Moncho volvió a triunfar en Barcelona

Hubiera sido una magnífica despedida escénica para uno de los cantantes más honestos y entrañables, pero falleció el 28 de diciembre con el homenaje ya montado

Un momento del concierto homenaje a Moncho. Enric Fontcuberta (EFE)

Moncho volvió en la noche de ayer al Auditori. Presidió desde algún lugar lejano una velada repleta de emociones que, de estar físicamente allí, sin duda le hubiera arrancado más de una lágrima. Hubiera sido una magnífica despedida escénica para uno de nuestros cantantes más honestos y entrañables pero Moncho falleció el 28 de diciembre con todo montado ya para este homenaje. A pesar de ello su presencia, a un lado del escenario su...

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Moncho volvió en la noche de ayer al Auditori. Presidió desde algún lugar lejano una velada repleta de emociones que, de estar físicamente allí, sin duda le hubiera arrancado más de una lágrima. Hubiera sido una magnífica despedida escénica para uno de nuestros cantantes más honestos y entrañables pero Moncho falleció el 28 de diciembre con todo montado ya para este homenaje. A pesar de ello su presencia, a un lado del escenario su carismática gorra descansaba en un taburete, palpitó durante toda la velada mientras amigos sobre el escenario y admiradores abarrotando la sala recordaban su música y, sobre todo, su persona.

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Moncho era un tipo cercano que sabía hacerse querer independientemente de que a uno le entusiasmara o no el bolero. Y ese amor se notó a lo largo de dos horas que pasaron con gran rapidez, de sobresalto en sobresalto, mezclando estilos musicales y sentimientos a flor de piel.

No todos los amigos anunciados acudieron a la cita. Estrella Morente, Diego el Cigala y Rosario excusaron su presencia, una nota entregada a la entrada lo advertía sin especificar las causas simplemente “imprevistos personales de última hora”. Y tal vez fue mejor así porque el ya largo programa se hubiera alargado en exceso con el riesgo, casi inevitable en esos casos, de cansancio. No hubo tiempo para cansarse y tampoco para aburrirse. Hubo nostalgia, lógico, mucha, pero bien dosificada, sin llegar al empalago aunque provocando algún que otro estremecimiento. Como cuando su sobrino Yumitus, el gran pianista del ausente Cigala, imaginó emocionado a su tío, “sencillo, amable, amigo de sus amigos”, cantándole un bolero en el cielo a su padre, su fan número uno, que había fallecido poco antes.

Moncho había nacido cerca de la plaza del Raspall y en ese centro neurálgico de la rumba se inició el homenaje. Tras un pequeño video recordatorio Sabor de Gràcia arrancó con su contagioso ritmo y hasta puso al público a cantar un emotivo estribillo: “Moncho a ti te queremos”. La familia Calabuch, la familia de Moncho, también puso su nota rumbera convirtiendo Pel teu amor en un puro movimiento que contagió inmediatamente a todo el personal.

Lolita (“ahora estoy dedicada al teatro, no sé si volveré a esto de la música”) compaginó un toque temperamental, casi dramático, con el ritmo de su Saradonga. Antonio Carmona y Tamara cumplieron sin más. Dyango, rosa roja en la mano, recordó que a Moncho le gustaba más que le llamaran el Gitano del Bolero que el Rey del Bolero, se recreó en su habitual romanticismo de gran calado y les tocó directamente el corazón a la mayoría de asistentes, casi todos de su generación, la de Moncho, al interpretar La mare.

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La primera sorpresa de la noche la aportó un Pau Donés sentado ante sus tumbadoras y con el solo acompañamiento del piano de Kitflus. El lado oscuro y La flaca sonaron realmente distintas, más cercanas. Miguel Poveda volvió a abrirse en canal, como es su costumbre, con un tema de Caetano Veloso y otro de Armando Manzanero en el que cambió la letra para cantar “No te imaginas Mncho cómo te extraño”. Después compartió con Serrat (y con Kitflus y Joan Albert Amargós, que se repartieron los teclados) su dúo, que ya empieza a ser un clásico, sobre El meu carrer.

Serrat, en una forma espléndida, fue el encargado de cerrar primero con Cançó de bressol y después con Mediterráneo. Con el solo acompañamiento de Kitflus ambos temas sonaron tremendamente frescos y levantaron al público de sus asientos que ya no se sentó para un fin de fiesta en el que todos los participantes interpretaron un Toda una vida que fue evolucionando hasta concluir a ritmo de rumba. Y se acabó bailando, todo el Auditori en movimiento, mientras se recordaba a Moncho. Una forma inmejorable de recordarlo y que, a buen seguro, a él le encantaría.

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