Análisis

¿Qué pido yo a Juncker?

La autora pide al Presidente de la Comisión Europea que fije estándares elevados de responsabilidad ética y pida responsabilidades por cualquier violación de los mismos

Escribo estas palabras porque no conozco a Juncker en persona. Si así fuera, a buen seguro se las diría personalmente a él, con ánimo de hacerle un favor, pues el período que ahora comienza como Presidente de la Comisión Europea no se presenta nada fácil. Al principio, me atrajo la idea de enviarle una lista de número atrayente, con simbolismo bíblico o decimal… pero pronto comprendí que pasaría desapercibida entre tantas listas de desafíos que le habrán llegado estos días. Por eso, solo pediré una cosa: Jean-Claude, mime la legitimidad institucional. No le pido que gobierne para el pueblo: qu...

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Escribo estas palabras porque no conozco a Juncker en persona. Si así fuera, a buen seguro se las diría personalmente a él, con ánimo de hacerle un favor, pues el período que ahora comienza como Presidente de la Comisión Europea no se presenta nada fácil. Al principio, me atrajo la idea de enviarle una lista de número atrayente, con simbolismo bíblico o decimal… pero pronto comprendí que pasaría desapercibida entre tantas listas de desafíos que le habrán llegado estos días. Por eso, solo pediré una cosa: Jean-Claude, mime la legitimidad institucional. No le pido que gobierne para el pueblo: que evite complicarnos más la vida o que aumente nuestro bienestar… Eso se lo pedirán todos. En tiempos de crisis sobre todo, nuestra confianza será directamente proporcional a la eficacia de las políticas públicas europeas, y en la eficacia ha puesto a trabajar a sus comisarios desde el primer día.

Cuando el 25% de los europeos parece opinar que la UE representa un derroche innecesario de dinero, millares de ojos y focos desgranarán la virtualidad de sus propuestas. Reconozco que su organigrama de 28 comisarios concentrados bajo seis vice-presidentes debería contribuir a una mayor coordinación y eficacia de las políticas que proponga su Comisión. Además, sería injusto dirigir todos los dardos contra usted, dado que el Tratado de Lisboa ha resquebrajado el otrora sólido poder de la Comisión respecto a las restantes instituciones. No le pido legitimidad por la participación ciudadana, aunque me surgen dudas sobre la virtualidad de la iniciativa legislativa popular tras leer los informes de seguimiento de los dos proyectos que han salido adelante hasta ahora. Y la participación social tiene a veces efectos perversos, como demuestra la participación de multinacionales en la configuración de la legislación sectorial europea. Hoy le pido “buen gobierno” para la Comisión de su quinquenio.

Que, como la mujer del César, la Comisión no solo sea decente sino además lo parezca. El pasado 10 de septiembre Vd. se presentó como “un tipo modesto”, no un dictador. Ahora bien, su mesa reúne a cuatro expresidentes de Estados, dos euroescépticos, tres candidatos con coqueteos judiciales previos y algún que otro conflicto de interés… creo que necesitará Vd. sacar las garras. Fije estándares elevados de responsabilidad ética y pida responsabilidades por cualquier violación de los mismos. Cuide la transparencia, integridad y discreción de los comisarios. Proscriba el nepotismo. No lo olvide: no fueron la falta de resultados o la distancia a los ciudadanos los que forzaron la dimisión de otro luxemburgués que también ocupó la Presidencia de la Comisión, hace quince años. Jacques Santer dimitió porque, a juicio de los observadores, “resultaba difícil encontrar a alguien que tuviera el más mínimo sentimiento de responsabilidad ética”. Le recuerdo que en inglés se designa a los funcionarios como “servidores públicos” y, como dijo el senador estadounidense Webster en su genial discurso de 1830, sin “gobierno responsable ante el pueblo” no es posible la democracia.

María Luis Sánchez Barrueco es profesora de Derecho Europeo en la Universidad de Deusto

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