Sí hay dilema entre la Bolsa y la vida
Los políticos tienen que mostrar valor, sacar la pata y cancelar la Navidad
Mientras nuestros dirigentes buscan desesperadamente una forma disimulada de sacar la pata del barrizal de renos, almendrucos y camellos en que se han metido –los grandes defensores de alargar la mesa a diez ya se han avenido a volverla a encoger a seis, por poner un ejemplo tonto—, mientras la presidencia andaluza ha tenido el valor de cancelar la feria de abril y la semana santa del año que viene pero sigue sin atreverse a hacer lo mismo ...
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Mientras nuestros dirigentes buscan desesperadamente una forma disimulada de sacar la pata del barrizal de renos, almendrucos y camellos en que se han metido –los grandes defensores de alargar la mesa a diez ya se han avenido a volverla a encoger a seis, por poner un ejemplo tonto—, mientras la presidencia andaluza ha tenido el valor de cancelar la feria de abril y la semana santa del año que viene pero sigue sin atreverse a hacer lo mismo con las navidades que empiezan en una semana, mientras este país se inflige una tercera ola pandémica de la que tardaremos mucho en sacar la cabeza, con su carga de enfermedad, muerte y daño económico, mientras pasa todo eso, desocupada lectora, usted y yo podemos ocuparnos de las cuestiones más complejas y sutiles, aquellas que ameritan un pensamiento constructivo más fino que el del contable medio.
Es verdad que los políticos se enfrentan a decisiones muy difíciles. Los científicos y las facciones sanitarias de sus gobiernos les meten presión para cancelar la Navidad, así como suena, al igual que llevamos un año cancelando todas las fiestas, de las fallas a los sanfermines y hasta el baile más triste del último pueblo en vías de extinción, y así como el presidente andaluz acaba de hacer con las grandes ferias del año que viene. Los grupos de presión financieros y la facción económica de sus propios gobiernos, acostumbrada a llevar la voz solista, les empujan a desescalar con premura, a abrir comercios, a estimular la actividad a corto plazo para paliar la recesión. Convencer a un político de que alargue la mirada al horizonte, allí donde acaba su legislatura previsible, es como sacar a un camello de un pozo, que siempre acaba con varios ahogados.
Los grupos de presión financieros y la facción económica de sus propios gobiernos, acostumbrada a llevar la voz solista, les empujan a desescalar con premura
Pero basta un mínimo de intuición matemática para percibir que el cortoplacismo es justo la mirada más inútil que se puede aplicar a una pandemia. Hace un año reaccionamos tarde y nos ganamos la primera ola. Luego quisimos salvar el verano, causando una segunda ola que se ha llevado a decenas de miles de personas por delante. Ahora queremos salvar la Navidad, lo que está condenado filosóficamente a amplificar la tercera ola en la que empezamos a sumergirnos y que amenaza de nuevo con más saturaciones de los hospitales y las UCI, y por tanto con más muerte y destrucción.
Todos los políticos y líderes empresariales decían hace un año que el dilema entre salud y economía no existía. Lo primero es la salud, decían, y sin eso no habrá recuperación económica. Se equivocaron. Es justo ese dilema el que nos ha llevado a la presente situación, porque la obsesión pertinaz por salvar el verano, la navidad y los balances de la hostelería y el comercio causa muertes. Las autoridades sanitarias deberían grabarse esa ecuación en la frente. Resolver la pandemia requiere dañar a esos sectores, y esos daños deberán resolverse de otra forma, no a costa de provocar muertes evitables. Son decisiones muy difíciles, pero para eso los hemos elegido.
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