Crónica

Mundo de Paula Rego

Impagable retrospectiva de la pintora anglo-portuguesa en la Virreina-Centre de la Imatge, la primera en Barcelona de la artista

Una hermosa exposición vive en la Virreina este verano. Escribo ‘vive’ y lo repito: vive ahí, en las Ramblas. Se muestra y se expone, sí, pero lo que provoca es algo más. Una extraña forma de vida, para decirlo con el fado. La extraña forma de vida de tanto de lo que sucede en lo más hondo de la naturaleza humana y que la pintura figurativa no se atreve a menudo a expresar con este brío ni este coraje ni en estos colores. Es el mundo de la pintora portuguesa Paula Rego, la primera panorámica en Barcelona. Su obra, inclasificable, no suele estar presente en exposiciones ni por aquí ni por allá,...

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Una hermosa exposición vive en la Virreina este verano. Escribo ‘vive’ y lo repito: vive ahí, en las Ramblas. Se muestra y se expone, sí, pero lo que provoca es algo más. Una extraña forma de vida, para decirlo con el fado. La extraña forma de vida de tanto de lo que sucede en lo más hondo de la naturaleza humana y que la pintura figurativa no se atreve a menudo a expresar con este brío ni este coraje ni en estos colores. Es el mundo de la pintora portuguesa Paula Rego, la primera panorámica en Barcelona. Su obra, inclasificable, no suele estar presente en exposiciones ni por aquí ni por allá, que la península desdeña demasiado lo portugués, incluso en el caso de una artista como Rego, desarrollada en Londres, ciudad y entorno artístico de pedigrí.

Paula Rego nació en 1935 en Lisboa, en una familia acomodada en la que el padre, ingeniero electrónico, se trasladó con su esposa a Londres al poco de nacer la niña, que quedó a cargo de los abuelos. Paula no iría a vivir a la capital británica hasta los dieciséis años. De aquella infancia solitaria, de los cuentos que le contaban su abuela y su tía, surgieron las historias graves, grotescas, inquietantes, que a lo largo de más de seis décadas ha pintado y dibujado. Se la relaciona con el surrealismo y, en efecto, mucho hay de ese mundo interior aterrado que se libera con el dibujo y el color en las obras de las pintoras surrealistas, a menudo mucho más abiertamente que en sus pares masculinos. En algunos aspectos, la obra de Rego recuerda a las primeras pinturas de Ángeles Santos, ese mundo de la familia que, por su luz oscura, remite en el caso de Rego a la dictadura de Salazar vista a través de las tinieblas domésticas. Pero si la Santos se asustó de su propio mundo y lo abandonó por una pintura más cómoda, la Rego no ha hecho más que incrementar su implicación en su audaz relato de la fábula humana, sin contemplaciones.

Esta portuguesa indomable está fuera de etiquetas. Es nada más y nada menos que una seguidora contemporánea de los maestros antiguos de la sátira y la crueldad. De Goya, de su expresionismo, de sus formas libres de significar la vida diaria y el poder. Y de Hogarth, el ilustrador y pintor satírico inglés. Dos pioneros, en suma, de las historietas modernas, de las series de pinturas y de dibujos que, como en un relato gráfico, cuentan la vida diaria y la ponen en cuestión. En clave femenina, escrito en el cuerpo. Paula Rego ha dedicado su trabajo a dar cuenta de la violencia contra las mujeres en sus muchas formas, también entre ellas, también rehace esa violencia entre mujeres.

La crueldad es su mundo. Ajena a las modas, su pintura figurativa te llega como los ramalazos de un Francis Bacon e incluso más. Me explico: no se trata de comparativas sino de hacer notar que en las pinturas de la Rego se cuentan historias que son un reto para la imaginación, no una iluminación que viene de repente sino una historia compleja de muchos detalles inmediatos. Con muchos más detalles que en los cuadros de otro de los pintores con quien puedes relacionarla, Balthus y sus atmósferas turbadoras. En este verano en tantos aspectos agobiante en las Ramblas, desde el calor a la turistada, entrar en la Virreina y dejarse mecer en los cuentos y relatos pintados de Paula Rego es un cierto reto, sí, pero, puedo asegurarlo, es también un bálsamo. Aquí no hay posverdades que valgan, no en Paula Rego.

Una de sus series más impactantes, si es que alguna de ellas no lo es, fue la que dedicó a finales de los años 90 al aborto, cuando en Portugal se hizo un referéndum para despenalizarlo que no logró su propósito. Las mujeres, siempre presentes en su pintura, están en estas escenas tendidas en un sofá, arrodilladas ante una cama, en unas posiciones que no apelan directamente al problema. Los críticos no se enteraron de nada, no advirtieron el tema de las obras. Hasta que el aborto ha sido legal, y ella ha ido insistiendo en el tema, que prácticamente configura un capítulo autónomo de su trayectoria. Actualmente muy reconocida, tanto en Inglaterra y el mercado global del arte como en Portugal, donde se le ha consagrado una fundación, su obra es impagable: por su rara belleza, la de la veracidad pintada. Pues el tema siempre es importante en Rego, quizá de ahí proviene su extraña belleza.

Como en una película, no les cuento más de lo que pueden ver en la Virreina. Vayan a verla, no lo duden: vívanla. Vivan a Paula Rego.

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Mercè Ibarz, escritora y profesora de la UPF.

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