Los toros, la excepción en una España que avanza en la protección de los animales
El fracaso de la iniciativa para despojar a la tauromaquia de la tutela del Estado destaca en un país inmerso en un cambio social y legal en su relación con las especies salvajes
Decepción y traición. Así califica Aïda Gascón, directora de AnimaNaturalis, organización de defensa de los animales, el cerrojazo de este miércoles del pleno del Congreso a tramitar la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que pretendía d...
Decepción y traición. Así califica Aïda Gascón, directora de AnimaNaturalis, organización de defensa de los animales, el cerrojazo de este miércoles del pleno del Congreso a tramitar la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que pretendía despojar a la tauromaquia de su condición de patrimonio cultural. Los toros siguen así bajo la tutela del Estado y las comunidades autónomas no tienen posibilidad de prohibir estos festejos. No bastaron las casi 664.777 firmas recogidas por ciudadanos para convencer al PSOE, que se abstuvo, a pesar de que había mostrado su apoyo previo. Fueron 57 votos a favor contra 169, de PP, Vox y UPN.
Con esta decisión, que aplaude el mundo del toro, se acabó de un plumazo con la opción de abrir el debate político de una polémica que cobra fuerza en una España en la que se ha producido un cambio social y legal palpable en la relación con los animales. En 2022, pasaron de ser considerados cosas a seres sintientes y, por lo tanto, con derechos. Un año después, se endurecieron las penas por maltrato, que pueden llegar hasta tres años de prisión si se causa la muerte del animal, y entró en vigor la ley de bienestar animal.
Esta norma, todavía en desarrollo, prohíbe el uso de especies salvajes en circos, pero mantiene contradicciones, como la celebración de espectáculos en los que participan delfines y orcas en los zoológicos. Sucumbió también a la presión del sector cinegético, dejando fuera a los perros de caza; los toros, animales de granja y de experimentación tampoco entran en su órbita.
José Manuel Ríos, profesor titular de Derecho Penal en la Universidad de Cádiz y especialista en maltrato animal, considera que, a día de hoy, “se está dando una protección muy buena a los animales, tanto que se puede hablar de un derecho penal autónomo para ellos”. Pero considera “muy complicado” que el número de espectáculos taurinos baje, a pesar de que “no tienen encaje alguno, como tampoco la caza con galgo”, como demuestran los cambios producidos en la relación con los animales. “Pero es una actividad legal”, plantea.
Para Gascón, la mayor contradicción es que “las corridas de toros sigan estando protegidas y fomentadas por las administraciones con dinero público”. Sin tener en cuenta, además, que “todas las leyes de protección animal autonómicas prohíben maltratar a los animales en espectáculos, pero en los toros se permite por tradición”.
Pérdida de público
La caída de los espectáculos taurinos comenzó hace décadas de forma continuada, pero se estancó hace unos seis años. “Es como si existiera un techo de cristal, favorecido por las subvenciones que recibe el sector o por ventajas como el bono cultural joven [400 euros que se entregan al cumplir 18 años para gastar en cultura] y que se puede utilizar en festejos taurinos”, plantea Gascón.
El hecho es que un 8% de los españoles mayores de 15 años ha ido a espectáculos taurinos de todo tipo ―desde corridas y novilladas a encierros, suelta de vaquillas o toros embolados―, según la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España del Ministerio de Cultura de 2024-2025. La misma cifra que antes de la pandemia. A corridas, novilladas o rejones (que implican muerte del toro en la plaza) ha asistido el 5,9%.
En casi dos décadas, se aprecia una bajada del 55% en el número de espectáculos taurinos que implican la muerte del toro en la plaza. En 2009, se celebraron 2.684 festejos de ese tipo, en 2019 habían caído a 1.425 y en 2024 fueron 1.457, con datos del Ministerio de Cultura. La Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos (ANOET) enmarca el fuerte descenso a la crisis económica de 2008 y apunta a una recuperación de la actividad que alcanza cifras de prepandemia: en la temporada 2024, se lidiaron 8.387 toros en plazas de toros, en términos generales son seis reses por corrida.
