LIBROS

Relato de un apocalipsis

De resonancias faulknerianas, no sabe bien el lector si 'Cosecha' —premio IMPAC 2015— pertenece a la estirpe de los relatos míticos o a la de los relatos góticos

De resonancias faulknerianas por el modo en que un mundo rural se ve vulnerado por la enfermiza conciencia humana, y por un estilo en el que predomina la solemnidad bíblica de la frase nacida del versículo, no sabe bien el lector si Cosecha —premio IMPAC 2015— pertenece a la estirpe de los relatos míticos o a la de los relatos góticos, pero entiende sin asomo de duda que tiene en sus manos una obra dotada de la rara condición de la trascendencia, y que no cabe leerla en sentido literal.

Lo mítico se injerta en lo cotidiano del mismo modo en que los habitantes de la aldea de Wal...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

De resonancias faulknerianas por el modo en que un mundo rural se ve vulnerado por la enfermiza conciencia humana, y por un estilo en el que predomina la solemnidad bíblica de la frase nacida del versículo, no sabe bien el lector si Cosecha —premio IMPAC 2015— pertenece a la estirpe de los relatos míticos o a la de los relatos góticos, pero entiende sin asomo de duda que tiene en sus manos una obra dotada de la rara condición de la trascendencia, y que no cabe leerla en sentido literal.

Lo mítico se injerta en lo cotidiano del mismo modo en que los habitantes de la aldea de Walter Thirsk parecen simbolizar la humanidad entera, y su vertiginosa decadencia, la de la sociedad que nos abriga. Pronto advierte Thirsk que “el aire estaba lleno de amenazas y maldiciones”, y su relato anhelando un día sin sangre es el relato de la destrucción diabólica de su pueblo, como si el mismísimo Señor de las Moscas se hubiese detenido en él para ejercer su poder maligno.

También la prosa del gran William Golding habita de algún modo en la de Jim Crace (St. Albans, Reino Unido, 1946), trufada de invocaciones, de ecos y recovecos de la memoria. El narrador relata el caso muy por extenso, imbuido de conocimiento de causa y cargado desde la primera línea con las razones del testimonio de primera mano y de la legitimidad del superviviente. Dios nuestro señor creó el mundo en siete días, y en siete días tres forasteros destruyeron el pueblo del narrador, que encarna al malhadado testigo de una desgracia cernida sobre el ser humano como lo encarnó el narrador del Diario del año de la peste que Defoe quiso escribir de forma apócrifa.

Pronto averiguará el lector que a Crace le interesa por encima de todo levantar en la novela un modelo de sociedad que la novela misma cuestiona, y aquí la destrucción de una aldea consagrada en cuerpo y alma al trabajo de la tierra se convierte en símbolo de un cambio de paradigma social, y Cosecha es el relato ambiguo y metafórico de ese cambio y el aviso de que las sociedades mutan con frecuencia a partir de acontecimientos en apariencia triviales. Y así como la población inglesa imaginada por Crace, feudal y a la vez intemporal, se ve forzada a desaparecer, nuestra sociedad de la información, tan pagada de sí misma, tal vez esté también ante un abismo. De la mano de un estilo elegante, el narrador agota todas las posibilidades de una primera persona testimonial y pide a gritos una lectura alegórica. Pájaros y cangrejos de río acompañan a Walter en su monólogo exquisito, no declamado al viento sino al futuro, que siempre será sinónimo de amenaza porque significa incertidumbre, y sabido es que la incertidumbre destruye la rutina que nos sosiega.

Cosecha. Jim Crace. Traducción de Pablo González-Nuevo. Hoja de Lata. Gijón, 2016. 278 páginas 19,90 euros


Archivado En