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Lleida copia a Suiza y prueba a bajar del coche durante un mes a sus ciudadanos: “En bici disfrutas más de la vida”

Los expertos consideran que la iniciativa es positiva, pero piden medidas más ambiciosas para impulsar la movilidad sostenible

Conducir es un hábito rutinario y muy resistente que lleva a que mucha gente use el coche por inercia incluso para desplazamientos cortos, sin tener en cuenta si es la opción más rápida o eficiente —por ejemplo, mentalmente no solemos contar el tiempo buscando aparcamiento—. Aunque lo más efectivo para cambiar esta costumbre son las restricciones al tráfico —como las zonas de bajas emisiones— y una buena red de transporte público y carriles bici, hay también otro tipo de iniciativas que tratan de hacer replantearse esta inercia. Es el caso de Un mes sin mi coche, un plan pionero que propone aparcar el vehículo 30 días a cambio de transporte público gratis y bicis eléctricas, que se aplicó por primera vez en una región de Suiza y ahora llega a Lleida. Los expertos consideran que la idea es positiva, pero piden medidas más ambiciosas para impulsar la movilidad sostenible.

“A los participantes les ofrecemos un kit de movilidad según sus necesidades: el abono de transportes para los autobuses de Lleida, una bicicleta eléctrica con casco y candado, un reloj cuentapasos, un plano de la ciudad y otro de Metrominuto, que muestra las distancias a pie”, explica una portavoz municipal. “Hemos recibido más de 110 peticiones de participación, de las cuales hemos seleccionado 10 ciudadanos para esta experiencia piloto, intentando que fueran de diversos barrios, edades, estudiantes y trabajadores… para tener una muestra más diversa”, continúa. Los 10 primeros pudieron hacerlo el pasado mayo, y en este mes de octubre lo están realizando otros 10.

Uno de los primeros fue Ricard D., funcionario de 49 años que trabaja para el Ayuntamiento ilerdense: “En cuanto me enteré del proyecto quise participar, me parece una idea muy interesante. Nos ofrecieron una tarjeta de transporte público para los autobuses municipales y dos bicicletas, una eléctrica y otra normal de alquiler de bicis municipales”, dice. ¿Qué tal le fue? “Me vino genial la bici eléctrica, porque trabajo a cuatro kilómetros de Lleida, y me va perfecto para llegar rápido. En bici disfrutas más de la vida: haces deporte, es bueno para tu salud y vas más alegre”, prosigue.

En su caso, ha aprovechado la experiencia para convencerse de que no merece la pena usar el coche para una sola persona: “En general voy en bici. Si no me queda más remedio, porque llueve o hace mucho frío, comparto coche para ir al trabajo, es decir, no uso un vehículo de cinco plazas para una sola persona. He hablado con otros participantes y varios han dejado de usar tanto su vehículo privado. Yo le recomiendo a todo el mundo que intente cambiar la manera de moverse”.

En octubre lo está disfrutando Joaquín Torres, peruano de 24 años, que estudia y trabaja en la urbe catalana: “Vivo en el centro, voy a la Universidad, que está en las afueras, y a un trabajo que también está en las afueras. Me han dejado una bicicleta eléctrica durante un mes y la estoy aprovechando muchísimo, llego mucho antes y aprovecho más el tiempo”. Cuando acabe la iniciativa, le gustaría seguir usando uno de estos velocípedos.

Torres sabe que para otra gente es más complicado ese cambio: “Lleida es una ciudad rodeada por muchos pueblos cercanos —Alcarrás, Balaguer…—, y para quienes viven fuera es más complicado para venir de otra forma que no sea coche. A mis compañeros de trabajo les he comentado la iniciativa, pero los que vienen en coche no quieren dejarlo”.

La concejal de Movilidad de la urbe catalana, Cristina Morón, explicó al inicio: “El objetivo es concienciar a la ciudadanía de que existen medios de transporte alternativos al vehículo privado más rápidos, menos contaminantes y más saludables”. Y reconoció que la idea “sigue el ejemplo de experiencias de este tipo realizadas en otras ciudades europeas, como la de la ciudad de Payerne, en Suiza”.

Allí, la región suiza de La Broye —una zona rural situada entre Berna y Lausana— lanzó en junio de 2024 una iniciativa homónima para 33 voluntarios —se presentaron cerca de un centenar—, a los que ofreció de forma gratuita un abono de transporte público, una bicicleta eléctrica, un abono al servicio público de bicis y a un servicio de carsharing (coches eléctricos de alquiler). Los ciudadanos podían elegir uno o varios servicios. Philippe Pillonel, uno de los participantes, explicó a EL PAÍS que gracias a eso cambió el coche por el transporte público: “Viajo más feliz, llego al trabajo después de haber revisado los correos importantes y vuelvo a casa con la mente despejada, sin tener que concentrarme en la carretera. Tengo la sensación de que ahora aprovecho más el tiempo”.

Alternativas frente al hábito consolidado

Ahora que la propuesta llega a España, y podría replicarse en otras urbes, es buen momento para reflexionar sobre ella. “Estas propuestas forman parte de lo que llamamos acciones de marketing personalizado, donde el objetivo es hacer consciente a la gente de que hay alternativas frente a un hábito muy consolidado, es decir, sirve para que reflexionen de que quizá pueden llegar igual de rápido de otra manera, y además con posibilidades de disfrutar más del propio desplazamiento o incluso con la sensación de un mayor aprovechamiento del tiempo de viaje”, explica David Lois, profesor de Psicología Social en la UNED y experto en movilidad.

Y continúa: “En cualquier caso se trata de una iniciativa interesante pero modesta en cuanto al número de participantes (podría plantearse a mayor escala), y en términos generales su eficacia es limitada en el tiempo si no se acompaña de otras medidas estructurales como restricciones al coche, nuevas líneas rápidas de transporte público, o la creación de una protegida red de carriles bici”.

Julio A. Soria, catedrático de Urbanismo y Ordenación del Territorio e investigador de Transyt-UPM, tercia: “Puede ser interesante para visualizar un problema, que es el de una dependencia excesiva del coche en las ciudades, sobre todo en urbes pequeñas como Lleida en las que no hace tanta falta, pero la considero más bien una medida más de concienciación que una medida realmente efectiva, porque se está haciendo a una escala muy pequeña”.

En su opinión, puede ayudar a hacer a la sociedad más consciente del problema del exceso de coches en las urbes, pero al aplicarse a tan pocos ciudadanos es complicado que genere grandes cambios. “Es original, y me parece interesante que se haga en ciudades pequeñas, porque el problema ahí está mucho más acotado y las tasas de motorización son altísimas, pero quizá tendría más calado regalar el abono de transportes para quien achatarre su coche, como hace el Área Metropolitana de Barcelona, o que se acumulen puntos por dejar el coche en casa y se puedan gastar en transporte público”, concluye.

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