El único formato taurino que gusta cada vez más ―crece de forma sostenida, el 0,7%― es el de las fiestas populares (encierros, vaquillas o toros embolados), que suelen ser gratuitos. “Es muy preocupante, porque son los más complicados de controlar y donde se producen más muertes accidentales cada año, tanto de personas como de animales”, indica Gascón. Según una investigación de su organización (AnimaNaturalis), los ayuntamientos destinan más de 42 millones para estas celebraciones.
Las ayudas económicas al mundo del toro, que denuncian los animalistas porque implican un fomento de la actividad, son difíciles de rastrear, debido a su heterogeneidad. Llegan desde ayuntamientos, comunidades autónomas, diputaciones... o de la Política Agraria Común (PAC), que apoya a los ganaderos de toros de lidia. En los presupuestos generales de la Comunidad de Madrid de 2025, por ejemplo, aparecen 4,5 millones para asuntos taurinos y 1,7 para la Fiesta del Toro, organizada por la Fundación Toro de Lidia. Y en Castilla y León se dan este año 300.000 euros como apoyo al circuito de novilladas, además de 24.000 euros para el funcionamiento de las escuelas taurinas.
En la encuesta de hábitos culturales se detecta también cierta pérdida de público adulto que se ha compensado con la irrupción de más jóvenes de entre 15 y 24 años. Marcos Crespo es uno de estos jóvenes aficionados. Tiene 25 años, vive en Noblejas (Toledo) y no procede de una familia especialmente taurina. “Me han gustado los toros desde que iba a las ferias de los pueblos de alrededor con 13 o 14 años”, explica.
Le encantan los animales, tiene caballos y perros a los que nunca maltrataría. Pero los diferencia del espectáculo de las corridas de toros, donde aparecen “sensaciones muy difíciles de explicar cuando te sientas en el tendido y ves la lucha entre un ser humano y un animal fiero que te puede matar. Hay que vivirlo”, plantea.
¿Hay algo de moda en ir a los toros? “Es cierto que hay gente joven que va a la plaza como si fuera de fiesta, algunos borrachos, y se pierde el respeto al animal y al señor que se está jugando la vida”, responde. En su opinión, el auge entre los jóvenes se debe al intento de prohibir los toros, que ha generado una reacción contraria.
Una solución compleja
“La solución no es nada sencilla, porque están sobre la mesa valores culturales y de patrimonio”, aporta Christian Moyano, investigador postdoctoral del CSIC, filósofo y doctor en Ciencias Ambientales. La pregunta es “cómo preservar la cultura propia de España, que es la tauromaquia, con unos valores que estén a la altura de los tiempos en los que vivimos”.
Llegados a este punto, “se trata de negociar y trabajar desde la política”. En su opinión, se puede mantener una identidad que reúna a la gente, que conmemore al toro, pero que no haya ningún toro sufriendo por medio. “Se podría sustituir, por ejemplo, por una figura. Puede sonar infantil, pero es un acto de madurez”, plantea. Sabe que es complicado, porque lo que existe de fondo es un sentimiento identitario de pertenencia a un grupo, a un colectivo. “Pero eso no se tiene por qué perder”, asegura.
A pesar del varapalo, las asociaciones animalistas continúan adelante y esperan poder eliminar la protección del Estado a los toros en forma de patrimonio cultural. La semana próxima comenzarán reuniones con diferentes partidos políticos, porque están pensando presentar la propuesta por medio de ellos.
“En mayo de 2023 se prohibieron las corridas de toros en Colombia, después de varios intentos, así que no nos vamos a desanimar”, advierte Gascón. La prohibición de las corridas entrará en vigor en 2027 y el objetivo es que exista un periodo de transición en el que las plazas se utilicen para conciertos, obras de teatro, campeonatos de ajedrez y ferias de emprendimientos.