La recuperación de los olivos monumentales de Cerdeña

El botánico Bernabé Moya cuenta su experiencia en los trabajos de mejora de uno de olivares más importantes de Europa, el de Villamassargia, y subraya la oportunidad que estos árboles pueden suponer para la España despoblada

Olivo de Sa Reina y Monumento Natural S'Ortu Mannu, en Villamassargia (Cerdeña).Bernabé Moya

Las infinitas gamas de azul turquesa y verde esmeralda con las que se tiñen caprichosamente las cristalinas aguas que bañan las costas de la isla de Cerdeña causan un impacto imborrable. Poco tienen que envidiar a las idílicas del Caribe. No es pues de extrañar que cada año arriben a sus playas millones de personas dispuestas a dejarse emocionar por unos paisajes cargados de sorpresas y de historia.

Cerdeña, como el Caribe, también disfruta de frondosos e intrincados ...

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Las infinitas gamas de azul turquesa y verde esmeralda con las que se tiñen caprichosamente las cristalinas aguas que bañan las costas de la isla de Cerdeña causan un impacto imborrable. Poco tienen que envidiar a las idílicas del Caribe. No es pues de extrañar que cada año arriben a sus playas millones de personas dispuestas a dejarse emocionar por unos paisajes cargados de sorpresas y de historia.

Cerdeña, como el Caribe, también disfruta de frondosos e intrincados bosques, casi inimaginables para quienes han perdido la memoria de una exuberancia a la que aspira la mermada vegetación en otras partes del Mediterráneo. Encinas que se acercan a los 10 metros de perímetro de tronco. Tejos de 30 metros de altura. Gruesos lentiscos de seis metros de tronco, junto a espinos albares de 12 metros de alto y madroños de 16. Los perales silvestres ofrecen sus ácidos frutos a la fauna en robustos tallos de dos metros y medio de perímetro, compitiendo con mirtos de cuatro y acebos de seis. Retorcidos enebros y sabinas de edad innombrable se asoman al mar. Los bejucos de las clemátides superan los dos metros y medio de perímetro, al tiempo que las cepas de las vides silvestres alcanzan el medio metro de grosor y los 15 de altura… Árboles, arbustos y lianas que nos recuerdan a los soñados bosques tropicales en gigantismo, complejidad y biodiversidad.

Entre toda esta exuberancia de verdes infinitos destaca otro mar. Un mar de tonos azulados argénteos, y rico como el oro. Olivos cultivados y olivastros silvestres pueblan con su grácil follaje plateado hasta el último rincón. Son los gigantes de la isla. Si atendemos a las fuentes clásicas, fue el Dios menor de la mitología griega, Aristeo, quien llevó los conocimientos a los pobladores de la isla, tras recibir de las ninfas las enseñanzas para domesticar los olivos silvestres, hacer que den abundantes y sabrosas aceitunas, y con ellas obtener el saludable, perfumado y muy preciado “oro líquido”.

Por Cerdeña, dada su posición estratégica para el control comercial y militar en el Mediterráneo han pasado innumerables pueblos, culturas y civilizaciones. Abundan las referencias históricas de las iniciativas llevadas a cabo en diferentes épocas para favorecer el cultivo del olivo. De ellas, hay que destacar la invitación que el Virrey de Aragón en Cerdeña hizo en un “Pregón” de 1436 dirigido a los vecinos de Villamassargia para injertar los olivos silvestres que crecían en el Valle del Cixerri. Una extensa llanura fluvial situada a los pies de un cono volcánico, en cuya cumbre se levantan las ruinas del castillo medieval de “Gioiosa Guardia”, de reminiscencias artúricas.

En la pequeña población agrícola de interior de Villamassargia crecen en la actualidad 758 olivos formando el Monumento Natural de “S’Ortu Manu”. Dándose la circunstancia que cada olivo pertenece a una familia del pueblo. El mayor de ellos lleva por nombre “Sa Reina”, cuyo tronco supera los 10 metros de perímetro, y está declarado Árbol Monumental de Italia. Pero, desafortunadamente se encuentran semi abandonados. La degradación llegó a tal extremo que los viejos olivos dejaron de dar fruto, al tiempo que se celebraban conciertos multitudinarios con miles de asistentes a sus pies. Con la intención de sacarlos del descuido se ha llevado a cabo un estudio y plan de gestión botánica al objeto de recuperarlos. Tras el diagnóstico del estado de salud: ontológico, morfo fisiológico, biomecánico, patológico, de la biodiversidad y del uso y gestión del entorno, las cosas han empezado a cambiar y las primeras aceitunas vuelven a colgar de sus ramas.

Tras años de descuido, pocos viajeros se acercan a Villamassargia para disfrutar de uno de los olivares más importantes del Mediterráneo. Los vecinos miran con admiración al nordeste de la isla, donde el Olivastro de Luras, con más de 11 metros de perímetro de tronco, recibe cada año 10.000 visitas organizadas.

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También podía ser peor, como le pasó al Olivastro de Cúglieri, un gigantesco olivo de más de 20 metros de perímetro en la base, que fue devorado por las llamas en 2021. Tras un año de duro trabajo y numerosos cuidados especializados en un proyecto en el que he participado, apoyado por la Asociación Montiferru, con la ayuda de los más prestigiosos botánicos de la isla, como el director del Jardín Botánico de Cagliari, Giannluigi Bacchetta y el doctor Ignazio Camarda, el olivastro ha emitido un único brote desde la base ofreciendo a los vecinos un camino a la esperanza.

Los trabajos de recuperación de los olivos de Villamassargia debería ser un ejemplo para España. Según la base de datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, en nuestro país hay 607 olivos y olivastros protegidos como Árboles Monumentales. Un desafío y una oportunidad de oro para muchos territorios despoblados. Sin embargo, estos seres extraordinarios carecen de estudios y planes de gestión botánica.

Bernabé Moya es botánico y experto en árboles monumentales. Acaba de presentar su trabajo con los olivos de Cerdeña en el Congreso Internacional de Árboles Monumentales celebrado la semana pasada en Sicilia.

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