Opinión

Podemos: el ‘catch-all’ de la insatisfacción

Para atraer al máximo de electores, estos partidos diluyen su ideología y lanzan mensajes que la mayoría pueda aceptar

Este año 2015 será, sin duda, decisivo para Podemos. Todas las encuestas le pronostican unos resultados electorales extraordinarios en las próximas elecciones generales y algunas incluso le vaticinan una victoria electoral. ¿Cuál es la fórmula de su éxito? Si bien el fenómeno Podemos todavía no ha sido estudiado a fondo, y quizás sea pronto para hacerlo, cada vez parecen más acertadas las similitudes que han destacado algunos analistas entre Podemos y los llamados partidos catch-all,con algunos retoques contextuales.

Cuando Otto Kirchheimer acuñó en los años sesenta la tipologí...

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Este año 2015 será, sin duda, decisivo para Podemos. Todas las encuestas le pronostican unos resultados electorales extraordinarios en las próximas elecciones generales y algunas incluso le vaticinan una victoria electoral. ¿Cuál es la fórmula de su éxito? Si bien el fenómeno Podemos todavía no ha sido estudiado a fondo, y quizás sea pronto para hacerlo, cada vez parecen más acertadas las similitudes que han destacado algunos analistas entre Podemos y los llamados partidos catch-all,con algunos retoques contextuales.

Cuando Otto Kirchheimer acuñó en los años sesenta la tipología de catch-all party, se refería a los partidos que dejaron de priorizar el reclutamiento de militantes cotizantes e instruidos que difundían el ideario del partido para centrarse en la consecución de votos y éxitos electorales. Los partidos catch-all surgen tras la II Guerra Mundial con el desarrollo del Estado de bienestar y la reducción de las diferencias sociales, la constitucionalización y el nuevo protagonismo de los partidos políticos, la expansión de los medios de comunicación de masas y un proceso de desideologización.

Para poder atraer al máximo número de electores, estos partidos diluyen sus rasgos ideológicos y lanzan mensajes muy coyunturales aceptados por la mayoría, intensifican el liderazgo, utilizan y controlan los medios de comunicación, potencian la propaganda y concurren a las elecciones con programas generalistas y ambiguos que satisfacen a un amplio sector social.

Podemos también nació en un periodo de grandes cambios. Las duras consecuencias sociales de la crisis económica, la incapacidad de los partidos tradicionales para dar respuestas, la pasividad de las instituciones públicas, la proliferación de casos de corrupción, la gran desafección política de la sociedad española, el replanteamiento del sistema democrático, la aparición de nuevos movimientos sociales y la influencia de las redes sociales son aspectos del actual contexto político que explican su irrupción.

La estrategia de Podemos también se parece a la de los partidos catch-all de la segunda mitad del siglo XX. Conocedores de esta tipología de partidos, los politólogos que lideran Podemos han elaborado un discurso simplón y repetitivo basado en contraponer casta y gente, jugando con la ambigüedad del concepto casta, que no permite distinguir entre un comunista de IU y un ultraconservador del PP, y con la amplitud del concepto gente, que incluye a acomodados empresarios y a trabajadores precarios o parados. Podemos dice ser el “partido para el gobierno de la gente”, como también lo anunció en 1989 Jordi Pujol durante el 8º congreso de CDC, otro catch-all, y como se reiteró en el último congreso de Convergència de 2012 al definir CDC como un “partido de gente con valores”. Podemos también pretende formar “el Gobierno de los mejores”, repitiendo la definición que hizo Artur Mas de su primer Gobierno en 2010.

Ante los profundos y complejos conflictos que hay en España, Podemos responde a base de recetas candorosas y ambiguas. Sobre el conflicto catalán afirma que “no somos ni unionistas ni independentistas; somos demócratas”. Para combatir la corrupción apela a “la mayoría que apuesta por la decencia”. La inutilidad de la vieja política y la desafección las rebate afirmando que “el cambio político no puede dejarse en manos de los partidos, sino que debe producirse desde la ciudadanía” y con los gritos de guerra “¡a por ellos!” y “¡sí se puede!”.

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De esta manera, Podemos aspira a ocupar “la centralidad del tablero” y captar así votos de toda condición. A diferencia de Syriza, rechaza el eje izquierda-derecha, que considera “un juego de trileros”, y renuncia a ser “la verdadera izquierda” para solo “obtener un 13%-14%”.

En Podemos también se observa un culto a la figura del líder. Más allá de emplear una determinada estética para realzar sus supuestas virtudes, la influencia y el control del partido por parte de Pablo Iglesias, como la elección de los secretarios generales autonómicos, evoca el funcionamiento centralizado y jerarquizado de los viejos partidos. Iglesias confiesa sin pudor la inutilidad de los órganos colegiados de los partidos y justifica la acumulación de poder afirmando que “tres secretarios generales no le ganan las elecciones a Rajoy ni a Pedro Sánchez, y uno sí”. La adulación a Pablo Iglesias llegó hasta el extremo de estampar su rostro en las papeletas de Podemos de las elecciones al Parlamento Europeo.

Finalmente, es difícil disociar Podemos de los medios de comunicación y de las redes sociales. Partido y líder han utilizado y siguen utilizando todas las plataformas mediáticas a su alcance para ser “capaces de construir un lenguaje que emocione y movilice” y lograr su gran objetivo: ser el partido catch-all de los indignados, de los antisistema, del voto de castigo y, en definitiva, de los insatisfechos con la situación política general que, según el último barómetro del CIS, representan el 80% de los españoles.

Jordi Matas Dalmases es catedrático de Ciencia Política de la UB.

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