Valencia ‘a la mexicana’

Ferran Torrent hurga en la corrupción en la novela ‘Un dinar un dia qualsevol’

Ferran Torrent, ayer en Barcelona, donde presentó su última novela. Marta Pérez (EFE)

De pequeño, Ferran Torrent (Sedaví, Valencia, 1951), para engordar sus narraciones orales, usaba fragmentos de historias de Julio Verne que su imaginación maquillaba y que la leve profundidad lectora de la familia hacía indetectable. Ya como novelista conspicuo, la imaginación le ha hecho falta de manera relativa porque la realidad valenciana, desde los ojos de un taimado observador como él, generalmente camuflado tras un periodista y/o un detective, ya le ha proporcionado material de sobra. Una de las mejores pruebas fue la...

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De pequeño, Ferran Torrent (Sedaví, Valencia, 1951), para engordar sus narraciones orales, usaba fragmentos de historias de Julio Verne que su imaginación maquillaba y que la leve profundidad lectora de la familia hacía indetectable. Ya como novelista conspicuo, la imaginación le ha hecho falta de manera relativa porque la realidad valenciana, desde los ojos de un taimado observador como él, generalmente camuflado tras un periodista y/o un detective, ya le ha proporcionado material de sobra. Una de las mejores pruebas fue la multipremiada Societat limitada (2002) y a esa estela responde ahora Un dinar un dia qualsevol (Columna), escalofriante retrato sociopolítico de una Valencia de hoy que camina “hacia la Mexicanización: la corrupción lo invade todo”. Como si se tratara de una paella, una Valencia a la mexicana.

Torrent recibió hace unos años el encargo de hacer un libro-reportaje sobre la corrupción en Valencia. Lo empezó como hay que hacer las cosas al menos en esa ciudad, dice: quedando a comer con gente influyente. “Un amigo me dijo que había un tío que se había leído Societat limitada y que quería contarme extraoficialmente cosas. ¿Por qué? No lo sé. Quedamos. No quiso pasarme su teléfono y me dijo que ya nos iríamos encontrando por el centro de la ciudad. No conmigo, pero parece ser que vivía de cobrar por favores y pasar información; por lo que me decía, se notaba que había estado muy cerca del poder”, relata el escritor. En cualquier caso, el 90% de lo que le explicó no lo podía utilizar “por ser prácticamente imposible obtener pruebas de ello”. Resultado: Torrent aparcó el libro periodístico sobre las 60 páginas y decidió, sí, como otras veces, pero quizá nunca con tanta profundidad y cierto desencanto, novelar su mirada sobre la sociedad valenciana y su corrupción.

El autor acabó aparcando un libro de reportaje periodísticos sobre la corrupción porque "el 90% de lo que averigüé era muy difícil documentarlo"

Quiere el escritor desvincular ese episodio de su 19ª novela, a los cuatro años de la última, la de corte histórico Ombres en la nit, pero en Un dinar un dia qualsevol –“las comidas, en Valencia, son más importantes que una investigación policial”, asegura desde el restaurante barcelonés La Camarga, el de la famosa grabación de la conversación de Alícia Sánchez Camacho con la excompañera de Josep Pujol Ferrusola— es fácil identificar a su misterioso informante con el de su protagonista en la ficción, Albert, el Negociador. La intrincada especulación urbanística sobre las instalaciones del Valencia Club de Fútbol, y que debía traducirse en ocho altísimos edificios que habían de convertir Mestalla en el “Little Hong Kong”, como se conocía con humor la operación Mestalla, es lo que quiere contar el veterano –y, por lo tanto, ya “desahuciado” de su periódico y precarizado laboralmente— Marc Sendra. El confidente le pasa, además, una nota aparecida en un diario que no tuvo seguimiento informativo: la aparición de un adolescente muerto en un vertedero con el cuerpo intacto, lo que, crimen aparte, demostraba que la empresa que trataba los residuos no lo hacía. “Es un caso real que la prensa no siguió”, apunta Torrent, solo relativamente sorprendido cuando se le hace notar que esa irregularidades en el tratamiento de residuos son denunciadas por Roberto Saviano en su libro sobre la mafia Gomorra o en la serie televisiva Los Soprano. “Son empresas concesionarias muy potentes y misteriosas”, suelta Torrent.

