Claudia Pizarro, alcaldesa chilena: “En los barrios pobres de Chile, ser progresista y revolucionario es ir a comprar pan y volver con vida”
La alcaldesa de La Pintana, el municipio más humilde de Santiago, es una de las cuatro autoridades municipales amenazadas de muerte y de las primeras en denunciar el avance del narcotráfico y la delincuencia organizada
Claudia Pizarro (Pedro Aguirre Cerda, 58 años) es una de los cuatro alcaldes chilenos que tiene protección policial por amenazas de muerte asociadas al narcotráfico. En su caso, desde el año 2017, gran parte del periodo que lleva en la Municipalidad de La Pintana, la comuna más pobre de la capital chilena. En este municipio, en el sur de la ciudad, una sola comisaría de Carabineros cuida sus 189.000 habitantes. Fue a La Pintana donde el actual presidente Gabriel Boric llegó como candidato, a fines de 2020, a reunirse con la agrupación de víctimas de delitos violentos. Reúne a personas que han perdido a sus familiares por disparos de las balas locas, las que hieren y matan a cualquiera que tiene la mala suerte de estar en determinado lugar en un momento equivocado.
Pizarro fue la primera autoridad municipal en denunciar amedrentamientos. Y, hace dos semanas, se sumaron otros tres alcaldes que hicieron pública su situación. Uno de ellos es Rodolfo Carter, de La Florida, un municipio cercano a La Pintana, que desde febrero ha emprendido la demolición de casas que están en manos de narcotraficantes. “Solidarizo con él, porque sé lo que es vivir con protección policial”, dice ella.
La administradora pública, democristiana, fue también la primera alcaldesa en denunciar, públicamente, cómo la narcocultura estaba instalándose en algunos barrios. Cuando lo dijo, hace al menos cuatro años, el término narcocultura era casi desconocido en Chile. O lejano para muchos, cree ella. Lo mismo ocurría con la irrupción del crimen organizado que, recuerda, ha venido denunciando desde hace mucho. Hoy, en cambio, la crisis de seguridad se ha extendido a gran parte del país, algo que para Pizarro no ha sido una sorpresa.
La alcaldesa concede esta entrevista a EL PAÍS en su oficina. Allí, la cortina, modelo roller, parece casi nueva si no fuera por un agujero. En octubre de 2020, un día por la mañana, de pronto vio que en el piso había vidrios quebrados que cayeron de su ventana. Luego observó la pared de enfrente: vio una rotura pequeña que no conocía. Solo cuando se acercó y raspó la madera, supo lo que era: una bala. Esa ha sido una de las varias amenazas que ha experimentado, a la que se han sumado rayados en su contra afuera del municipio y zapatillas colgando de los cables de electricidad –una conducta propia de las cárceles– que Pizarro ha visto con estupor.
Pregunta. ¿Cómo se vive seis años con protección policial?
Respuesta. Restringiéndose mucho. Mi vida es del trabajo a la casa y mi vida social, muy escueta. Al tener protección policial, pienso que ese carabinero tiene familia, no le pagan horas extras y yo trabajo mucho. Sería ilógico que, además, él me tuviera que acompañar a un cumpleaños, a un bingo o la feria. Son cosas que nunca más hice desde que soy alcaldesa.
P. Usted fue la primera alcaldesa en denunciar el avance del narcotráfico y del crimen organizado. ¿Qué le parece que en 2023 sea lo que manda en la agenda nacional? ¿Desde cuándo se ha observado esta situación?
R. Desde siempre, solo que antes no se atrevían a decirlo. Esto viene en una escalada desde el 2010 a la fecha. Ellos (los delincuentes) ya venían organizándose, siempre lo dije. Lo que pasa es que cuando lo hice, decían que yo estigmatizaba. O sea, el contar la verdad no estigmatiza, sino que se trata de pedir un SOS de ayuda, porque no podemos solos.
P. ¿No se le escuchó?
R. No me creían que esto pasaba. Era no asumir que en Chile ocurría. Era como esconder la mugre bajo la alfombra, mientras la mugre seguía creciendo. El crimen organizado no nació de la noche a la mañana. Porque cuando se mete la droga a las poblaciones [barriadas pobres], es porque ya entró al país. Entonces, no fuimos capaces de mirar por dónde venía entrando. Y hay gente que se ha enriquecido con esto, que lava dinero. Los narcotraficantes no viven en las poblaciones, pero usan a las personas. A ellos no les allanan las casas. Es cierto que acá hay microtráfico, pero tampoco sacamos mucho con meter 100 delincuentes a la cárcel si luego aparecen otros 200. No hay una actitud de largo plazo de prevención.
P. ¿Qué le parece la estrategia del alcalde Carter de demoler casas narco?
R. Él es muy inteligente. Comparto la decisión de que a los narcotraficantes hay darles donde más les duela. Él ha dicho que es una señal, pero las señales que involucran recursos públicos deben ser efectivas y evaluadas. Hasta el minuto (la estrategia) no ha sido tan efectiva, porque no les estamos quitando a los narco lo que más les duele, sino destruyendo la ampliación de una casa. Y en esas casas no viven los narcos, están arrendadas.
