El socialismo imaginario
No es descartable que Tohá gane el domingo, aunque parece difícil con la información de la que disponemos. Pero en un sentido la candidata y su mundo ya fueron derrotados políticamente

El guion soñado de la primaria de las izquierdas era algo así: una disputa controlada entre las almas del Gobierno, donde triunfaría Carolina Tohá. La realidad ha sido más dura. Las encuestas muestran que la edulcorada candidatura de Jeannette Jara, ministra del mismo Gobierno y militante del Partido Comunista, estaría en el primer lugar. Por cierto, las encuestas pueden fallar y se vuelven más volátiles todavía con voto voluntario. No es descartable que Tohá gane el domingo, aunque parece difícil con la información de la que disponemos. Pero en un sentido Tohá y su mundo ya fueron derrotados políticamente, lo cual conecta con los fracasos de su sensibilidad en la última década.
Podemos distinguir en este fracaso al menos dos partes.
La primera se refiere a la hegemonía en las izquierdas. Dicho en términos simples: ¿está en el eje PS-PPD el centro gravitacional de la coalición? Si es que podemos llamar coalición a ese grupo de partidos mal avenidos que, como síntoma, todavía carece de nombre. Ninguno de los compañeros de ruta reconoce en el Socialismo Democrático al primus inter pares, aquel que por experiencia y poder electoral es capaz de influir decisivamente en las decisiones colectivas. Ese lugar, más bien, lo ocupa el PC: no marca la agenda diaria del Gobierno, pero cada vez que ha levantado la voz sobre algún tema, ha sido la posición definitiva. Le han permitido, además, un impensado margen de crítica y deslealtad al gobierno. Sus parlamentarios votan sostenidamente en contra de proyectos sensibles para el presidente —la agenda de seguridad o los estados de excepción— y figuras como Daniel Jadue y Lautaro Carmona pueden decir y hacer lo que mejor les parezca, incluso cuando eso tensiona fuertemente las posiciones comunes.
Respecto al otro socio: el Frente Amplio no se ha movido realmente un ápice desde su posición original. Una política de buenos contra malos, ricos contra pobres, poderosos de siempre versus el pueblo. Todo esto lo revela el enfoque de la campaña de Gonzalo Winter, como si ellos nunca hubieran formado parte de los poderosos. Fueron Gobierno por cuatro años. Tuvieron una bancada importantísima en la Convención Constitucional. Pese a estar plenamente insertos en el aparato del poder, la tesis política se mantiene: las responsabilidades están en otros, en quienes gobernaron en los malditos 30 años y terminaron rendidos al modelo neoliberal.
Pero la segunda parte del fracaso es, en algún sentido, más grave. Luego de sucumbir ante la presión del mundo frenteamplista, la centroizquierda pensó que su electorado seguía existiendo política y sociológicamente. Lo que faltaba eran buenos candidatos. Eso permitía explicar con alguna comodidad sus derrotas: Alejandro Guillier no calentaba a nadie en 2017, Yasna Provoste y Paula Narváez no lograron entusiasmar al electorado en 2022. Pero todo indica que la pérdida es más profunda: esas personas dejaron de creer en el Socialismo Democrático, y hoy eligen a otros para ser representados. No hay agua en esa piscina por ahora. Pensar que sigue ahí, esperando, es un autoengaño.
Ese es el gran desafío que tendrá desde el lunes el Socialismo Democrático. Si logra imponerse en la primaria, deberá hacer gestos a un grupo de aliados que buscan fagocitarlos, con cuyo voto no cuentan necesariamente. Pero, sobre todo, deberán mirar de qué manera sus propias limitaciones y errores llevaron al agotamiento de su coalición. Solo desde ahí podrán volver a enraizarse en la ciudadanía, identificar qué sectores sociales los abandonaron y hacia dónde migraron, y construir un proyecto nítidamente alternativo que convenza. Quizás la reconstrucción comience por convencerse de su relevancia, descartar la parte incorrecta de la crítica de sus aliados-oponentes, rearticularse y reivindicar su propia historia. Solo así podrán ser una alternativa real, en vez de vivir de glorias pasadas y fuerzas imaginarias.
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