La soprano Radvanovsky triunfa en el Liceo con su bravísima ‘Norma’

Cantó la célebre ‘Casta diva’ con colores oscuros y pianísimos de gran efecto

Radvanovsky durante un momento de la representación de 'Norma' en el Liceo.

Norma es el imperio de la voz. Y si no se tiene a una gran soprano, montar la famosa ópera de Vincenzo Bellini es un esfuerzo inútil. La hay en el Liceo. Sondra Radvanovky sostiene el papel con una excitante combinación de intensidad lírica, temperamento dramático e instinto teatral, armas con que da vida a la despechada y vengativa sacerdotisa. Por sus cualidades vocales, la soprano estadounidense tiene más garra en las escenas de mayor empuje dramático que en los pasajes de agilidad belcantista, donde su mueve con lógica cautela —en el foso le ayuda con sumo cuidado el experto direc...

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Norma es el imperio de la voz. Y si no se tiene a una gran soprano, montar la famosa ópera de Vincenzo Bellini es un esfuerzo inútil. La hay en el Liceo. Sondra Radvanovky sostiene el papel con una excitante combinación de intensidad lírica, temperamento dramático e instinto teatral, armas con que da vida a la despechada y vengativa sacerdotisa. Por sus cualidades vocales, la soprano estadounidense tiene más garra en las escenas de mayor empuje dramático que en los pasajes de agilidad belcantista, donde su mueve con lógica cautela —en el foso le ayuda con sumo cuidado el experto director italiano Renato Palumbo— y sabe llevar a su terreno la célebre Casta diva, que canta con colores oscuros y pianísimos de gran efecto.

La ópera es una coproducción con Chicago, Canadá y San Francisco

Triunfó Radvanosky a lo grande y con absoluta justicia. De hecho, ella es quien sostiene la función. El montaje firmado por el director de escena y cineasta estadounidense Kevin Newbury —se trata de una coproducción del coliseo barcelonés y las óperas de Chicago, Canadá y San Francisco, donde se estrenó el pasado julio—, promete mucho al levantarse el telón: la ambientación se inspira, en cuestiones de vestuario y peluquería, en Juego de tronos, pero, una vez vista la monumental puerta de madera, con lanzas y escudos, que marca los dominios de la sacerdotisa del templo galo de Irminsul frente al invasor romano, no pasa nada teatralmente relevante durante dos horas y media.

Hay más decoración que dirección de actores, con un cansino abrir y cerrar de puertas y un carro móvil en funciones de altar al que se sube Norma para cortar las hojas del muérdago sagrado de un árbol suspendido en el aire. Hay antorchas y cambios de luz muy efectistas, pero el único teatro de verdad emocionante es el que suena en la música de Bellini.

La ambientación se inspira en vestuario y peluquería en ‘Juego de tronos’

Impactante es, sin duda, el Pollione que otra voz estadounidense, el veterano tenor Gregory Kunde, defiende con bravura; sus potentes agudos sonaron como un trueno en el Liceo. Como actor es flojo y previsible, pero tiene dinamita en la garganta y llega al final de la representación con la misma fuerza que muestra al salir: pueden estar tranquilos en el Festival de Peralada, donde protagonizará Otello el próximo 1 de agosto.

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Frente a estas dos grandes voces, la buena labor de la mezzosoprano rusa Ekaterina Gubanova como emotiva Adalgisa, el buen Oroveso del bajo estadounidense Raymond Aceto y las eficaces actuaciones del tenor aragonés Francisco Vas (Flavio) y la soprano barcelonesa Ana Puche (Clotilde) quedan en un digno segundo plano. En su regreso al Liceo, Palumbo obtiene una estupenda respuesta del coro y la orquesta gracias a una dirección con nervio, sabia en el acompañamiento de las voces, y rica en acentos y dinámicas que sostienen sin desmayo un vibrante pulso teatral.

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