Óscar Landerretche: “Es muy difícil que el Gobierno de Boric termine con logros reales. Por eso enfatiza en las 40 horas o el salario mínimo”

El economista, militante del Partido Socialista, dice que si la Administración de izquierdas logra sacar un acuerdo previsional, será “casi un milagro legislativo”

Óscar Landerretche en Santiago (Chile).Cristobal Venegas

Óscar Landerretche, economista, expresidente de la cuprífera estatal Codelco y académico de la Universidad de Chile, ve un complejo panorama para la Administración de izquierdas del presidente Gabriel Boric, que intenta echar adelante dos de sus reformas clave, la de pensiones y la tributaria, cuando le queda un año y medio para terminar su mandato. Con paños fríos, el militante socialista dice que si el Gobierno logra sacar un acuerdo previsional, no solo será “mucho más pequeño de lo que se pensaba”, sino que, de concretarse, será “casi un milagro legislativo”.

Laderretche también ve “muy difícil” que la actual Administración deje algún legado. Para él, el aumento del salario mínimo, una promesa de campaña de Boric que acaba de concretar, y la jornada de 40 horas, que rige desde abril, son dos logros con un impacto “acotado”.

A este panorama adverso, se suma un clima político crispado por las elecciones municipales de octubre. Todo, en medio del alza por tramos del costo de las cuentas de luz desde el 1 de julio (al 2025 el incremento llegará al 50% en las boletas) por una deuda con las generadoras eléctricas que hoy suma 6.000 millones de dólares, acumulada por el congelamiento en las tarifas por dos leyes: una en 2019, en medio del estallido social, durante la Administración del exmandatario de la derecha tradicional Sebastián Piñera, y otra en 2022, por la crisis de la pandemia, ya con Boric en La Moneda. Y si bien en mayo el Congreso aprobó la normativa de estabilización tarifaria liderada por el ministerio de Energía, que dio curso al incremento escalonado junto a un subsidio para los más vulnerables, ahora, y a contrarreloj, el Ejecutivo –presionado por el propio oficialismo –, impulsa otro proyecto para ampliar el beneficio.

Pregunta. ¿En qué momento del Gobierno de Boric llega el alza de la luz?

R. Estas alzas tienen tres partes: la que correspondería normalmente; lo que hay que compensar por las que no hiciste; y los intereses acumulados. Son muy inconvenientes, porque tenemos elecciones. Además, la narrativa del Gobierno ahora es que son partidarios del crecimiento y la estabilidad y esto les friega [estropea] un poco ambas cosas porque dificulta bajar la inflación –aunque ya está en un rango bastante manejable–, lo que puede demorar que el Banco Central baje más agresivamente las tasas de interés y eso encarece el crédito. La inflación eléctrica no solamente afecta a los hogares, también a las empresas. Ya lo dijo la gente de la minería, pero el problema es la pequeña empresa, que si le metes un chancacazo [golpe fuerte] de 30-40% de alza, es importante. Al Gobierno le molesta el alza electoral e inflacionariamente, y desde el punto de vista de la reactivación económica. Este caso es muy revelador de varios problemas que tenemos en la política.

P. ¿Es una demostración de la irresponsabilidad política?

P. Sí, y de algo aún peor, la disposición a engañar. Si bien en el mundo de las políticas públicas y los parlamentarios que la votaron sabíamos que existía esta ley, no es cierto que a la población se le haya dicho ‘estamos congelando los precios por la vía de que usted está tomando un préstamo con las empresas eléctricas’. Y ahora se les dice: ‘usted no sabía, pero nos debe plata’. No está bien hacer políticas que son beneficios sociales, pero que en realidad las terminan pagando la gente. Es una práctica absolutamente demagógica y completamente sin vergüenza. Lo más increíble es que lo hicieron los gobiernos de derecha y de izquierda. El problema es estructural.

