‘Pop-ups’ con solera

La Biblioteca Nacional ofrece la exposición Antes del pop-up: libros móviles antiguos en la BNE

Madrid -

El libro pop-up es ese objeto extraño que no se sabe bien si es un libro propiamente dicho, una pieza de arte o un juego de niños. Su sugerente (casi onomatopéyico) nombre viene de una colección infantil de la editorial estadounidense Blue Ribbon que definió así, en 1932, a estos volúmenes que emergen o que brotan. Hoy, modelos cada vez más sofisticados siguen estallándonos en la cara en las librerías, mientras que otras cosas han tomado el mismo nombre, como los mercadillos pop-up, que aparecen y desaparecen en un abrir y cerrar de ojos.

Representación gráfica de la mujer en siete láminas sobrepuestas (1909).

Sin embargo, los libros con elementos móviles tienen una historia mucho más larga de lo que podría parecer dada su actual y colorida vigencia. La Biblioteca Nacional (Paseo de Recoletos, 20-22) ofrece la exposición Antes del pop-up: libros móviles antiguos en la BNE, comisariada por Gema Hernández Carralón en colaboración con Mercedes Pasalodos, que ahonda en la historia de estos artefactos librescos. Los ejemplares más antiguos datan del siglo XIII, tiempo antes de que, en la era ilustrada, se transformaran en productos destinados a los niños dada su utilidad pedagógica.

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Sin embargo, los libros con elementos móviles tienen una historia mucho más larga de lo que podría parecer dada su actual y colorida vigencia. La Biblioteca Nacional (Paseo de Recoletos, 20-22) ofrece la exposición Antes del pop-up: libros móviles antiguos en la BNE, comisariada por Gema Hernández Carralón en colaboración con Mercedes Pasalodos, que ahonda en la historia de estos artefactos librescos. Los ejemplares más antiguos datan del siglo XIII, tiempo antes de que, en la era ilustrada, se transformaran en productos destinados a los niños dada su utilidad pedagógica.

Entre las obras, que proceden de los fondos de la biblioteca y que incluyen ejemplares desde el siglo XV, se encuentran ediciones de obras de Ramón Llull o tratados de navegación como los de Pedro Medina, Martín Cortés de Albacar o Rodrigo Zamorano; también piezas excepcionales como el Tratado de Astrología del Marqués de Villena o textos sobre gnomónica o construcción de relojes como los de Tadeo Felipe Cortés Valle. En estos libros aparte de pasar las páginas hay que mover discos rotatorios o tirar de solapas para generar efectos cinéticos o tridimensionales. Ejemplares en su mayoría anteriores al siglo XVIII, cuando los libros con elementos móviles todavía no se habían convertido en un juego de niños.

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