A un amor… esa historia, esa novela

Seguí inmerso en tu devenir hasta que al alba conseguí llegar al final. Después, seguí soñando, pero ya solo con tu contenido. Te dedico estos pensamientos a ti, novela apasionante

Un hombre lee un libro en una calle de Barcelona.JOAN SANCHEZ

En el Grupo Jubilata tenemos al lector, contumaz e impenitente, con sus quejas acerca de que por su escasa memoria no acierta a encontrar cada noche la historia que dejó aparcada en algún recoveco de su dormitorio a la vez que lamenta el olvido de la interesante trama literaria a la que, insomne, trata de darle una epítasis y un final a su manera, olvidando el usual convencionalismo materialista de la tirada de ejemplares o el fariseísmo del socialmente admitido desenlace. Así nos lo cuenta:

Aquel sábado, llegada la noche, cansado de buscarte por todos los rincones, entré en el dormitor...

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En el Grupo Jubilata tenemos al lector, contumaz e impenitente, con sus quejas acerca de que por su escasa memoria no acierta a encontrar cada noche la historia que dejó aparcada en algún recoveco de su dormitorio a la vez que lamenta el olvido de la interesante trama literaria a la que, insomne, trata de darle una epítasis y un final a su manera, olvidando el usual convencionalismo materialista de la tirada de ejemplares o el fariseísmo del socialmente admitido desenlace. Así nos lo cuenta:

Aquel sábado, llegada la noche, cansado de buscarte por todos los rincones, entré en el dormitorio y por fin, allí te encontré, sobre la cama, descansando, algo recogida, quieta, inmóvil, ofreciéndote toda entera de forma insinuante. Intenté recordar dónde nos habíamos dejado. Hacía tiempo que no volvía a ti. Perdóname por la falta de constancia. No te lo mereces. La ingratitud es manifiesta.

Es verdad que la última vez, yo contigo, tu conmigo, aparecieron alternativamente el sosiego y la pasión, jamás el aburrimiento. Me sentí tan tuyo que llegaste a arrebatarme el sueño introduciéndome en lo más íntimo de tu ser. Suavemente te tomé entre mis manos, acaricié parte de tus redondeces y con las yemas de mis dedos pulsé tus pequeñas aristas para separar con parsimonia las páginas de tu vida, a veces cortante al pulso de tu fina y aterciopelada piel de celulosa. Recostado a tu lado, suavemente te abracé y te acurruqué sobre mi pecho, abrazándote durante momentos e intentando rememorar la historia que me mostrabas, esa que tan certeramente en noches pasadas había despertado mis ansias de vivir soñando con el esperado final.

De pronto se hizo la luz. Ya sé dónde me quedé. Inmediatamente reinicié los tenues hilos de los bellos sueños, la madeja de tu trama. Insistiendo en buscar el capítulo donde me mostraba parte de las entrañas de tu alma, de los vaivenes de tu historia, de la a veces complicada vida que desembocaría en un final, expectante, quizás inesperado y por ello no menos querido y deseado.

Me contestaste: soy toda tuya, tómame otra vez, termina conmigo y, después, descansa. Así lo hice. Me deleité con tu sobrada maestría cuando me desvelabas los misterios del amor, los de la pasión, los de la ternura, aquel crimen sin castigo, las sospechas infundadas, las desavenencias conyugales o simplemente de viejos amigos, los misterios que enredaban los diferentes capítulos en el cruce de las vidas de tus personajes. A veces pienso que autobiográficos.

Seguí inmerso en tu devenir hasta que al alba conseguí llegar al final. Después, seguí soñando, pero ya solo con tu contenido. Te dedico estos pensamientos a ti, novela apasionante. Seguiré soñando por mucho tiempo con ser el protagonista de tu historia y mudar mi rol en este teatro de mi vida con ese final plasmado de forma convencional en el feliz desenlace, aunque mi final no camine por la misma vía de la esperanza que el autor impregnó en sus personajes irreales, pero prometo intentarlo.

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