Rosalía, flamenco sin normas para un Premio Ruido

La heterodoxa cantaora y su productor, Refree, se consagran en El Sol con los terceros galardones de la prensa musical

Rosalía en la Sala El Sol en Madrid. Víctor Sainz

Rosalía Vila no es solo una gran artista. De flamenco o quizá de algo parecido que no acertamos a definir. Rosalía es, sobre todo, una debilidad. Entre los periodistas especializados, los malasañeros hirsutos y, en general, esa modernidad documentada que arregla el mundo justo antes de que cierren los bares. Un nombre propio que se ha convertido en sinónimo por antonomasia del poderío sutil, del cante jondo intergeneracional. Una chiquilla de 24 años que le dedica un disco entero a la muerte, esa certeza en su caso tan remota, y logra resultar verosímil. El álbum en cuestión se titula 'Los Áng...

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Rosalía Vila no es solo una gran artista. De flamenco o quizá de algo parecido que no acertamos a definir. Rosalía es, sobre todo, una debilidad. Entre los periodistas especializados, los malasañeros hirsutos y, en general, esa modernidad documentada que arregla el mundo justo antes de que cierren los bares. Un nombre propio que se ha convertido en sinónimo por antonomasia del poderío sutil, del cante jondo intergeneracional. Una chiquilla de 24 años que le dedica un disco entero a la muerte, esa certeza en su caso tan remota, y logra resultar verosímil. El álbum en cuestión se titula 'Los Ángeles', lo rubrica junto al productor Raül Fernández Refree y anoche se alzó en una abarrotada sala El Sol con el Premio Ruido de la crítica al mejor elepé del difunto 2017.

"Es una cantaora que, por suerte, no necesita vestirse de faralaes para ser auténtica", certificó la organización. Los Ruido son una iniciativa de la joven Periodistas Asociados de Música (PAM), un colectivo de plumillas y fotógrafos de la melomanía que se mira en el espejo de los Mercury británicos y el Polaris canadiense. Debutaron hace dos inviernos galardonando a Niño de Elche (otro ejemplo de ultraheterodoxia flamenca, como la ganadora de esta temporada) y el año pasado viraron sus preferencias hacia los gallegos Triángulo de Amor Bizarro. Esta vez han crecido hasta una fiesta que agotó las entradas y en la que, además de la propia Rosalía y Refree, actuaron María Arnal y Marcel Bagés, Cala Vento, Biznaga y Rufus T. Firefly. Todos ellos ostentaban la condición de finalistas, junto a Vetusta Morla, Los Planetas, Rocío Márquez, Pablo und Destruktion, Exquirla y C. Tangana.

El propio Refree, ojillos vivarachos y barba desordenada, era uno de los muchos invitados del sector que pululaban por el sótano de El Sol durante los prolegómenos, genuinamente españoles: la hora de la cartelería, 20.30, se trasladó hasta las 21.24. Ese fue el momento en que la periodista y maestra de ceremonias María Ballesteros, presidenta de la PAM, pisó el escenario para felicitar a los 11 finalistas, dedicar la gala a Eva García (trabajadora de la industria musical desaparecida ayer) y dar paso a tres piezas de los narcóticos Arnal y Bagés, una voz razonablemente tradicional abrazada por guitarras experimentales.

Vila, de negro riguroso, y Refree -el mismo hombre que ya reinventó a Sílvia Pérez Cruz o Kiko Veneno- ofrecieron sus tres canciones sentados, como si se encontraran en el tablao más impuro e iconoclasta de la ciudad. Y consiguieron el milagro del silencio, ese que Ballesteros había reclamado, casi implorado, en ocasiones incontables. La quietud y los Ruido son una paradoja terminológica, como los premios y las unanimidades. Pero Rosalía se marchó anoche con la estatuilla y un consenso muy amplio, el de los artistas que se erigen en acontecimiento.

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