La música va por barrios

Pese a su casi extinción, las nuevas relaciones comerciales facilitan la apertura de tiendas de discos lejos del centro de Barcelona

Carlos García, fan de los Beatles, elemento inalterable en los 37 años de su tienda Discos Surco.JOAN SÁNCHEZ

Que las tiendas de discos son una realidad menguante es un hecho que no se le escapa a nadie. Su número ha descendido en los últimos años hasta convertirlas en una rareza en la oferta comercial ciudadana. Este hecho se ve acentuado a medida que el comprador se aleja del centro, espacio que en Barcelona acoge casi el total absoluto de la oferta, acercándose a unos barrios en los que las tiendas de discos son simplemente inexistentes. Sin embargo, en los últimos meses se han abierto precisamente en barrios de Barcelona dos tiendas nuevas, que se suman a otras dos ya existentes y que en conjunto ...

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Que las tiendas de discos son una realidad menguante es un hecho que no se le escapa a nadie. Su número ha descendido en los últimos años hasta convertirlas en una rareza en la oferta comercial ciudadana. Este hecho se ve acentuado a medida que el comprador se aleja del centro, espacio que en Barcelona acoge casi el total absoluto de la oferta, acercándose a unos barrios en los que las tiendas de discos son simplemente inexistentes. Sin embargo, en los últimos meses se han abierto precisamente en barrios de Barcelona dos tiendas nuevas, que se suman a otras dos ya existentes y que en conjunto muestran la resistencia a que la música abandone los barrios.

Al margen de Disco 100, situada de Gràcia y una de las mejores tiendas de Barcelona, en variedad de oferta como amplitud de instalaciones, la tienda de discos de barrio más veterana de la ciudad es Discos Surco, que atesora 37 años de servicio en Gràcia ajustándose perfectamente al concepto de tienda de barriada. La regenta Carlos García, 62 años, propietario y único empleado que mantiene un optimismo visceral manifestado en una frase: “los compradores existen, solo tienen que saber que tú también existes”. El cambio más sustancial en la tienda desde sus inicios ha sido el abandono paulatino del disco de novedad y la subsiguiente relación con las discográficas multinacionales. Carlos lo explica: “la principal causa del hundimiento del disco ha sido la extremada avaricia de una industria que se ha cargado su propio negocio esquilmando los bolsillos de sus clientes, a los que ha maltratado con precios exagerados y cambios de formatos”. Consecuencia: tras 37 años de negocio, Discos Surco vive ahora del producto local servido directamente por discográficas independientes que, según Carlos, “ofrecen un trato humano, precios competitivos y una relación de confianza que redunda en beneficio del cliente”. El ejemplo lo aporta el mismo Carlos: “mientras el grupo Mishima trabajó con independientes yo podía vender su vinilo a 14 euros; ahora, ya en multinacional, lo vendo a 24”.

El mismo acento local mantiene Ultra-Local, la última tienda de discos creada en Barcelona. Su propietario, Raül Chamorro —32 años—, solo trabaja producto de proximidad que compra directamente a las discográficas y con las que organiza, igual que Carlos en Discos Surco, conciertos acústicos en su tienda de Sant Andreu. “Yo no podía destacar entre la oferta del centro”, puntualiza Raül explicando la ubicación de su tienda, “y tras el cierre de la última, en mi barrio no quedaba ninguna otra tienda de discos. Si a eso le sumas que con esta ubicación ahorro costes de alquiler entenderás por qué estoy en mi barrio”, concluye. El vinilo, soporte en auge en todas las tiendas de la ciudad, lo vende a una media entre 12 y 14 euros, y de paso recupera el papel tradicional del tendero, el de consejero: “la mayor parte de lo que vendo es aquello que recomiendo a mis clientes”, asegura Raül.

De las multinacionales también huye como de la peste Xavi Gil, 40 años, parado que tras seis meses de desempleo decidió invertir la indemnización de su despido en su pasión: la música. “No sé si aguantaré mucho tiempo, pero mejor esto que no hacer nada”, afirma entre los discos de punk y hardcore que personalizan El Forat, tienda que abrió en su barrio, Sant Andreu, el pasado verano. “Tengo vinilo, casetes autoproducidos por los propios grupos, algún compacto, camisetas, fanzines y algunos muñecos”, explica antes de asegurar que no quiso abrirse a otros estilos musicales “porque prefiero tocar aquello que conozco”. La tienda la montó en el barrio, “porque no había nada”, trabaja con distribuidoras alternativas y vende los vinilos a un precio que oscila entre los 10 y los 12 euros. Como en los demás casos, él es el único empleado de su negocio.

El auge del minorismo

Es una hipótesis, pero la teoría del Long Tail, formulada por Chris Anderson sugiriendo que el nuevo mercado musical empuja a vender menos copias de más referencias al contrario de lo ocurrido hasta la explosión de la Red —vender muchas copias de unos pocos artistas—, parece dar sentido teórico a las tiendas pequeñas y a las discográficas independientes. Lo señala Simon Reynolds en su obra Retromanía al indicar que "el entorno minorista creado por Internet modifica el balance a favor del pequeño emprendedor, entendido como lo opuesto a los conglomerados corporativos del entretenimiento orientados hacia los grandes éxitos masivos, las grandes ventas de las primeras semanas y las campañas publicitarias onerosas". Todo es hipótesis, pero la venta de producto independiente en sellos pequeños se configura como fuente de negocio que facilita la existencia de comercios ajenos al control de las multinacionales y grandes establecimientos. Esta teoría se alimenta por el florecimiento de una excelente escena musical catalana que representa un porcentaje significativo en las ventas de las pocas tiendas de barrio que subsisten en Barcelona. Un ejemplo: la tienda-almacén que el sello B-Core ha abierto en Gràcia.

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