“No falta dinero, sobran ladrones”

Hay una sábana colgada en un hangar solitario de TV-3. Nadie se fija en ella porque está en la penumbra, entre decorados. Se encuentra a escasos veinte metros del plató donde se desarrolla el debate barcelonés. La sábana está pintada de negro con unas letras bien grandes que dicen “No falta dinero, sobran ladrones”.

Nadie en la televisión sabe explicarme quién ha colgado esa sabana reivindicativa, aunque todo apunta a los miembros del comité de empresa que deambulan por los camerinos donde los partidos han instalado su campamento base. Xavier Trias es quien lleva el séquito más amplio. ...

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Hay una sábana colgada en un hangar solitario de TV-3. Nadie se fija en ella porque está en la penumbra, entre decorados. Se encuentra a escasos veinte metros del plató donde se desarrolla el debate barcelonés. La sábana está pintada de negro con unas letras bien grandes que dicen “No falta dinero, sobran ladrones”.

Nadie en la televisión sabe explicarme quién ha colgado esa sabana reivindicativa, aunque todo apunta a los miembros del comité de empresa que deambulan por los camerinos donde los partidos han instalado su campamento base. Xavier Trias es quien lleva el séquito más amplio. Le acompañan asesores y sus primeras espadas Vives, Forn, Ciurana. Desconozco si a Trias le falta o no el dinero, lo que es seguro es que no le faltan mariachis. El resto de candidatos se han presentado con tres o cuatro acompañantes.

Alberto Fernández Díaz iba tan sobrado que lo único que le faltaba eran la sábana y las cadenas. Llegó a TV-3 en moto, sonriendo. Quizá porque sus potenciales votantes no sintonizan mucho este canal, el candidato del PP estaba la mar de relajado, soltando collejas verbales con las manos en los bolsillos, sus Sebago y la americana uniforme de los Escolapios. Ada Colau también vestía de niña buena, con una rebeca arrugada, algo que en casa de Fernández Díaz o Trias la asistenta jamás hubiera permitido. Alberto se cebó de nuevo dialécticamente con Colau. Trias sorprendió vistiendo como el jubilado que el domingo tiene una boda en el golf del Prat y Alfred Bosch se olvidó de ponerse las lentes de contacto el día que compró el traje que llevaba, dos tallas grande.

TV-3 aparcó a los periodistas en una amplia sala de luces rojas de lupanar y sofás de salón de masajes. El catering me parecía extraordinario hasta que descubrí que el de los candidatos es caliente y que se lo servía un ejército de camareros y azafatas. Los asistentes de los candidatos están más nerviosos que sus jefes, con excepción de Colau, que parece continuar desubicada en la campaña. Se notaba que era el último debate, la discusión se convirtió en muchos momentos en una olla de grillos. Todos buscaban el cuerpo a cuerpo, excepto Trias, que ponía cara de marido preocupado por la bronca que le caería al volver tan tarde a casa.

Cuando los fotógrafos bajaron al plató para la sesión de fotos, Fernández Díaz, el único y verdadero gamberro de las elecciones, propuso que la campaña dure una semana más. Bosch añadió que no veía posible que la ciudadanía lo aguantara. Colau respondió con una sonrisa forzada. Quizá creyó que lo de Alberto iba en serio. Tranquila, Ada, que esto ya se acaba.

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