La herencia de ‘Paca’ y ‘Tola’, dos oseznas rescatadas hace 30 años

Estas dos osas se convirtieron en el icono de la lucha contra el furtivismo y en la última luz antes de la inminente extinción de la especie en la Cordillera Cantábrica

Las osas Paca, a la izquierda, y Tola, a la derecha, en régimen de semicautividad entre los municipios de Proaza y Santo Adriano, Asturias.Alberto Morante (EFE)

Paca y Tola salieron del maletero del coche de un cazador furtivo y, en 1989, pasaron a ser la esperanza de una especie que a punto estuvo de desaparecer. La salvación de los dos pequeños esbardos fue la de una raza que en las tres últimas décadas no ha dejado de crecer en la cordillera cantábrica, al norte de la Península Ibérica. La serie de datos de osas con crías que maneja la Fundación Oso Pardo muestra la clara recuperación de la población cantábrica, que en los últimos 25 años ha crecido a un ritmo del 10% anual....

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Paca y Tola salieron del maletero del coche de un cazador furtivo y, en 1989, pasaron a ser la esperanza de una especie que a punto estuvo de desaparecer. La salvación de los dos pequeños esbardos fue la de una raza que en las tres últimas décadas no ha dejado de crecer en la cordillera cantábrica, al norte de la Península Ibérica. La serie de datos de osas con crías que maneja la Fundación Oso Pardo muestra la clara recuperación de la población cantábrica, que en los últimos 25 años ha crecido a un ritmo del 10% anual.

El último censo elaborado entre Asturias, Castilla y León, Cantabria y Galicia —primero realizado con técnicas genómicas o lo que es lo mismo, aquellas que permiten introducir modificaciones dirigidas en el genoma—, confirma que la especie se consolida en la vertiente occidental de la Cordillera y crece de forma notable en la oriental. Tras haber recogido y analizado genéticamente más de 1.200 muestras de pelo y excrementos, la población de osos de esta región consta actualmente con 370 ejemplares (210 machos y 160 hembras), de los cuales 250 pertenecen a la subpoblación occidental y 120 a la oriental. Los anteriores cálculos situaban el censo total en 330, habiendo tan solo 50 plantígrados (animales que apoyan toda la planta del pie al andar) en la zona oriental.

Los resultados evidencian la satisfacción de expertos y políticos, ya que confirman la consolidación occidental de la especie, que es “la zona madre”, así como su expansión hacia zonas no habituales de Galicia (Lugo y Orense), el norte de Zamora, León, Palencia y Cantabria.

El estudio de las cuatro comunidades, junto al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico y el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC), muestreó 16.700 kilómetros cuadrados y recorrieron 7.606. En Asturias se analizaron 4.899 kilómetros cuadrados en la población occidental y 554 en la oriental. En total, exploraron más de 3.000 kilómetros en la comunidad. Este censo constituye un hito, ya que hasta ahora lo único que había eran estimaciones y registros de osas con crías.

El trabajo revela que hay más osos machos que hembras (un 56% frente a un 47%) y que Castilla y León es la comunidad con más ejemplares. En concreto, alberga a más de la mitad de la población: 197, el 53%. Asturias es la segunda, con el 35%, unos 130. Por detrás se sitúan Cantabria (8%) y Galicia (3%).

Continúa el peligro

Aunque las estadísticas sean buenas y ya haya más osos que habitantes en concejos del sur occidente asturiano como Pesoz o San Martín de Oscos, todavía queda un largo recorrido para que la especie salga del peligro. En la década de 2030, la población cantábrica podría salir de la categoría de peligro a entrar en la de vulnerable en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), según los autores del libro Osos cantábricos. Demografía, coexistencia y retos de conservación, de la Fundación Oso Pardo.

“Preservar el hábitat de la especie es fundamental, evitando actividades que interfieran en el objetivo conservacionista y ejerciendo un control muy estricto sobre las prácticas deportivas y de ocio en esas áreas, de manera que sean compatibles con la recuperación de la especie que, pese a estas cifras, se mantiene en la categoría de peligro de extinción, si bien es cierto que, por fortuna, ya en la franja baja y menos aguda del mismo, explica José Tuñón, director de la Fundación Oso Asturias y quien ha colaborado en el estudio. “El oso es el símbolo de lo mejor que tenemos cada una de las cuatro comunidades: desarrollo sostenible, un respeto por la naturaleza y saber anticiparse a los problemas de coexistencia es determinante”, añade David Villar, director general de Medio Rural de Asturias.

En el cercado osero de Proaza, Paca ya no comparte territorio con su hermana Tola, fallecida en 2018, pero ve cómo crece Molina, otra osezna rescatada cuando era pequeña. Su supervivencia es la herencia de un éxito de conservación, cuya primera piedra se puso en el año 1967, cuando se dejaron de abatir estos animales en España y posteriormente, en 1973, pasaron a considerarse especie protegida.

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