P. ¿Va a tener algún coste político?

R. En la política de hoy ser completamente inconsistente, contradictorio, no tener integridad respecto de lo que uno dijo o hizo no tiene ningún costo. Vivimos en una realidad comunicacional en que el último vídeo que subiste a Instagram es la realidad, y la gente te lo compra sin problema. El problema al final son los votantes. Lamentablemente, en el último tiempo, han optado en forma sistemática por validar a personas muy discutibles en sus comportamientos.

P. ¿Qué están premiando los votantes?

R. Se le han ofrecido muchas alternativas y han premiado a los demagogos. Es cosa de darse una vuelta por la Cámara de Diputados para darse cuenta de que tenemos un problema. Hay excepciones, pero son minoría. Si me preguntas si vamos a tener a un Trump o una Giorgia Meloni, no creo que vayamos para allá. Lo que está predominando dentro del peligro populista en Chile son los temas de seguridad, por lo tanto, el modelo político que a uno lo asusta es más bien un Bukele que un Milei.

P. Usted ha sido muy crítico del Gobierno de Boric, que ha ido cambiando. Hay quienes dicen que se convirtió en un socialdemócrata. ¿Usted qué cree?

R. No tengo la menor idea de cuáles son las convicciones de los que actúan hoy en política. Los políticos, particularmente los de la generación que nos gobierna, realmente creen un mundo virtual, da lo mismo lo que soy o creo, lo que importa es lo que represento, el performance. Esta crítica también es a los políticos de derecha jóvenes. La única convicción de la cual estoy seguro es que quieren tener poder y si el día de mañana hay que ser neoliberal, van a serlo, y si hay que ser marxista leninista, van a serlo. ¿Pero qué es lo que realmente creen? No lo sé.

P. ¿Cómo ve al Gobierno de Boric en los hechos, no en la retórica?

R. El problema que tiene este Gobierno en los hechos, es que gastó dos años en la dinámica de la reforma constitucional. Y en los ciclos políticos de cuatro años, es que en esos dos haces todo lo que puedes. Además, el ministro de Hacienda [Mario Marcel], a quien le tengo mucho respeto y admiración, se equivocó con la primera reforma tributaria, estiró el chicle demasiado lejos, perdió y se comió casi que el único espacio que había quedado. Capaz que puedan sacar un acuerdo previsional, mucho más pequeño de lo que se pensaba y que lo hay que hacer, pero va a ser casi un milagro legislativo. Es muy difícil para este Gobierno que termine teniendo logros reales, por eso están enfatizando en las 40 horas o el salario mínimo, que son cosas de impacto bastante moderado.

P. ¿No tiene gran impacto pasar de un sueldo mínimo de 350.000 a 500.000 pesos?

R. Si es que tú ganaras el salario mínimo, pero en Chile un 28% a 30% del mercado laboral es informal, por lo que no tienen que respetarlo.

P. El Gobierno calcula que 800.000 personas se ven beneficiadas.

R. Eso dicen. Lo que muestran los papers es que no tiene casi ningún efecto. Los efectos que les gustan a la izquierda, los distributivos, son muy pequeños por la informalidad. Y los efectos nocivos que le gusta enfatizar a la derecha, de que genera desempleo en las pymes, tampoco son reales porque es muy evitable. Es un logro, lo reconozco, pero es mucho más acotado en sus impactos y por eso es menos resistido.

P. ¿Y las 40 horas?

R. Según las estadísticas del Instituto Nacional de Estadísticas y las de la Universidad de Chile, antes de la pandemia ya teníamos un mercado laboral en que las horas de trabajo promedio semanales eran como 40,7. Y todos sabemos que eso se redujo con la pandemia. Los grandes empresarios estaban a favor porque no les afecta.

P. ¿Y el legado que dejará el Gobierno de Boric?

R. Es muy difícil que tenga un legado. Si fuera ministro de Hacienda me concentraría en tratar de sacar un aumento de las pensiones. Estos grandes planes de reformular la estructura completa del sistema, creo que es inviable. Tienes que generar un beneficio asociado a algún tipo de financiamiento, que al final del día es algún tipo de impuesto. Si quieres tener un logro, encuentro muy difícil que tengas la posibilidad de hacer algo más grande que eso.

