Veleta

El dramático naufragio junto a Lampedusa ha reorientado la sensibilidad de los europeos

Rescate tras el naufragio de una embarcación junto a Lampedusa (Italia). ROBERTO SALOMONE (AFP)

Una sociedad que no se guía por principios básicos sino por impulsos emocionales, es como una veleta que vira con el viento. El dramático naufragio de una embarcación rebosante de emigrantes junto a la costa de Lampedusa ha reorientado la sensibilidad de los europeos. En pleno ascenso de los partidos nazis y ultranacionalistas, llega ahora un viento del sur con olor a cadáver. Es difícil que el mar devuelva los varios cientos de fallecidos, pero sus olas nos hablan de cómo nada cambia y todo cambia en un mismo movimiento perpetuo. El suceso invita a reescribir las leyes antimigratorias con las...

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Una sociedad que no se guía por principios básicos sino por impulsos emocionales, es como una veleta que vira con el viento. El dramático naufragio de una embarcación rebosante de emigrantes junto a la costa de Lampedusa ha reorientado la sensibilidad de los europeos. En pleno ascenso de los partidos nazis y ultranacionalistas, llega ahora un viento del sur con olor a cadáver. Es difícil que el mar devuelva los varios cientos de fallecidos, pero sus olas nos hablan de cómo nada cambia y todo cambia en un mismo movimiento perpetuo. El suceso invita a reescribir las leyes antimigratorias con las que se protegen los países fronterizos, pero no implica al exitoso norte continental en un drama algo más desasosegante que el del aumento de unas décimas en su controlada inflación.

Hace unas semanas advertíamos sobre imágenes de infierno en la valla de Melilla ante el final del buen tiempo, con las mafias empujando a un último asalto a los desesperados. Hoy sabemos que el Gobierno italiano ha concedido la ciudadanía a todos los muertos. Se trata de eso, de morir por los papeles. Ojalá sirviera para que los europeos recuperaran más que el sentimiento de culpa, su autoestima. Incapaces de dar respuesta al proceso descolonizador, tampoco parece que tengamos un plan para encarar el drama de un África corrupto, radicalizado y cuya precariedad se reparten las naciones pujantes, ahora China, verdadero gigante invisible detrás de casi todo el desarrollismo local. Recuperar la autoestima para al menos entender por qué alguien arriesga su vida para alcanzar nuestro desprecio.

Sería demasiado fácil citar por enésima vez, y mal, la consigna de la novela del vecino más ilustre de la región, el conde de Lampedusa, en su obra maestra El gatopardo: es necesario que todo cambie si queremos que todo siga igual. Receta ideal para salir del estado catatónico de Europa con su triunfadora Merkel y el resto de fracasados líderes que componen su coro. Pero ellos son expertos en leer el carácter veleta de sus ciudadanos, y saben que, detrás del sobrecogimiento ante la tragedia, volverá a aparecer un negro que les molesta en la urgencia del médico o al pedirles una limosna a la salida del supermercado o al ofrecerles su cuerpo en un bulevar trasnochado.

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