Música de tierra

El segundo poemario de la colombiana María Gómez Lara (1989) revela una sorprendente madurez y un dominio excepcional de los resortes rítmicos y expresivos

Mientras que el Loewe sin aditivos ha premiado el oficio de un escritor incuestionable, Óscar Hahn, el Loewe a la creación joven ha supuesto un verdadero descubrimiento. En efecto, el segundo poemario de la colombiana María Gómez Lara (1989) revela una sorprendente madurez y un dominio excepcional de los resortes rítmicos y expresivos. La autora reivindica una genealogía estética y entrega una prueba de vida, pero difumina las huellas biográficas más visibles y dinamita los puentes que permitirían vincularla con la corriente alterna de alguna de las dos orillas. Dividido en dos partes (‘No de ...

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Mientras que el Loewe sin aditivos ha premiado el oficio de un escritor incuestionable, Óscar Hahn, el Loewe a la creación joven ha supuesto un verdadero descubrimiento. En efecto, el segundo poemario de la colombiana María Gómez Lara (1989) revela una sorprendente madurez y un dominio excepcional de los resortes rítmicos y expresivos. La autora reivindica una genealogía estética y entrega una prueba de vida, pero difumina las huellas biográficas más visibles y dinamita los puentes que permitirían vincularla con la corriente alterna de alguna de las dos orillas. Dividido en dos partes (‘No de sombras’ y ‘Mover ciudades’), Contratono avanza entre el fuego y la ceniza, las costuras del paisaje y los remiendos de la piel, los símbolos de la extinción y las grietas de un lenguaje insuficiente, que se repliega sobre sí mismo o que, por el contrario, se va desplegando en un bucle sucesivo.

Así se observa en una serie de variaciones funerarias que descienden a una escatología elíptica (“la vida / al agotarse // sonaba / como música / de tierra”), o que promueven la aceptación del dolor como equipaje de cabina: “Y sacudirse el abrigo / y frotarse las manos / y seguir caminando”. La segunda parte del libro está protagonizada por una identidad nómada que hace de la mudanza su costumbre y que busca su lugar en un “país de extranjeros” y en “una ciudad inmensa” donde “todos somos Nadie”. Enfrentado a ese territorio hostil, el yo lírico encuentra algo parecido a un domicilio en las páginas de Szymborska y de Emily Dickinson, a quien dedica un homenaje mestizo que incluye también un autorretrato fragmentario: “Nací con la piel oscura / en un país del trópico / y vine a buscarla a este estruendo / tan lejano de su voz / que se enredaba en las praderas”.

Levantada con materiales frágiles, la sólida arquitectura de este excelente libro muestra a una autora capaz de modelar un universo propio y de modular una voz singular. Bajo su apariencia de pieza de cámara, Contratono constituye un sonoro aldabonazo en la puerta de la poesía actual.

Contratono. María Gómez Lara. Madrid. Visor, 2015. 80 páginas. 10 euros.

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