Crítica

En cuerpo y alma al servicio de Zweig

Silvia Marsó ofrece en el Condal el musical de cámara ‘24 hores de la vida d’una dona’

Silvia Marsó en la representación de '24 hores de la vida d’una dona'.

La actriz barcelonesa Silvia Marsó regresa a un escenario de su ciudad y de su barrio natal -el Teatro Condal, en la avenida del Paral·lel- como actriz y productora de un montaje al que se entrega en cuerpo y alma: el musical de cámara 24 hores de la vida d´una dona, basado en la novela homónima del escritor vienés Stefan Zweig. La partitura es del compositor ruso Sergei Dreznin, bien escrita en un terreno lírico de melodismo algo dulzón y bien interp...

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La actriz barcelonesa Silvia Marsó regresa a un escenario de su ciudad y de su barrio natal -el Teatro Condal, en la avenida del Paral·lel- como actriz y productora de un montaje al que se entrega en cuerpo y alma: el musical de cámara 24 hores de la vida d´una dona, basado en la novela homónima del escritor vienés Stefan Zweig. La partitura es del compositor ruso Sergei Dreznin, bien escrita en un terreno lírico de melodismo algo dulzón y bien interpretada en directo por un trío de piano, violín y violonchelo bajo la fina dirección musical del pianista Josep Ferré.

La música, demasiado pegada a las convenciones del género, es lo más atractivo del musical, con dramaturgia de Christine Khandjian y Stéphane Ly-Cuong (estrenado con éxito en París) del que Marsó se enamoró al instante. Tanto que decidió embarcarse como productora en una aventura teatral que, tras el estreno de la adaptación española del musical, en diciembre de 2017 en el Teatro de la Abadía de Madrid, recala ahora en el Condal como segundo montaje, tras Fun Home, de la primera temporada del proyecto ONYRIC. Y lo hace en una adaptación catalana firmada por Roser Batalla que funciona con más naturalidad en los diálogos que en las almibaradas canciones.

24 hores de la vida d´una dona

24 hores de la vida d´una dona, musical basado en la novela de Stefan Zweig, con dramaturgia de Christine Khandjian y Stéphane Ly-Cuong. Música de Sergei Dreznin. Direcció musical: Josep Ferré. Dirección: Ignacio García. Teatro Condal/ONYRIC. Barcelona, 7 de noviembre.

Mejor como actriz que como cantante, Marsó lleva las riendas de un espectáculo teatralmente poco convincente por la previsible y discreta dirección escénica de Ignacio García. Musicalmente, Dreznin retrata con habilidad los ambientes de un relato que lleva a escena los sentimientos de una aristócrata con demasiado apego a las convenciones sociales y religiosas, que rompe su sometimiento a las reglas de una burguesía decadente, iniciando una fugaz aventura amorosa con un joven que acaba de perder todo su dinero en un casino de Montecarlo.

Valses, tangos y temas de un lirismo fácil se suceden en un relato de incisivo juego rítmico en los episodios de acción. La inspirada actuación, en un lateral del escenario, de la violinista Edurne Vila, la violonchelista Esther Vila y Josep Ferré al piano, mantiene la energía del espectáculo con más variedad que la negra atmósfera que domina la escenografía de Arturo Martín Burgos y la iluminación de Juanjo Llorens.

Priman en el ritmo del musical los giros emocionales, de la pasión al dolor, del desencanto a la resignación, de la mujer protagonista, personaje que Marsó saca adelante con buenos recursos y entrega absoluta. Demasiado verde, el joven actor Marc Parejo no acaba de perfilar bien el carácter impulsivo y obsesivo del jugador y amante ocasional. Germán Torres no siempre sale airoso de la gestualidad tópica y cargante que acompaña, con trazos gruesos en la dirección de actores, la figura del narrador de aires mefistofélicos que mueve los hilos del relato y asume diversos personajes episódicos.

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