P. Hay sectores de la oposición y la centroizquierda que celebran que el plebiscito haya sido pronto para que el Gobierno cambiara sus planes de reformas y prioridades.

R. Me coloco a la izquierda de esa hipótesis porque Chile sí tiene que hacer transformaciones importantes. Hay un sector del empresariado que le encanta el inmovilismo de la política chilena, encuentran estupendo lo que ha ocurrido estos últimos años. Tuvieron un poquito de susto, pero el hecho de que la política esté inmovilizada por extremistas de un lado y del otro les encanta. Esa mirada es pan para hoy y hambre para la mañana, porque las tendencias de estancamiento del proceso de desarrollo siguen presentes.

P. ¿Y cómo ve el proyecto de la derecha?

R. A la derecha la veo con un nivel de cortoplacismo respecto a la inversión y educación. En términos económicos, creo que hay un debate en el que está buscando su nueva alma. Y hay tres que están compitiendo: una tradicional, nostálgica de la revolución neoliberal e incluso del autoritarismo de la dictadura; una liberal, moderna, que se parecería mucho a los ‘tories’ ingleses; y una emergente social cristiana, al estilo de la democracia cristiana alemana de Angela Merkel, que combina libre mercadismo con una protección social razonable.

P. ¿No es muy difícil para un votante hilar tan fino?

R. Y es muy difícil para un candidato. Uno ve los candidatos presidenciales de la derecha emergente tratando de ordenar este guiso y no es fácil, porque esta identidad tan cruzada no está realmente ordenada por partidos. Creo que es muy importante que encuentren el alma porque si la derecha va a gobernar simplemente por oposición al Gobierno actual, lo van a hacer igual de mal, pero con sus visiones extremistas. Hay un peligro grande en eso porque además Milei, los fenómenos electorales europeos, la desgraciadamente probable victoria de Trump, le tirarán agua a ese molino. La derecha tiene que hacer una reflexión muy profunda sobre el modelo ideológico que le propone el país. Y el peor consejero para encontrar el modelo de una derecha de futuro es la nostalgia.

P. ¿Está convencido de que el próximo Gobierno será de derecha?

R. Es muy probable, no inevitable. Si me hicieras apostar, pondría la plata en que va a ganar. Eso no significa que vaya a ser un Gobierno más ordenado, ni más competente que el actual. Y tengo harto susto porque hay una probabilidad bien alta de que pasemos a una fase de derecha populista.

P. ¿Encarnada en quién?

R. Eso hay que verlo. Chile era muy estable en que siempre sabíamos como tres años antes quién iba a ser el siguiente presidente. Aparentemente eso cambió con el estallido y todo el fenómeno de Boric, que implosionó el sistema político. Algunos creen que eso va a seguir. Una parte de mí le presta ropa a eso. La otra parte me dice que, claramente, Evelyn Matthei tiene una ventaja gigantesca. Es una persona muy competente que tiene que cocer este guiso extraño de esta nueva derecha. En el mercado de apuestas le pondría algo de plata a que va a ganar en Matthei y algo a que aparecerá un caballo negro.

P. ¿El proyecto de la derecha se desvirtúa con la aparición de republicanos?

R. Creo que el único proyecto que ha tenido la derecha es el piñerismo. Piñera era un tozudo, completamente imparable y además tenía plata, por lo tanto, no tenía que pedirle permiso a nadie. Era una especie de derecha pro mercado, pero bastante liberal, en lo social y en derechos humanos. Esa mezcla era muy incómoda para la derecha, pero Piñera llegó y la impuso. Y terminó copando RN, pero también a la UDI. Por eso aparece José Antonio Kast. El proyecto Piñera fue exitoso, gobernó dos veces. Pero no tienen en este momento un reemplazo de eso.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS Chile y reciba todas las claves informativas de la actualidad del país.

Sobre la firma

Más información

Archivado En