Opinión

El campesino Saizarbitoria

Ramón Saizarbitoria es donostiarra y del 44. Es decir, nació demasiado pronto. Demasiado pronto para ser inocente. Y es que pertenece a una generación atravesada por la culpa. Dónde estuvimos y dónde no estuvimos. Qué hicimos o dejamos de hacer. Qué vimos o dejamos de ver. Qué dijimos o dejamos de decir. Qué escuchamos o dejamos de escuchar. Qué escribimos o dejamos de escribir. Y más si se es un campesino sedentario como él. Para Walter Benjamin existen dos tipos de escritor: el campesino sedentario y el marino mercante: el primero da...

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Ramón Saizarbitoria es donostiarra y del 44. Es decir, nació demasiado pronto. Demasiado pronto para ser inocente. Y es que pertenece a una generación atravesada por la culpa. Dónde estuvimos y dónde no estuvimos. Qué hicimos o dejamos de hacer. Qué vimos o dejamos de ver. Qué dijimos o dejamos de decir. Qué escuchamos o dejamos de escuchar. Qué escribimos o dejamos de escribir. Y más si se es un campesino sedentario como él. Para Walter Benjamin existen dos tipos de escritor: el campesino sedentario y el marino mercante: el primero da cuenta del pasado y del presente del lugar que le ha visto nacer, que le ha tocado en suerte; el segundo lo hace del lugar o los lugares con los que ha trabado conocimiento merced a sus viajes. Así, en las más de cuatro décadas que lleva sembrando, cosechando, escardando, trillando o segando la tierra vasca ha tenido que escribir de cosas de las que no le hubiera gustado tener que escribir.

Ramón Saizarbitoria ha contado que su padre leía libros prohibidos y escribía y cantaba bertsos; que el euskera de sus primeros balbuceos no iba más allá de los fogones de su cocina; que le llevó a escribir en esa lengua la pura militancia, su manera de contribuir a la "construcción nacional", la escritura como arma de batalla a la manera de la literatura de urgencia republicana en nuestra guerra civil. Pero también ha contado que su generación no ha estado éticamente a la altura, que ya basta de alentar la lucha con metáforas; que euskera y nacionalismo se deben disociar; que no ha sido reconocido el esfuerzo de muchos padres castellanohablantes no nacionalistas que han escolarizado a sus hijos en euskera. Ramón Saizarbitoria entre Escila y Caribdis. Entre el "en América Latina un escritor no es sólo un escritor" que le espetara Vargas Llosa a Benedetti y el deseo imposible de Cortázar de ser "ese cronopio que escribe para su placer o su sufrimiento personal, sin la menor concesión, sin obligaciones latinoamericanas o socialistas".

Ramón Saizarbitoria haría suyo lo escrito por Isaiah Berlin: "Ellos me entienden, como yo les entiendo a ellos; y este entendimiento crea en mí la sensación de ser alguien en el mundo". Eso es para nuestro campesino el euskera y la literatura: su lugar en el mundo. Una sensación parecida a la de regresar a la noche al hogar, tras la jornada, y cerrar la puerta. Esa recompensa a los afanes de los hombres: la sensación de estar en casa. Y con una literatura honrada y sincera se ha resistido a que su casa sólo diese señales de vida a través de la muerte. Y ha tratado de hacer universal a la lluvia del Cantábrico que araña nuestros cristales, al gris resbaladizo de la bahía de La Concha, a los tristes tamarindos donostiarras con brillantes perlas de agua pendiendo de sus finas hojas. Ramón Saizarbitoria: un buen escritor que aún cree en las mentiras verdaderas de la novelas.

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