DRAMATURGIAS

Un lunático o un santo

Un volumen recoge el ciclo completo que Alfred Jarry, humorista salvaje e inventor de la Patafísica, dedicó al personaje de Ubú

Imagen del montaje de 'Ubú Rey', dirigido por Àlex Rigola en 2002.

Utah se convirtió en el cuadragésimo quinto Estado norteamericano en 1896; ese mismo año se celebraron en Atenas los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna y Rubén Darío publicó Prosas profanas; más importante para la Humanidad, sin embargo, es que ese año Alfred Jarry (Laval, 1873-París, 1906) estrenó con escándalo en el Théatre de L’OEuvre Ubú rey, que Catulle Mendés definió como una crítica “de la eterna imbecilidad humana, de la eterna lujuria, de la eterna glotonería, de la bajeza del instinto erigi...

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Utah se convirtió en el cuadragésimo quinto Estado norteamericano en 1896; ese mismo año se celebraron en Atenas los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna y Rubén Darío publicó Prosas profanas; más importante para la Humanidad, sin embargo, es que ese año Alfred Jarry (Laval, 1873-París, 1906) estrenó con escándalo en el Théatre de L’OEuvre Ubú rey, que Catulle Mendés definió como una crítica “de la eterna imbecilidad humana, de la eterna lujuria, de la eterna glotonería, de la bajeza del instinto erigida en tiranía; de los pudores, de las virtudes, del patriotismo y del ideal de las gentes que han comido bien”.

En La época de los banquetes. Orígenes de la vanguardia en Francia (Trad. Carlos Manzano. Madrid: Visor, 1991), Roger Shattuck compara a Jarry con “un lunático o un santo” y recuerda que, al igual que otros “miembros valerosos” de la escena artística, el creador de Ubú se propuso “ampliar el yo artístico y creativo hasta que desplazara todos los disfraces del hábito, la conducta social, la virtud y el vicio”. Ubú tiene su origen en una tradición oral entre los estudiantes de Rennes sobre un histrión que era la “encarnación de todo lo grotesco que en el mundo hay”, pero también es el resultado de un rechazo a la racionalidad decimonónica que encontró en Jarry y en algunos de sus contemporáneos (Erik Satie, Guillaume Apollinaire, Henri Rousseau) a sus principales valedores: de ellos parte una genealogía a la que pertenecieron (con todas sus diferencias) André Breton, Marcel Duchamp, Boris Vian, los dadaístas, Raymond Roussel, Bohumil Hrabal, Jaroslav Hašek, Eugène Ionesco, Samuel Beckett y César Aira. Ninguno de ellos existiría sin el humorismo salvaje con el que el inventor de la Patafísica pretendió deshacerse de todas las tiranías posibles, incluyendo la del lenguaje.

La editorial Pepitas de Calabaza publica ahora la edición “definitiva” de su Ubú en español, la obra de un escritor que deseaba “vivir y no pensar”, que alguna vez narró el calvario de Jesús como una carrera de bicicletas y que al morir pidió, a modo de última voluntad, que le alcanzaran un mondadientes.

Todo Ubú. Alfred Jarry. Traducción, edición, prólogo y notas de Julio Monteverde. Pepitas de Calabaza, 2018. 501 páginas, 25,50 euros.

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