Un pueblo valenciano de 380 habitantes quiere convertirse en un laboratorio contra la crisis climática
Aras de los Olmos inicia un ambicioso proyecto para autoabastecerse de electricidad renovable las 24 horas del día, que incluye una innovadora planta de biogás para aprovechar los purines de los cerdos y los restos agrícolas
“No hay otro futuro. Tenemos que vivir de otra manera, con energía limpia y consumir menos. Y lo digo yo que soy carnicera, pero es así. Ojalá el proyecto llegue a buen puerto”. Carmen es la carnicera de Aras de los Olmos, una pequeña población rural de 380 habitantes con una gran ambición: autoabastecerse de electricidad limpia las 24 horas del día. Hace cinco años que se inició este singular ...
“No hay otro futuro. Tenemos que vivir de otra manera, con energía limpia y consumir menos. Y lo digo yo que soy carnicera, pero es así. Ojalá el proyecto llegue a buen puerto”. Carmen es la carnicera de Aras de los Olmos, una pequeña población rural de 380 habitantes con una gran ambición: autoabastecerse de electricidad limpia las 24 horas del día. Hace cinco años que se inició este singular proyecto energético, medioambiental y contra la despoblación que ahora empieza a ver la luz.
El propósito del Ayuntamiento de esta localidad del Alto Turia, a 110 kilómetros de Valencia, es contar con un parque fotovoltaico, un aerogenerador, una instalación microhidráulica y una innovadora planta de biogás que se alimentará de los purines de los cerdos, el estiércol y los restos agrícolas. Con los desechos se abonarán los campos y con el agua sobrante se regará. Aras de los Olmos quiere las energías más limpias para un pueblo conocido por su cielo, uno de los más limpios y menos contaminados de la Península, que ha atraído la instalación a 1.300 metros de altura de varios observatorios astronómicos.
El proyecto ya ha recibido medio millón de euros del Ministerio para la Transición Ecológica. El presupuesto total es de cuatro millones, con los que se pretende poner en marcha “la estructura necesaria para garantizar el suministro en los periodos sin sol ni viento”, apunta el alcalde, el socialista Rafa Giménez. Mucho dinero para un pueblo tan pequeño y con recursos muy limitados. Sin embargo, el plan cumple los criterios para recibir fondos europeos contra la covid-19, ayudas para la transición ecológica y contra la despoblación del Gobierno y la Generalitat valenciana. Con estas futuras partidas se impulsará la iniciativa tras una etapa en que las trabas burocráticas y administrativas han sido numerosas. A veces, porque las normas no contemplaban que sea un municipio y no una empresa e incluso una comunidad de vecinos la promotora del proyecto; en otras ocasiones, porque sus planteamientos eran demasiado novedosos.
El alcalde lo explica así: “O te lo crees mucho o tiras la toalla. Nuestra intención es poner en valor los recursos del municipio, como el sol, el viento, el agua, la biomasa, los residuos de animales y vegetales. Todo ese conjunto nos llevó a encargar a la Universidad Politécnica de Valencia si era viable hacer un proyecto global”. Desde ese despacho del Ayuntamiento, se entrevén los enormes molinos de viento que coronan las montañas circundantes. La energía que producen se destina a otros lugares, lejos del pueblo dedicado a la ganadería —hay varias granjas porcinas en el municipio—, la agricultura y el turismo rural.
El catedrático de Ingeniería Eléctrica de la Politécnica Carlos Roldán se encargó de diseñar el proyecto piloto que ahora dirige. Explica que su mayor singularidad radica “en el aprovechamiento municipal de las renovables para uso público durante 24 horas al día”, sin recurrir a la energía convencional y contaminante, como sucede durante unas horas en la isla canaria de El Hierro, que también quiere ser 100% renovable. La planta de biogás tiene como objetivo “cubrir las horas que faltan de otras energías”, agrega Roldán.
La planta, además, se inscribe en un proyecto de investigación de carácter europeo. “Vimos que tenía muchas posibilidades y que era colofón a nuestro planteamiento y nos pusimos en contacto con Manuel Porcar, que estaba investigando en esa línea”, explica el alcalde socialista. Porcar, del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas de la Universidad de Valencia-CSIC, se muestra muy esperanzador con el proyecto en Aras de los Olmos: “Por una parte, es muy ilusionante que un municipio quiera ser autónomo energéticamente con sus recursos; por otra, nos viene muy bien contar con un socio como Aras de los Olmos para utilizar esa planta y verificar que esos microorganismos optimizados funcionarán no solo a escala de laboratorio, sino también a escala real”.
Optimizar el biogás para que sea más robusto
El científico se refiere a la optimización del proceso de fabricación del biogás para “obtener uno de mayor calidad, que se produzca más rápidamente, y que sea más robusto”. Para ello, hay varias tecnologías, como “la elección adaptativa en el laboratorio”. “La gente cree que las bacterias producen la biodegradación, pero no es exactamente así. Las bacterias empiezan a degradar la materia orgánica, pero el trabajo lo terminan unos primos lejanos, un grupo de microorganismos menos conocidos llamados arqueas, con las que trabajamos”, explica por teléfono Porcar. El catedrático coordina el consorcio europeo de investigación Micro4Biogas (que aglutina a seis países y 14 instituciones y está dotado con 5,7 millones de euros).
Las plantas de biogás están muy extendidas en el norte de Europa, especialmente por Alemania. España está muy retrasada en su desarrollo, como advierte Porcar: “Es verdad que el biogás ha funcionado muy bien en Alemania, en parte porque ha habido subvenciones; cuando han cesado o disminuido, la industria se ha resentido. Pero lo importante a destacar del biogás no es tanto que sea una energía limpia que pueda competir a nivel de precio con otras, sino que es una de las pocas, por no decir la única de las limpias, que acopla la producción con el tratamiento de recursos y residuos, matando dos pájaros de un tiro”. La construcción de la planta está prevista en los próximos dos años y con ella se pretenden gestionar todos los purines de las granjas porcinas de la comarca.
Los vecinos del pueblo consultados conocen los planes. Algunos desconfían porque ya hace años que se habla de ello y por su gran ambición. Como Santiago, que toma la fresca sentado frente a la puerta de la casa familiar. “El proyecto es estupendo, muy gordo. Sobre el papel está muy bien. Está por ver si se hace. No sé si habrá resistencia de las grandes compañías y de los monopolios, aunque sea un proyecto para un pueblo pequeño”, comenta. José Domingo está en la terraza de un bar que se ha llenado conforme ha ido cayendo el sol: “Yo tengo una granja porcina con fotovoltaica. El proyecto suena bien, pero es mucho dinero. No lo tengo claro. Tengo que decir que soy también concejal de la oposición [del PP]. ¿Quién se encargará de transportar los purines? Hay muchas cosas que ver”. En la carnicería, dos clientes se suman al apoyo decidido de Carmen a un proyecto que empieza a ser una realidad.
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