“Mientras comía con Carlos Fabra (presidente de la Diputación de Castellón ente 1995 y 2011), me decía cosas del tipo que habían comprado la mejor máquina para operar próstata de España o delante de mí llamó al director del Hospital del Castellón para que al día siguiente acompañara al camarero que nos servía a traumatología porque le vio cojear. Claro, éste nos dijo: ‘Por eso le voto’”, recuerda Torrent. Fija éste el origen de la corrupción valenciana en las elecciones de 1996, cuando Eduardo Zaplana le dijo a José María Aznar que llenaría el estadio de Mestalla para el miting final del PP. “Se comprometió con empresarios, que le ayudaron a montar y pagar 1.000 autocares cargados de gente; la burbuja de la deuda de favores con aquellos arrancó ahí”, dice el escritor, que asegura que lo expoliado en la comunidad valenciana por los políticos “asciende, según me contaron unos economistas, al menos a 12.000 millones de euros, pero debe ser más”.

El orígen de la corrpcuón en Valencia, apunta, empezó en 1996 cuando Zaplana pidió ayuda a empresarios para llenar el estadio de Mestalla para el mitin final del PP
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“Valencia está sufriendo una desnaturalización brutal: las cajas de ahorros son ya de La Caixa o del Banco de Sabadell; el Valencia, de un magnate de Singapur, y los naranjos, deficitarios, se arrancan para cultivar kiwis y granadas, mientras puedes hacer un recorrido sociológico brutal por todas las urbanizaciones y edificaciones institucionales fantasmas, inacabadas o inutilizadas tras la crisis”. Constructor de novelas con fuerte retrato social y personajes carismáticos, Torrent ha incrementado la denuncia. Y en un tono más agrio: el primer friso que retrataba esa Valencia en fase de descomposición –Societat limitada, Espècies protegides (2003) y Judici final (2006)— mantenía un desenmascaramiento con una ironía humorística que ahora parece mudar en puro desencanto o duro hastío. “Uno tiene la sensación de que es una batalla perdida, es muy pesado denunciar eso tanto tiempo; tengo 63 años y ya no poseo el espíritu para cambiar yo según qué… Mire, al poder le importa una mierda las manifestaciones y todo; la sociedad valenciana tampoco responde como sería necesario, como se vio con los del accidente del metro que costó la vida a más de 40 personas; cuando gente como Bárcenas o Fabra son pillados ninguno tira de la manta, ¿por pactos?… ¿Qué hacer? Pues a lo mejor no votar y dejar que el sistema se caiga… Sí quizá estoy cabreado y hastiado y cuando escribí el libro no era consciente de ello”. El episodio fallero del valenciano ininteligible de la alcaldesa Rita Barberà cuando la Crida del pasado domingo le reafirma. “Es una mujer indignante: representa a la Valencia elitista, castellana, que no es tan mayoritaria, pero bueno...; quizá es psicológico y resulta que la gente necesita padres enérgicos”, suelta.

Rita Barberà es una mujer indignante: representa a la Valencia elitista, castellana, que no es tan mayoritaria, pero bueno...; quizá es psicológico y resulta que la gente necesita padres enérgicos

Fino observador, en su afán costumbrista se fija Torrent en el floreciente minicultivo (gente en paro que acaba alquilando unos palmos de tierra para plantar hortalizas y sobrevivir) o rescata palabras del vivo valenciano del interior (estralejar por discutir; la figura del alfarrasser, que evalúa las cosechas a ojo… “El arquitecto Calatrava parece que tenía uno para evaluar el coste de una obra, sin planos ni nada”, apunta). Y también deja caer que el periodismo combativo, de investigación y de calle “escasea cada vez más; en la novela intento reivindicarlo, pero si se quiere denunciar según qué hay que recurrir a la novela para encontrar una tribuna donde decirlo y porque puedes usar información que no podrías demostrar”.

En resumen, el mal de Valencia, “pero también de Andalucía, por ejemplo”, está “en las mayorías absolutas, que son dictaduras, distorsiones de la democracia”. Guillem Frontera, el autor mallorquín, denuncia también en su reciente Sicília sense morts (Club Editor) la corrupción política en las Baleares. ¿Valencia podría ser también Sicília sense morts? “Sí, pero si no hay muertos es sólo por falta de tradición; pero ya llegaremos si dejamos que las cosas vayan desarrollándose como lo hacen…”.

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