Opinión

Canciones visionarias

Sisa, Serrat y Llach, tres músicos y poetas que ven renovados sus títulos de hace cuatro décadas, dicen hoy: ‘Queremos acoger’

Un momento del concierto a favor de la acogida de refugiados el pasado sábado en Barcelona.

Jaume Sisa, magnífico artista que tengo la suerte de seguir desde sus inicios en la maravillosa L'home dibuixat (1968), puede estar orgulloso, al menos así me siento por él. Por los nuevos fans y ecos de su canción de 1975 Qualsevol nit pot sortir el sol, que ha dado pie, con uno de sus versos ligeramente adaptados, a la gran movida en pro de la acogida de desplazados sin refugio, la campaña Casanostracasavostra (www.casanostracasavostra.cat/) que, además de montar el concierto Volem acollir la semana pasada, convoca manifestación para este sábado. Fue una d...

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Jaume Sisa, magnífico artista que tengo la suerte de seguir desde sus inicios en la maravillosa L'home dibuixat (1968), puede estar orgulloso, al menos así me siento por él. Por los nuevos fans y ecos de su canción de 1975 Qualsevol nit pot sortir el sol, que ha dado pie, con uno de sus versos ligeramente adaptados, a la gran movida en pro de la acogida de desplazados sin refugio, la campaña Casanostracasavostra (www.casanostracasavostra.cat/) que, además de montar el concierto Volem acollir la semana pasada, convoca manifestación para este sábado. Fue una de las canciones visionarias que sonaron en el Sant Jordi. Quien lo iba a decir, del cantautor galáctico. Mejor dicho: claro que sí.

Del concierto se ha hablado poco y se ha aprovechado mucho, que demasiado personal está por la labor de darse de garrotazos, cual homenaje y parodia sempiterna del duelo goyesco y del grito inmortal de los hermanos Marx sobre la madera y la guerra. Paso de este asunto, aunque me permito apuntar que el buen periodista del programa televisivo de irónico título corre el peligro de parodiarse a sí mismo, y sería una pena. A lo que iba, el concierto.

Brindé alto por las canciones visionarias: el formidable espectáculo de música e historias tremendas (“esto no es una tragedia, es un crimen”, dijo alto Óscar Camps, el único que no utilizó la palabra “refugiados” para referirse a quienes no tienen destino sino que lo buscan) se cerró con la lírica de Sisa, tras las de Llach y Serrat, primer y segundo acto de la dramaturgia visionaria del concierto. La de Llach, Venim del nord, venim del sud, de 1978, interpretada por él al piano y la voz épica de Manolo García, tras susurrar Llach la primera estrofa, abrió. La de Serrat, Mediterráneo, llegó a la mitad y es la más antigua en el tiempo, una canción de 1971; el artista ha grabado este enero una versión colectiva, disponible en la red (y todo el concierto), que lució en el Sant Jordi.

Hubo más canciones de vida nueva, por decirlo así, y más antiguas, así el himno clásico de Paco Ibáñez de 1967 que adapta al poeta Alberti, A galopar, cantado con Marina Rossell y su voz melodiosa. Pero no es una canción visionaria, lo dice todo bien claro. Más aún las pertinentes Corrandes d'exili de Pere Quart, musicada por Llach en 1984. Una canción resulta visionaria cuando sus versos son tan recordados que ya no piensas en la historia de sus palabras originales: se han convertido en frases y palabras propias, de cada cuál, de mucha gente. Es el mejor destino de la canción, la poesía, la voz humana.

Rememoro estos clásicos sin nostalgia, que una canción visionaria no lo es en un plis plás. Puede acertar rápido en algo, dar sentido inmediato a un signo de los tiempos que no podemos definir aún. Qué sé yo: Bevent passat de Adrià Puntí y los Umpah-Pah, Dibujos animados de Nacha Pop, El hombre que se vendió el mundo de Bowie, Gracias a la vida de Violeta Parra, El poder es de la gente de Patti Smith. Pero necesita el tiempo largo transcurrido para ser visionaria, para que las personas la tomen y la usen dándole la vuelta sin manías, por la simple razón que uno o más de sus versos dicen todo lo que quieres decir ahora. No importa a quién se refería Llach en 1978, ni la alegría displicente de Serrat en 1971, ni que los protagonistas de Sisa en 1975 salieran de los cuentos y tebeos de su infancia. Lo que importa es lo que ahora convocan.

Se desconocía que Sisa cerraría el concierto, a pesar de la evidente referencia de su título. Los medios no lo habían dicho y parecía que la cosa terminaba con el castell de las tres colles. Y al final salió, con un montón de gente cantando su canción de 1975, a la que finalmente se sumaron los intérpretes de toda la noche. Sisa la presentó con su proverbial elegancia y precisión en las palabras nobles, sin concesión a los tópicos: un canto a la vida. Que vida es, precisamente, lo que necesitan quienes buscan refugio.

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Gran noche, incluso si eras escéptico. Dos momentos intensos más, entre tantos, para concluir. La cantante y actriz saharaui Aziza Ibrahim estuvo allí con dignidad inconmensurable, a nuestra memoria política toca corresponder de veras a la República Árabe Saharaui Democrática. La médico colombiana Rosario Vázquez, vecina barcelonesa desde hace nueve años, solicitante de asilo político desde hace nueve años, nos habló, nos instruyó, del saludo maya cuando dos se encuentran: “Tú eres otro yo / Yo soy otro tú”. Pues eso.

Mercè Ibarz es escritora y profesora de la UPF.

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