Xarim Aresté, un contagioso juego poético

El músico proyecta lo íntimo sobre lo colectivo en 'Polinèsies'

Un meandro del Ebro envuelve Flix, la población donde nació Xarim Aresté. La orografía de esta esquina de Tarragona, rozando Lleida y Aragón, se esculpe en sus canciones: sinuosas, intrépidas, emocionantes, intensas, sensibles, entonadas en catalán occidental. Hay en Flix un pantano tóxico y un polígono industrial, no extraña pues que al joven Xarim el folclore de su encrucijada geográfica se le enmarañase con Sex Pistols y ...

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Un meandro del Ebro envuelve Flix, la población donde nació Xarim Aresté. La orografía de esta esquina de Tarragona, rozando Lleida y Aragón, se esculpe en sus canciones: sinuosas, intrépidas, emocionantes, intensas, sensibles, entonadas en catalán occidental. Hay en Flix un pantano tóxico y un polígono industrial, no extraña pues que al joven Xarim el folclore de su encrucijada geográfica se le enmarañase con Sex Pistols y Nirvana. La vida incierta y sin expectativas de una tierra antigua, industrializada hasta la asfixia, obra en su mente la ilusión de la escapada rumbo a otras dimensiones, acentúa la inspiración. Despuntó como guitarrista de Gerard Quintana y fue el alma de los extintos Very Pomelo, pero es en sus grabaciones donde ha concitado un merecido consenso. Tras el prometedor debut Lladregots (2013), entregó el premiado La rosada (2015), arrebato de folk descarnado e impresionismo pop donde plasmaba el desencanto de verse abocado a la confusión de las redes virtuales. La música era para él esencialmente un impulso transformador. Polinèsies sigue invitando al juego poético en letras que transpiran realismo, no volátiles metáforas. Una decena de canciones dispares, contagiosas, proyectando lo íntimo sobre lo colectivo. ‘Indomables’, por ejemplo, que inicia la colección desde un patrón autóctono teñido de raíces norteamericanas y, entre sus versos, un aliento esperanzado que anima a seguir adelante. De la canción de amor afrancesada, ‘M’ho has d’escriure amb foc’, puede saltar al animoso himno pop, ‘Un llamp i un tro’; y de ahí a una embriagadora balada, ‘La flor’, e incluso levantar el vuelo psicodélico en ‘Mil antenes’. Pero es en sus lances más telúricos, digamos ‘Riu amunt’, donde se crece como singular cantautor. Otra muestra, ‘Ha quedat clar’. Traduzco: “Desde siempre el mundo está al revés / Esperando a caer por su propio peso / No sé cuántos de nosotros / Quedarán en pie”. Difícil no compartir hoy esa sensación.

Xarim Aresté. Polinèsies. Bankrobber

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