frutos secos.

A Gervais no le falta razón al decir que no se puede prohibir lo que nos ofende. Y que un chiste sobre algo horrible no es ni una defensa ni una banalización: depende del contexto y del contenido. Pero a ratos da la impresión de que el humorista está cansado de leer los mismos comentarios todo el rato. No me extraña: tiene más de 13 millones de seguidores en Twitter. No me atrevería ni a asomarme a su pestaña de notificaciones.

Evidentemente, la libertad de expresión que defiende Gervais también incluye la libertad de decir que Gervais (o quien sea) no nos hace gracia. Pero aun admitiendo esta obviedad, ¿por qué tanta gente siente la necesidad no solo de dar su opinión, algo normal y deseable, sino de buscar a Gervais en Twitter y contárselo directamente? ¿Tan enfadados estamos con un chiste sobre bebés imaginarios que necesitamos que lo sepa? O, peor, ¿somos tan vanidosos que confiamos en que, gracias a nuestra insistencia, Gervais cambie de opinión y solo se ría de lo que aprobamos?

Ojalá. Yo le pediría más chistes sobre niños muertos. Son graciosísimos.

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