P. Chile ha incrementado en un 30% los homicidios ¿le llama la atención esa cifra?
R. En 2020, cuando estábamos en pandemia, acá en La Pintana hubo 36 homicidios y en un solo sector. Un hombre mató a siete ese año, hasta que lo mataron a él. En 2021 hubo 16 y en 2022, terminamos con 11. Acá, a diferencia de otros municipios, los delitos contra la propiedad han ido a la baja, pero los delitos contra las personas, al alza. La realidad es distinta. Acá las personas no tienen asegurada ni su vivienda ni su auto ni su vida. Yo sé que las cosas han ido cambiando en Chile, pero acá hay mucho temor permanente. Las personas no están seguras ni siquiera dentro de su casa.
P. ¿Hay casos que le hayan impactado?
R. Tenemos la triste historia de Baltasar, un bebé de nueve meses, que recibió una bala loca que penetró por su techo. O Yasna Yaupe, que recibió un impacto de bala dentro de su casa mientras amamantaba a su hija de dos meses; o Xiomara, de 15 años, que salió a comprar comida para su casa y murió por una bala. Tenemos 10 casos de esos en La Pintana y una agrupación víctimas de delitos violentos: todos ellos se quieren ir. Acá, en los barrios pobres de Chile, ser progresista y revolucionario es ir a comprar pan y volver con vida a tu casa; es ir a trabajar y volver a tu casa sin que te haya pasado algo.
P. ¿Qué la parece el vuelco de la opinión pública que, después del estallido social de 2019, ahora respalda a Carabineros?
R. Eso grafica que la seguridad es lo más importante. Espero que carabineros tenga la suficiente idoneidad, no la desconozco, para utilizar bien esta nueva ley Naín-Retamal [que les entrega más poder frente a los delincuentes], que viene a subsanar algo injusto. Ya tuvimos un policía muerto en La Pintana en 2018 y fue súper doloroso, terrible. Lo que yo pido es mayor presupuesto para carabineros, para inteligencia policial, para armamento, y que todos sus vehículos estén blindados. También quisiera que no se sigan vendiendo municiones tal como se vende el pan.
P. ¿Qué le parece el giro del presidente Boric respecto de Carabineros, que pasó de la crítica a la entrega de respaldo total?
R. Yo creo que él ha venido cambiando su mirada desde que es candidato. Pero eso no le pasa a un candidato o un presidente, sino a mucha gente. A él le cambió su mirada cuando vino a La Pintana, en la segunda vuelta presidencial. La agrupación de víctimas le dijo que la gente de esta comuna quiere más carabineros y un cuartel policial cerca. Él se sorprendió con la falta de dotación, tanto en recursos humanos como de vehículos e infraestructura. Conocer la necesidad en primera persona, sin duda, cambia. Y eso es lo que le pasó a él. Ha estado preocupado de las víctimas en forma silenciosa. Y yo espero que haya un proyecto de ley para amparar a estas familias. Es algo que vengo hablando desde el tiempo del presidente Sebastián Piñera.
P. Su municipio ha sido históricamente de izquierda, pero el año pasado, tal como en el resto de Chile, acá ganó el rechazo a la nueva Constitución, pese a que a usted se la jugó el apruebo. ¿Cómo vivió ese resultado?
R. Me golpeó. Yo veía que la opción de aprobar la nueva Constitución no iba a ganar. Fue súper fuerte, porque durante el proceso fue muy complejo avanzar. Uno, por los medios de comunicación, pero no podemos decir que todos están en manos de la derecha. Y el papel de algunos constituyente también ayudó al rechazo.
P. ¿No atribuye el rechazo, en un 62%, al texto constitucional que se presentó?
R. Yo sigo enamorada de esa Constitución. Era muy vanguardista para nuestro país. No se entendió. Los conceptos fueron muy rebuscados. Tampoco se supo explicar. Hay miles de razones. Me golpeó porque creo que pasó la oportunidad y ya no la vamos a volver a tener. Yo creo en un Estado de bienestar, no es uno subsidiario.
P. ¿Ha reflexionado sobre su decisión de haber jugado su capital político por una opción?
R. Puse todo mi capital político para que se aprobara la nueva Constitución y vi que no todos los alcaldes lo hicieron. Y los parlamentarios tampoco.
P. ¿Fue un error de su parte?
R. No fue un error. Siempre que me movilizo lo hago con toda la pasión del mundo, porque creo en los proyectos. Un Estado de bienestar también tiene que ver con qué tan solidarios somos los chilenos con el otro. Nos perdimos una oportunidad. Yo quiero terminar con la Constitución de Pinochet y creo en el derecho de vivir en paz, pero no para algunos, sino para todos. Y eso debe estar reconocido en la Constitución.
P. ¿Qué opina del nuevo proceso constitucional que está en curso?
R. Está muy difícil. Y si perdemos, va a ser un golpe peor, porque vamos a quedar con la Constitución de 1980, la Constitución de Pinochet. Pero no hay que bajar los brazos. La esperanza es lo último que se pierde.
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