Columna

Troleando

El anonimato de Internet facilita la embestida de manadas con pezuñas en todos los campos, desde la política a las bellas artes

Las víctimas de quienes se agrupan en jaurías o cazan en solitario en las redes sociales sufren mucho con sus dentelladas. Las más sensibles se vienen abajo cuando son afrentados desde Twitter y Facebook por haber dicho que dos y dos son cuatro hasta nueva orden.

El anonimato de Internet facilita la embestida de manadas con pezuñas en todos los campos, desde la política a las bellas artes. Agrupan a gente obtusa, maquiavélica, ociosa, acomplejada, envidiosa, frustrada, sádica, con la autoestima por el suelo..., según el documental El ataque de los troles, emitido por Movistar +...

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Las víctimas de quienes se agrupan en jaurías o cazan en solitario en las redes sociales sufren mucho con sus dentelladas. Las más sensibles se vienen abajo cuando son afrentados desde Twitter y Facebook por haber dicho que dos y dos son cuatro hasta nueva orden.

El anonimato de Internet facilita la embestida de manadas con pezuñas en todos los campos, desde la política a las bellas artes. Agrupan a gente obtusa, maquiavélica, ociosa, acomplejada, envidiosa, frustrada, sádica, con la autoestima por el suelo..., según el documental El ataque de los troles, emitido por Movistar +. El acoso ha llegado varias veces a los juzgados de España y de otros países desde que hace varios decenios cambiara drásticamente la forma de comunicarse.

Nadie con algún tipo de exposición pública puede escapar al escrutinio de las redes, frecuentadas por pensadores y críticos indispensables y por recuas. Son los troles que asedian y amenazan a diestro y siniestro. “Si no eres libre para odiar a alguien, no eres libre”, pontifica uno de ellos, algo domesticado porque dio la cara en el programa. Otro más loco confesó que pone a parir 300 veces al día.

Es increíble el tiempo dedicado a cargar contra las feministas y los machistas, el hombre del tiempo y la madre Teresa de Calcuta. El aprovechamiento cinegético es ilimitado. Los orates vigilan cada paso de su potencial objetivo para desquiciarlo. Si salta, mucho mejor. El sufrimiento ajeno les es placentero. Dice un psicólogo que todos tenemos un trol acechando en nuestra psique, porque todos hemos hecho alguna vez un comentario negativo de otra persona a sus espaldas.

No todos están preparados para lidiar con esta adulteración de la libertad de expresión. No todos tienen mi fortaleza de ánimo. Como vivo en una suerte de clausura medieval, me entero de poco. Mi hijo me dijo el otro día que me habían llamado “excremento”.

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