Sosiego

Cuenta la leyenda que el Gobierno de Felipe González rechazó en su día sumarse al proyecto del canal de televisión Arte

Cuenta la leyenda que el Gobierno de Felipe González rechazó en su día sumarse al proyecto del canal de televisión Arte. Nos faltan datos para conocer qué sucedió exactamente, pero fue un error evidente quedarse fuera de esa ventana francoalemana que promueve proyectos audiovisuales de interés. Para los grandes teóricos de la inacción, era un error aceptar que la cultura se empaquetara en un canal aparte. Pero, visto lo visto, era mejor construirle un rinconcito apacible que verla suprimida de la programación. Nuestra televisión, de manera inconsciente, ha enviado a un gueto la cultura. En Esp...

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Cuenta la leyenda que el Gobierno de Felipe González rechazó en su día sumarse al proyecto del canal de televisión Arte. Nos faltan datos para conocer qué sucedió exactamente, pero fue un error evidente quedarse fuera de esa ventana francoalemana que promueve proyectos audiovisuales de interés. Para los grandes teóricos de la inacción, era un error aceptar que la cultura se empaquetara en un canal aparte. Pero, visto lo visto, era mejor construirle un rinconcito apacible que verla suprimida de la programación. Nuestra televisión, de manera inconsciente, ha enviado a un gueto la cultura. En España si uno habla de programa cultural todo el mundo lo situará en La 2 de TVE y de madrugada.

Sucede con ¡Atención obras!, un nuevo magacín cultural que recoge las esquirlas de programas que antes ofrecía La 2. El problema que tiene la cultura en la televisión es que su esencia está reñida con el picoteo, la superficialidad y la agitación televisiva. La derrota de seguir convencidos de que el espectador no aguanta un plano que dure más de tres segundos y una conversación que no sean tres frasecitas cortas, es una derrota cultural. Porque entonces los programas culturales a lo máximo que pueden aspirar es a ser una agenda promocional. Si algo tendrá que encontrar ¡Atención obras! es cómo ofrecer algo más que tumbos sin sosiego y alcanzar aquello que se propone. Quizá perjudica el plató, que necesita tiempo para llegar a la esencia de una entrevista. Lo vimos con ese extraño fracaso comunicativo que sucedió con Franco Battiato, que reprodujo el perfecto lost in translation que nos contó Diego Manrique en su encuentro con el cantante italiano para este periódico.

Propuestas interesantes quedaban sepultadas por la obsesión de no aburrir. Pero el aburrimiento no se combate con coctelería, sino con temple y profundidad. En la misma cadena, con idéntica presentadora y horario, unos días antes, tras el pase de El verdugo, asistimos a una conversación con el poeta Marcos Ana y solo el sosiego nos brindó instantes maravillosos para apreciar al invitado, ejemplo de perfecta combinación de sensibilidad y desprecio por ese veneno nacional llamado rencor. Un programa cultural es hoy un lujo que merece ser cultivado como un huerto tranquilo y sabroso.

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