Chile y el sueño olímpico: ¿Y por qué no en invierno?
La sugerencia del presidente del COI y el éxito organizativo de los Panamericanos abrieron el debate, olvidando que Chile y Argentina son los únicos países del hemisferio sur que podrían organizar los Juegos de Invierno
Thomas Bach, el presidente del Comité Olímpico Internacional, abrió el debate justo después de asistir a la ceremonia de inauguración de los Juegos Panamericanos Santiago 2023: “Deben colocarse la siguiente meta. Y perfectamente podrían ser los Juegos Olímpicos”.
Rápidamente, y al calor del éxito organizativo, se abrieron los apetitos. Neven Ilic, timonel de Panam Sports, suscribió que era un sueño posible. Tras él varias autoridades lo plantearon como una opción viable, incluyendo al presidente Gabriel Boric, anticipando que desde el Gobierno se analizará la factibilidad de invertir pensando en el desafío del 2036. Desde el Comité Olímpico su presidente, Miguel Ángel Mujica, le puso paños fríos al sueño diciendo que no era posible una inversión de esa magnitud en el corto plazo.
Entre el populismo y la emoción, existió un margen aterrizar la propuesta, sobre todo considerando que, tras visitar Chile, Thomas Bach aterrizó en Argentina proponiendo el mismo desafío de organizar los Juegos. Y como en la memoria colectiva de los chilenos aún está fresco el portazo de la FIFA a la posibilidad de albergar la Copa del Mundo, el entusiasmo que buscaba contagiar el timonel del COI se fue diluyendo, sobre todo cuando sobre la mesa aparecieron los documentos técnicos que certificaban que la inversión para albergar la fiesta planetaria de los 10 anillos tiene un costo 15 veces superior a la de los Panamericanos.
Lejos de esa discusión, en Chile sigue sin resolverse el futuro de los escenarios construidos para el evento y que significaron –inicialmente y antes de hacer los balances definitivos– un costo superior a los 600 millones de dólares. No hay competencias nacionales o continentales que permitan rentabilizar la inversión, por lo que las experiencias anteriores de Río de Janeiro y de Lima, que han tenido dificultades para la mantención de los recintos, aparece como altamente probable. Y masificar o tercerizar su utilización tampoco es una opción realista.
Si de sueños se trata, con el apoyo del COI o de los países vecinos, hay una opción que parece más viable. Los Juegos Olímpicos de Invierno de disputan desde 1924 en países dotados de montaña, pero hasta ahora ha sido una fiesta exclusiva de los países del hemisferio norte. Efectuados en el intervalo par de los Juegos de Verano, han sido entregados 17 veces a Europa, cuatro a Asia y cinco a Norteamérica. Los próximos asignados serán en el 2026 en Milán, Italia. Los únicos países de la mitad sureña del planeta que podrían recibirlo son Chile y Argentina, en un esfuerzo individual o conjunto.
La inversión sería elevada, por cierto, pero más abordable que las sueño olímpico al que se han subido las autoridades en medio de la fiebre panamericana. Y potenciaría la zona sur patagónica del continente, lo que abriría un atractivo más a una competencia que parece demasiado elitista. Y en las externalidades, abriría una ventana a la montaña, que aún no logra masificar la práctica de deportes como el esquí o el patinaje en esta parte del mundo.
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