Nubes sin viento

La cantautora Angel Olsen enmudeció Razzmatazz con las canciones de “All mirrors”, saludado como uno de los mejores discos del pasado año

Barcelona -
Angel Olson en el Razzmatazz.Indi van Vega

Clásica, pero no apegada a la nostalgia, no teniendo por finalidad reconstruir un pasado que nadie de los que estaban viéndola en Razzmatazz vivió. O casi nadie, pues público de edad provecta lo había, infiltrado entre una audiencia que despedía los treinta o ya se había acostumbrado a los cuarenta hace tiempo. Estar en la noche del domingo escuchado a Angel Olsen, norteamericana y cantautora, era tal que bañarse en fórmulas musicales ya conocidas, canciones tintadas de oscuridad rockera post Cocteau Twins como “Lark”, preciosidades tocadas por el country de la guisa de “Sister”, imaginables e...

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Clásica, pero no apegada a la nostalgia, no teniendo por finalidad reconstruir un pasado que nadie de los que estaban viéndola en Razzmatazz vivió. O casi nadie, pues público de edad provecta lo había, infiltrado entre una audiencia que despedía los treinta o ya se había acostumbrado a los cuarenta hace tiempo. Estar en la noche del domingo escuchado a Angel Olsen, norteamericana y cantautora, era tal que bañarse en fórmulas musicales ya conocidas, canciones tintadas de oscuridad rockera post Cocteau Twins como “Lark”, preciosidades tocadas por el country de la guisa de “Sister”, imaginables en el repertorio de Lucinda Wiliams, delicadezas marcadas por la intimidad y la sencillez de “Windows” o piezas de dibujo complejo como “Summer”, que bien podría cantar Kate Bush. Todo cabía, todo cabe, en el repertorio de esta artista pautada por una voz de registro emocional y arropada por una banda que supo recrear las atmósferas intimistas y sofisticadas por las que, lentamente, discurrieron sus canciones.

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Y todo ello visto en sala, no entre las multitudes ruidosas de un festival, sino en un espacio en el que el silencio imponía su gravedad, solo roto por los aplausos que rubricaban cada canción de Angel Olsen, cercana y simpática bajo ese peinado de sacerdotisa que remataba un vestido negro de flecos con sabor años veinte y unos botines plateados que pudo haber calzado Bowie. Todo como de época, canciones, aspecto, instrumentación y escenografía, una foto de una escalera señorial propia de un recinto lírico o de un recargado palacio. Clasicismo para tiempos postmodernos, un recuerdo de lo que fuimos musicalmente ahora que no se sabe hacia dónde vamos –en el supuesto de que sea necesario saberlo-.

Entre su repertorio, apenas catorce canciones, alguna en acústico, solo voz y guitarra como “Unfuckteworld”, mayoría de temas de su último trabajo, “All mirrors”, situado en muchas listas como uno de los mejores del pasado año, representado por ocho composiciones con la instrumentación delimitando el espacio. Cuerdas y teclados con el soporte de guitarra, bajo y una batería tocada también con escobillas, véase “Tonight”, al servicio de la voz de Angel, delicadeza que también araña. Más bien hierática en escena, como una especie de cariátide enlutada, que ni cuando las canciones se acercaban a la melodía pop, caso de “Spring”, perdía un tono de abatimiento que habrá que entender como generacional y estético, muy presente en “All Mirrors”. Difícil resistirse a formar parte de la madeja tejida por Angel Olsen de principio a fin de la noche, hilos en los que prenderse sin dejarse acuciar por la prisa, el tiempo o la urgencia que se antojan los peores enemigos de una música pausada como el discurrir de las nubes en un día sin viento.

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