Blanco y negro

La foto de Madrid de la semana

Que el individuo de los cascos viaje imbuido en su música de espalda y su vecino ocasional aguante la mirada de frente, llama la atención. Que el de la izquierda se agarre en una barra para no caerse y el otro mantenga el equilibrio apoyado sobre la pared del vagón, quizás importe menos. Lo que desde luego parece determinante es su color de piel. Blanco y negro. Uno, con casi total seguridad, procede del norte; el otro, del sur. El metro es su punto de encuentro. Su lugar de confluencia en movimiento. Pero parecen ignorarse. La imagen ideal requeriría una conversación. Y no se da. Cada uno de ...

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Que el individuo de los cascos viaje imbuido en su música de espalda y su vecino ocasional aguante la mirada de frente, llama la atención. Que el de la izquierda se agarre en una barra para no caerse y el otro mantenga el equilibrio apoyado sobre la pared del vagón, quizás importe menos. Lo que desde luego parece determinante es su color de piel. Blanco y negro. Uno, con casi total seguridad, procede del norte; el otro, del sur. El metro es su punto de encuentro. Su lugar de confluencia en movimiento. Pero parecen ignorarse. La imagen ideal requeriría una conversación. Y no se da. Cada uno de ellos se traslada ensimismado en su recuadro, en su cápsula, dentro este Madrid mestizo y efervescente, acogedor y bronco, donde todos nos sentimos perfectos desconocidos. Hemos aprendido a convivir mejor que en aquellos países de Europa donde ahora ruge de nuevo el dragón atávico de la desintegración y parece que algunos desean tropezar en la misma piedra. Andemos con cien ojos. Desconfiemos de nuestros mejores sueños para que no se conviertan en las peores pesadillas. La convivencia perpetua entre madrileños de todos los colores es la que pide a gritos esta fotografía.

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