Así hablaría Zaratustra en el circo

El colectivo Circo Interior Bruto, surgido en la escena alternativa de los 90, estrena nuevo espectáculo en Madrid

Hace 20 años, un local en el número 21 de la calle Jesús y María, en el barrio de Lavapiés, acogió el nacimiento de Circo Interior Bruto, un colectivo amplio –su número de componentes ha ido variando a lo largo del tiempo, oscilando siempre entre los 8 y los 12 miembros– que nació como respuesta “a la falta de interioridad, brutalidad y espíritu circense” del arte de aquel entonces. Lo suyo no era ni teatro ni performance ni arte de acción, pero tenía un poco de todas estas disciplinas. Su primer proyecto, La Creación del Mundo en once funciones –una serie de piezas que abordaban, como su prop...

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Hace 20 años, un local en el número 21 de la calle Jesús y María, en el barrio de Lavapiés, acogió el nacimiento de Circo Interior Bruto, un colectivo amplio –su número de componentes ha ido variando a lo largo del tiempo, oscilando siempre entre los 8 y los 12 miembros– que nació como respuesta “a la falta de interioridad, brutalidad y espíritu circense” del arte de aquel entonces. Lo suyo no era ni teatro ni performance ni arte de acción, pero tenía un poco de todas estas disciplinas. Su primer proyecto, La Creación del Mundo en once funciones –una serie de piezas que abordaban, como su propio título indica, la creación del mundo y que se desarrollaron a lo largo de todo un año– fue un éxito, a pesar de que cuando representaron la primera función, no pensaban que fuera a haber una segunda ni mucho menos una tercera.

Jesús Acevedo, Rafael Lamata y Publio Pérez Prieto, tres de los integrantes de Circo Interior Bruto, se sientan a charlar justo antes de que comience uno de los últimos ensayos de Así habló Zaratustra, su nuevo espectáculo, que podrá verse los días 14, 15 y 16 de junio en Naves Matadero. Una silla queda vacía y en ella colocan a un pelele, que jugará un papel en la representación, aunque se niegan a desvelar cuál. El grupo –del que también forman o formaron parte Belén Cueto, Marta de Gonzalo, Jaime Vallaure, Luis Naranjo, Eduardo Navarro, Kamen Nedev, Teresa del Pozo y François Wimberg– se conoció en torno a la Facultad de Bellas Artes de la Complutense y la Zona de Acción Temporal –uno de los espacios artísticos alternativos que hicieron su aparición en el Madrid de finales de los 90– y se unió bajo el nombre de Circo Interior Bruto en 1999. Se organizaban de forma horizontal y autogestionada, y en su espíritu fundacional estaba esa idea de que “si no existe un espacio, hay que inventárselo”.

Circo Interior Bruto es uno de esos proyectos difíciles de clasificar en una única categoría. Para el mundo de la performance, lo que hacían era demasiado teatral; para el mundo del teatro alternativo, era demasiado poco teatral… “No encajábamos bien en ningún bando, lo que no significa que no pudiéramos interesar a gente de todos esos universos”, explica Jesús Acevedo. “Cuando montamos La Creación del Mundo en once funciones, no teníamos ni idea de lo que íbamos a hacer y la mayoría de nosotros no habíamos hecho nada escénico antes”. De hecho, la primera de esas once funciones fue completamente a oscuras, en buena parte por el pánico escénico que les provocaba estar frente al público. Otras veces, se pasaban la función entera corriendo o la convertían en un musical. Era una forma de autoimponerse limitaciones o, como ellos prefieren llamarlas, “trampas”, algo que se convirtió en una constante en su forma de trabaja. “Ahí hay un punto masoca”, dice Acevedo, que también apunta que uno de los rasgos que mejor podrían definir a Circo Interior Bruto es la falta de virtuosismo. “Somos gente corriente, haciendo cosas corrientes con una estética, una objetualidad y una poética muy povera”, remata Publio Pérez Prieto.

Ese “masoquismo” continuó hasta 2005, año en el que decidieron emprender caminos separados. Siguieron desarrollando sus carreras vinculados de una u otra manera al mundo del arte y colaborando juntos de forma más o menos puntual –Rafael Lamata y Jaime Vallaure, sin ir más lejos, formaron el dúo escénico Los Torreznos, que sigue en activo–. “Circo Interior Bruto no tuvo un final dramático, dijimos ‘hasta aquí’, pero de forma muy tranquila. Eso también es lo que nos ha permitido, años más tarde, volver a querer reunirnos”, explica Lamata.

Pero ¿por qué volver a juntarse 20 años después? Todo surgió a raíz de la muestra La cara oculta de la luna, que tuvo lugar en CentroCentro entre 2017 y 2018, dedicada a proyectos de la escena independiente y auto-organizada del Madrid de los 90. “La amistad siempre ha estado ahí y nosotros no hemos perdido el contacto durante estos años, pero la exposición fue una excusa que nos sirvió para juntarnos y darnos cuenta de que nos entendíamos”. Además, Un verano antes, Teresa del Pozo, había fallecido y ella era una de las personas que más empeño tenía en que el grupo volviera a reunirse. Todos estos acontecimientos, acabaron derivando en una vuelta a los escenarios con Prometeo encadenado en febrero del año pasado. Fue fácil, se entendieron bien y por eso decidieron sentarse para crear un nuevo espectáculo este año.

Como ya ocurrió con Prometeo, ahora vuelven a enfrentarse a un texto clásico. Si entonces fueron los mitos griegos, esta vez han optado por acercarse a la obra de Nietzsche –aunque desvelan que antes valoraron otros libros célebres como La Biblia o Guerra y Paz (¿recuerdan lo de la afición por ponerse trampas y complicarse la vida?). Se inclinaron por Así habló Zaratustra, obra compleja y enrevesada donde las haya y, desde luego, nada teatral, pero que desde Circo Interior Bruto se han empeñado en trasladar al escenario. ¿Cómo se adapta una obra así? “No se adapta de ninguna manera”, dicen entre risas. “Hemos escogido este libro más como un tópico de la complejidad de Nietzsche que como otra cosa, aunque luego somos muy fieles en el trabajo sobre el libro”. Garantizan, de hecho, que en el escenario se verán los 60 capítulos del Zaratustra original de forma literal. Bueno, literal... a su manera.

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