Todas las formas de luchar son válidas

No es ser cobarde decidir que hoy no te vas a coger de la mano de tu pareja al cruzar entre un grupo de hombres cis

Ambiente en el desfile del Orgullo Gay, este sábado en Madrid JAIME VILLANUEVA

Hoy no. Fue lo primero que me dije antes de amanecer, de sacar el móvil y meterme en Instagram, de prepararme un café de sobre de Nescafé. Es difícil sentir orgullo cuando la violencia hacia nuestros cuerpos e identidades, está tan presente y es tan evidente.

Y esa violencia se permea desde los gestos más pequeños de la cara cuando cruzas la mirada con alguien en el metro hasta en las violencias institucionales, sociales, culturales… Como el vídeo de un hombre homófobo atacando verbalmente a otro en Barcelona durante el Orgullo —“Cuando salgas te voy a dar hostias y se te va a quitar la...

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Hoy no. Fue lo primero que me dije antes de amanecer, de sacar el móvil y meterme en Instagram, de prepararme un café de sobre de Nescafé. Es difícil sentir orgullo cuando la violencia hacia nuestros cuerpos e identidades, está tan presente y es tan evidente.

Y esa violencia se permea desde los gestos más pequeños de la cara cuando cruzas la mirada con alguien en el metro hasta en las violencias institucionales, sociales, culturales… Como el vídeo de un hombre homófobo atacando verbalmente a otro en Barcelona durante el Orgullo —“Cuando salgas te voy a dar hostias y se te va a quitar la mariconería”—, o el ejecutivo de Nivea diciendo “nosotros no hacemos cosas para gays”, según publicó The Times. O la Asociación Jóvenes por España con su lona en el puente de Nuevos Ministerios con el lema “Matrimonio es igual a hombre más mujer”.

O España 2000 colgando una bandera de “Orgullo Hetero” del balcón del Ayuntamiento de Valencia. M. dice que “el Orgullo es una caricatura denigrante”. Que no ve colores, “ve personas”, pero lo ve para pintar la fachada del CIE de Aluche de amarillo cuando ocurre una redada racista; lo ve cuando se coloca las lentes para vulnerar los derechos de los migrantes con la Ley de Extranjería, que te quiere “ames a quien ames”, pero que “este es un espacio público y hay niños, comportaos y no os cojáis de las manos ni mostréis afecto”.

Así que hoy no. Nos enseñan a confrontarnos pero nuestra respuesta no siempre tiene que operar bajo la misma urgencia. Es igual de válido luchar buscando refugio en espacios no mixtos, aquellos espacios que tejen grupos de resistencia, de cuidados y de empoderamiento para, como dice ‘Locarconio’, ganar confianza. Es igual de válido luchar desde el secreto.

No estoy negando que la ciudad sea violenta. Lo es. Pero difiero de quienes dicen que la única manera de responder es devolviendo un golpe más fuerte. Creo en el radical softness, de Lora Mathis; creo, como dice Jota Mombaça, que el silencio no nos va a proteger, pero el secreto sí. Y la nutrición del deseo de huir y de existir es también resistencia.

En una ciudad donde se normaliza la violencia, no es ser cobarde aumentar el volumen de tus cascos y pretender que miras el móvil cuando te gritan “vete a tu puto país”. Ni lo es cuando encuentras seguridad en espacios no mixtos.

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La confrontación dura no es la única solución. El secreto no opera bajo el mismo nivel de urgencia. No es ser cobarde decidir que hoy no te vas a coger de la mano de tu pareja al cruzar entre un grupo de hombres cis [cuya identidad de género coincide con su fenotipo sexual] por la calle porque no te sientes segura o no salir del armario porque correrías el riesgo de que te echen de casa. Es decidir quererte porque descubres que ames a quien ames, Madrid no siempre te va a querer. Es nutrir el secreto.

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