Maite Alberdi: “En el documental el espectador tiene menos tolerancia al dolor que en una ficción”

La cineasta chilena, directora de ‘La memoria infinita’, nominada a los Oscar, aborda su proceso creativo y cómo los dolores de sus personajes se transforman en los suyos

Maite Alberdi, en Nueva York.Paola Chapdelaine

La grabación de La memoria infinita, recién galardonada como la Mejor Película Iberoamericana en los Goya, demoró cuatro años y medio. Durante los tres primeros, Maite Alberdi (Santiago, 40 años) no tocó ninguna puerta. No le gusta vender algo sin tener la certeza de que entregará lo prometido. Para averiguarlo no tiene otra opción que coger su cámara y esperar una tonelada de horas para que lo que busca, ocurra. Su particular olfato y sensibilidad consiguen que finalme...

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La grabación de La memoria infinita, recién galardonada como la Mejor Película Iberoamericana en los Goya, demoró cuatro años y medio. Durante los tres primeros, Maite Alberdi (Santiago, 40 años) no tocó ninguna puerta. No le gusta vender algo sin tener la certeza de que entregará lo prometido. Para averiguarlo no tiene otra opción que coger su cámara y esperar una tonelada de horas para que lo que busca, ocurra. Su particular olfato y sensibilidad consiguen que finalmente esos momentos sucedan. Y emocionen. “Al principio siempre es a riesgo financiero y muchas veces a riesgo creativo”, apuntaba este martes en una videollamada desde un hotel en Nueva York, en plena campaña para los Oscar, donde la cinta sobre el cuidado y el alzhéimer aspira a llevarse el premio a Mejor Documental.

Mientras Alberdi registraba la historia de amor entre la actriz Paulina Urrutia y el periodista Augusto Góngora, los protagonistas de La memoria infinita, trabajaba en El agente topo, un profundo retrato sobre la soledad en un hogar de ancianos, también aclamado por la crítica y presente en las principales premiaciones de la industria. En los documentales, las grabaciones son pacientes, reposadas, pero la chilena no para. En una ventana que tuvo en 2023 grabó su primer largometraje de ficción, una película para Netflix sobre la que aún no puede referirse.

Pregunta. Su trabajo aborda los dramas desde el prisma del humor y el cariño. ¿Busca darles un respiro?

Respuesta. Es una decisión que tomo cuando elijo a las personas que voy a filmar. Si no me hacen reír o no tienen liviandad, no puedo. Si algo es muy, muy, muy terrible, muy trágico, sin matices, no me voy a meter ahí, sobre todo porque creo que en el documental el espectador tiene menos tolerancia al dolor que en una ficción, porque es real. La vida es suficientemente terrible como para que te pongas un documental donde no hay luces. Además, en la vida hay luces. Como trato de mirarla así, elijo lugares y personas que en medio de un posible drama me hagan reír o que lo estén pasando bien en el cotidiano. Se trata de que las tragedias sean contextos y no el modo de abordar esa realidad. Desde ahí me engancho porque tengo que poder dormir en las noches. Es como el dolor en su justa medida.

P. También son temáticas universales. No hay que ser chileno ni conocer a los personajes para empatizar. ¿Cuánto pesa eso en sus proyectos?

R. Yo trabajo para el mundo, no para un país o una idiosincrasia. Más que la temática, lo que generan los personajes debe ser universal, que realmente te puedas conectar con la persona que tienes al frente y que los temas puedan discutirse en todos lados. Tiene que ver principalmente con el nivel de conexión que me genera y que veo que puede impactar en otros. Soy el primer parámetro al decir ‘ok, quiero estar con esta persona, me genera interés, entusiasmo, me conecta emocionalmente’ y entender que ese radar sí va a funcionar para el público.

P. Son años trabajando con los personajes. ¿Cuán vinculada queda a esas relaciones?

R. Yo vivo muchos años con las personas que filmo. Entonces son personajes de las películas, pero para mi son relaciones personales que tengo en mi vida y que construyo. Lo que les pasa a ellos me pasa a mí, lo que sienten ellos, lo siento yo, y sus pérdidas son mis pérdidas. Al final se transforma en mis experiencias de vida. Lo vivo así porque es mucho tiempo compartido. Son mis duelos y mis amores también.

P. Cuando recibió el Goya dijo que La memoria infinita le había enseñado otras formas de duelo. ¿Cuáles fueron?

R. Es una gran pérdida, pero me queda la sensación de una celebración por la buena vida y el buen amor. La misma sensación que tuve en el funeral de Augusto [Góngora]: una tristeza nostálgica, pero sin la sensación de tragedia con que se aborda la muerte habitualmente. Creo que a Paulina también la he visto así, compartiendo la pena, el duelo, conversándolo, muy expuesto en el buen sentido. Las dificultades se hablan y no se esconden, lo mismo que hicieron ellos con el alzhéimer.

P. Ha sido un año de reconocimientos. ¿Es el momento, la temática del documental, un premio al esfuerzo de muchos años?

R. Creo que es todo un poco, pero no existe una película sin la otra. Los premios como el del DOC NYC, el de Sundance, que son a la película, también derivan de la visibilidad que han tenido las anteriores. El éxito de La memoria infinita lo atribuyo a que tiene una emoción muy excepcional. Más allá del tema del alzhéimer, que no creo que sea el tema, siento que es lo que le pasa a la gente viendo la película en todos los países. Es el mismo nivel de intensidad y eso no pasa siempre.

P. El agente topo también llegó a los Oscar, pero fue una campaña virtual por la pandemia. Ahora lleva 13 meses promocionando La memoria infinita en terreno. ¿Cómo afecta la diferencia?

R. Prefiero 1.000 veces la campaña pandémica para mi calidad de vida. También me pareció una campaña más democrática para las películas, donde no había que desplegar todos los presupuestos que despliegan los distribuidores. Nosotros llegamos con El topo porque estábamos todas las películas en las mismas condiciones y no había que organizar eventos. Era una película independiente en la distribución, no como La memoria infinita. En este contexto no sé si lo hubiésemos logrado. Un año de campaña se hace muy largo, pero Sundance [donde se estrenó el documental en enero de 2023] es el mejor festival para entrar en Estados Unidos. Solo que uno no sabe lo que va a pasar. Si la prensa te va a pescar [tomar en cuenta], si la vas a vender. Es una apuesta, pero aquí todo funcionó: ganamos [el premio del jurado], la compraron, la prensa fue increíble. Es bien impresionante la cantidad de países en los que se estrenó y el impacto que tuvo.

P. ¿Cómo ha sido su experiencia en la industria hollywoodense?

R. Las campañas de premios son muy desgastantes para un director. Lo he vivido como una oportunidad de promoción de mi cine, he tratado de asumirlo así, de agradecer tener un espacio. Es una oportunidad que no sé si se volverá a dar. Fue muy particular: tener un distribuidor dispuesto a invertir en una directora chilena y en una película chilena en Estados Unidos y en el mundo. No siempre pasa. Agradezco el regalo, pero es eso. Nosotros ya hicimos todo, ya estamos acá, era imposible: 167 películas, la mayoría gringas [estadounidenses] y lo logramos. Voy solo a celebrar, a estar ahí sin expectativas.

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