‘Sutube’

La llegada de la publicidad a Twitter es otro paso en la comercialización de nuestra comunicación aparentemente más libre que nunca

Joaquín Reyes y Mara Torres

La petición de las grandes marcas de comunicación para que el Gobierno norteamericano rebaje el grado de control sobre el correo particular, esclarece un mundo en el que los usuarios son utilizados como mercancía especulativa. La llegada de la publicidad a Twitter es otro paso en la comercialización de nuestra comunicación aparentemente más libre que nunca. La constante variación de las condiciones de negocio y la difusa regulación sobre el contenido que colgamos en la Red nos deja en un lugar algo feo de la autopista virtual. Casi como perros en el arcén.

En el programa que presentan M...

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La petición de las grandes marcas de comunicación para que el Gobierno norteamericano rebaje el grado de control sobre el correo particular, esclarece un mundo en el que los usuarios son utilizados como mercancía especulativa. La llegada de la publicidad a Twitter es otro paso en la comercialización de nuestra comunicación aparentemente más libre que nunca. La constante variación de las condiciones de negocio y la difusa regulación sobre el contenido que colgamos en la Red nos deja en un lugar algo feo de la autopista virtual. Casi como perros en el arcén.

En el programa que presentan Mara Torres y Joaquín Reyes en La 2, se aprecia la vocación de comprender ese mundo virtual, de dar voz a los nuevos formatos y personajes de esa galaxia aún no del todo asumida. En su espléndido decorado se introduce siempre un debate a varias voces que en la última entrega se centró sobre los youtubers. Este término, que ya evidencia el control comercial del amo, define a aquellas personas que ganan dinero porque convocan a muchos seguidores en la página de Google con sus vídeos. Un profesor de matemáticas con habilidad para dar la lección, un experto en juegos en la Red y un cómico, ejemplificaban la panoplia de talentos que están a nuestro alcance de clic.

Casi un millón de personas en el mundo dicen que reciben algún dinero de YouTube por aumentar de manera significativa el tráfico. Multiplican así la ganancia en publicidad del casero de su ingenio. Las contrapartidas son bastante raquíticas, pero consuelan al espíritu crítico frente al evidente monopolio que padece la Red y glamourizan con vistas al siglo XXI la explotación eterna del pez gordo sobre el chico. En ese universo prometido de relación directa y sin intermediarios entre creador y consumidor parece claro que la ganancia suculenta se queda en manos del casino. Igual que nos tragamos en plena campaña navideña el camelo demencial de que Amazon iba a repartir las compras con drones, saludado en cada telediario sin reparar en la manipulación mediática, también parece que tenemos que asumir sin atisbo de sospecha que los terratenientes de la Red aplaudan a sus braceros como ejemplo de esfuerzo y dedicación. Son obreros vocacionales para el señoritismo cortijero en versión 2.0.

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