OPINIÓN

El Mal

Siento compasión hacia los que deciden no prolongar su estancia en la tierra. Imagino el machaque, el dolor, el fracaso, la ruina, la desolación que han llegado a sentir. Y se largan, pero ellos solos

El copiloto Andreas Lubitz

Empalma la noche con el día a condición de que el minibar de su habitación del hotel esté repleto de alcohol y que su tabique nasal no sufra mono de polvo blanco. Y sabe cómo esquivar que sus adicciones le delaten cuando sube a su trono. Es la cabina de un avión y la vida de muchas personas puede depender de este rey de los cielos. Que estos se enfurezcan y quieran destruir a los intrusos que circulan por ellos no nublará el arte, la audacia y la profesionalidad de ese tipo que va permanentemente ciego de todo. Coloca el avión boca abajo, logra un aterrizaje imposible con un mínimo de muertos....

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Empalma la noche con el día a condición de que el minibar de su habitación del hotel esté repleto de alcohol y que su tabique nasal no sufra mono de polvo blanco. Y sabe cómo esquivar que sus adicciones le delaten cuando sube a su trono. Es la cabina de un avión y la vida de muchas personas puede depender de este rey de los cielos. Que estos se enfurezcan y quieran destruir a los intrusos que circulan por ellos no nublará el arte, la audacia y la profesionalidad de ese tipo que va permanentemente ciego de todo. Coloca el avión boca abajo, logra un aterrizaje imposible con un mínimo de muertos. O sea, cosas del cine. Ocurre en la muy notable El vuelo. ¿Es culpable el héroe por volar en esas condiciones físicas y mentales? Por supuesto. Pero la compañía de aviación, los sindicatos, las aseguradoras y el épico piloto no tienen tan claro que resplandezca eso tan enfático, complejo y cenagoso, pero también inaplazable de la verdad.

Y tenemos muy reciente el primer episodio de Relatos salvajes. Incluso sonríes con la bestialidad que te cuenta. O el subconsciente de los convencidos de que una serie de personas les ha arruinado la existencia a lo peor se identifica con ese vengador que reúne a todos sus presuntos torturadores y estrella el avión contra la casa de sus padres, sus primeros agresores. Freud se alía con la comedia negra.

El 11- S, lamentablemente, no fue una ficción. Era pavorosamente real lo de suicidarse e inmolar a los pasajeros de esos aviones con el objetivo concreto de desatar el caos y la destrucción entre los poderosos infieles. Los kamikazes tenían un motivo para cometer esa atrocidad con los inocentes civiles que tuvieron la pavorosa mala suerte de embarcarse en esos aviones aquel día trágico.

Admiro el coraje y siento compasión hacia los que deciden no prolongar su estancia en la tierra. Imagino el machaque, la soledad, el dolor, el fracaso, la ruina, la desolación que han llegado a sentir. Y se largan, pero ellos solos. La barbaridad que ha causado el suicidio de ese joven amable de clase media, que hacía footing y se fotografiaba con expresión risueña al lado del Golden Gate, será arduo de explicar para la psiquiatría. Hablemos solo del Mal. El diablo, probablemente tituló su película el jansenista Bresson.

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