El ‘debat’

En el debate que organizó La Sexta todos tenían tan claro que eran estupendos ellos, y desastrosos los otros, que no se comprende cómo aún seguimos habitando en este paraíso infernal

“El formato se inspirará en los debates celebrados en las últimas elecciones del Reino Unido y contará con una serie de normas, similares a las establecidas por el Parlamento británico, para este tipo de programas televisivos”. Pues no. El debate sobre las elecciones catalanas tuvo todas las características de cualquier programa de tertulianos: mucho ruido, muchísimo, y pocas nueces.

Se pueden inspirar en el estilo británico, pero para ...

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“El formato se inspirará en los debates celebrados en las últimas elecciones del Reino Unido y contará con una serie de normas, similares a las establecidas por el Parlamento británico, para este tipo de programas televisivos”. Pues no. El debate sobre las elecciones catalanas tuvo todas las características de cualquier programa de tertulianos: mucho ruido, muchísimo, y pocas nueces.

Se pueden inspirar en el estilo británico, pero para coseguirlo hace falta mucha menos mala conciencia en algunos de los ponentes. Dicho de otra manera, las constantes interrupciones, la obsesión por divulgar la buena nueva y el no contestar a lo que se les pregunta trataron de encubrir el monolitismo de quienes se creen en posesión de la verdad absoluta cuando en realidad, y como ya explicó en su día Sara Montiel al referirse a la teoría de Einstein, “todo es relativo”.

Romeva, Arrimadas, Rabell, Iceta, García Albiol, Baños y Espadaler, controlados hipotéticamente por Ana Pastor, rellenaron durante hora y media la parrilla de La Sexta del sábado con el único objetivo no de debatir como se anunció profusamente en la cadena desde días atrás, sino de divulgar sus consignas partidistas; ni siquiera sus programas que, al parecer, existen.

Todos tenían tan claro que eran estupendos, ellos, y desastrosos los otros que no se comprende cómo después de años de gobernanza aún seguimos habitando en este paraíso infernal. Para unos, ni la corrupción, ni los recortes, ni las privatizaciones, ni la degradación del Estado del bienestar y de las instituciones democráticas continuarían al día siguiente del 27-S. Para otros, si no nos podemos sentar todos a la mesa, rompámosla y sentémonos todos en el suelo. En fin, nada nuevo bajo el sol salvo la saturación ciudadana de la cuestión catalana; claro que también esta columna coadyuva a dicha saturación: pura incoherencia.

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