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Retos a la sombra de las cuatro torres

Los nuevos barrios y la decadencia del centro histórico de la demarcación marcan los problemas de la zona

Cuatro colosos coronan la frontera este del distrito más grande de Madrid. Marcan el límite de una zona “muy diversa y compleja”, apunta Guillermo Zapata (Madrid, 1979), concejal de Ahora Madrid a cargo de gestionar los ocho barrios en los que se divide Fuencarral-El Pardo. Desde el poblado dirigido, un barrio ideado entre los años cincuenta y sesenta para expandir la ciudad, hasta los PAUs (Programa de Actuación Urbanística) de Montecarmelo, Las Tablas o Arroyo del Fresno, zonas erigidas con la misma intención y que la crisis golpeó. “En la parte antigua hay un problema de abandono y...

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Cuatro colosos coronan la frontera este del distrito más grande de Madrid. Marcan el límite de una zona “muy diversa y compleja”, apunta Guillermo Zapata (Madrid, 1979), concejal de Ahora Madrid a cargo de gestionar los ocho barrios en los que se divide Fuencarral-El Pardo. Desde el poblado dirigido, un barrio ideado entre los años cincuenta y sesenta para expandir la ciudad, hasta los PAUs (Programa de Actuación Urbanística) de Montecarmelo, Las Tablas o Arroyo del Fresno, zonas erigidas con la misma intención y que la crisis golpeó. “En la parte antigua hay un problema de abandono y otro de envejecimiento; en las nuevas, déficit de infraestructuras y, en todo el distrito, dificultades para la movilidad interna”, diagnostica Zapata. Además, el monte de El Pardo, el bosque mediterráneo más importante de la Comunidad de Madrid, bajo la tutela de Patrimonio Nacional.

En el pueblo de Fuencarral no pasa inadvertida la visita de Zapata. “Hacía tiempo que no nos visitaba un concejal”, cuenta un jubilado delante de un mercado con la mayoría de establecimientos cerrados a cal y canto. Ese es el corazón del poblado dirigido, un trabajo del arquitecto José Luis Romany Aranda inaugurado en 1960. Los edificios bajos, de no más de cinco plantas y sin ascensor, se alternan con chalets, a los que el tiempo ha dado un aroma vintage. “Esta zona se ideó para jóvenes parejas que venían a Madrid a trabajar”, explica Zapata. “Era un barrio nuevo que se ha hecho mayor. De ahí que muchos vecinos pidan permisos para instalar ascensores en sus casas y reclamen mejoras en la accesibilidad”, añade señalando las escaleras que tapizan todo el barrio.

Los vecinos llevan años quejándose del abandono de la zona. El epítome de esa decadencia es la antigua fábrica de Clesa. Proyectada por Alejandro de la Sota y abierta en 1962, fue abandonada hace años y acabó protegida, por ser uno de los máximos exponentes de la arquitectura industrial madrileña. Pertenece a Metrovacesa y el concejal quiere abrirla para crear un espacio de dinamización cultural y laboral. “Matadero hay uno y funciona muy bien. No queremos hacer otro espacio semejante. Este lugar requiere un enfoque multidisciplinar”, comenta Zapata, que también quiere generar tejido socioeconómico en torno a los mercados abandonados. Para ello cuenta con un presupuesto anual de 19 millones de euros. “La junta acaba gestionando unos ocho o nueve”, apunta.

Esta zona fue elegida a finales del siglo XX para desarrollar la ciudad por el norte. Así, en plena burbuja inmobiliaria, surgieron los nuevos programas de actuación urbanística (PAUs) de Las Tablas, Tres Olivos, Arroyo del Fresno y Montecarmelo. En este último, en 2005 el metro cuadrado se vendía a 5.000 euros; el año pasado cotizaba a 3.000. El pinchazo del ladrillo provocó que estas zonas crecieran más lentamente de lo esperado —aún quedan parcelas vacías— y que se poblasen a un ritmo lento. “Aquí vino gente con mucha ilusión, parejas jóvenes, sobre todo”, dice Zapata. “Las dotaciones son escasas y la comunicación con el resto del distrito, compleja”, añade. De ahí que el coche sea estructural en esta zona y los atascos en zonas como la entrada de Las Tablas, un problema grave. La Ciudad del BBVA, que llevó a 5.000 trabajadores a la zona, se unió al Campus Telefónica, a la sede de Dragados, a la de FCC, a BMW Madrid, Renault España o Huawei. Cada mañana, la entrada a Las Tablas es una ratonera.

Chabolas junto a El Pardo

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El año que viene se entregarán las primeras viviendas de Arroyo del Fresno. Llegarán casi seis años después que la estación de metro fantasma, nunca inaugurada, y tres lustros más tarde del planeamiento del barrio. Durante este proceso se desmanteló el poblado de Pitis, formado por más de un centenar de infraviviendas. Pero las chabolas no han desaparecido de la linde de El Pardo. Frente al futuro barrio, al otro lado de la M-40, resiste una zona, donde todavía hay algo de menudeo de drogas. “Hay una población flotante, con gran presencia de gitanos rumanos, que está monitorizada por la policía. No se trata de un foco conflictivo, pero estamos pendientes de lo que pasa ahí”, explica Zapata.

El concejal considera que este distrito requiere tres líneas urgentes de acción: una de regeneración y rehabilitación; otra de consolidación de los nuevos ensanches y, por último, la gestión de zonas de oficinas como las cuatro torres. La proyectada por Norman Foster, con 250 metros de altura, es la más alta de la capital; el rascacielos más elevado de España. A sus pies comienza el distrito más grande de Madrid.

A vueltas con la reapertura del Teatro Madrid

Junto a La Vaguada, el primer centro comercial de la capital, proyectado por César Manrique y José Ángel Rodrigo, aparece el Teatro de Madrid. “Lleva más de tres años cerrado”, lamenta el concejal Zapata, que también tiene a su cargo el distrito de Villaverde. Dentro de los planes de la nueva junta entra abrir este espacio escénico. “Ya está hecho y debe ser aprovechado. Estamos pensando en cómo hacerlo”, añade Zapata. Para ello quieren contar con la opinión de los vecinos, al igual que con el resto de problemas que tiene el distrito. “Los que mejor conocen los problemas que tiene una zona son sus habitantes. Queremos que formen parte de los procesos de toma de decisiones”, concluye Zapata.

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