JAZZ

En otra galaxia

El trompetista Raynald Colom presenta su último disco

Primera sorpresa: entrar en Jamboree a las diez de la noche y encontrar la sala abarrotada para escuchar a un músico del país. No es habitual. Últimamente Jamboree solo se suele llenar con los conciertos internacionales que salpican su programación, en el resto la sala se suele ver o medio llena o medio vacía según el humor de cada músico afectado. Una situación que debería sonrojar a cualquiera que, por estas tierras, se diga aficionado y que, al final, sea incapaz de desplazarse hasta la plaza Reial para oír a músicos locales que, no nos engañemos, pueden sonar tan bien o mejor que los impor...

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Primera sorpresa: entrar en Jamboree a las diez de la noche y encontrar la sala abarrotada para escuchar a un músico del país. No es habitual. Últimamente Jamboree solo se suele llenar con los conciertos internacionales que salpican su programación, en el resto la sala se suele ver o medio llena o medio vacía según el humor de cada músico afectado. Una situación que debería sonrojar a cualquiera que, por estas tierras, se diga aficionado y que, al final, sea incapaz de desplazarse hasta la plaza Reial para oír a músicos locales que, no nos engañemos, pueden sonar tan bien o mejor que los importados.

Raynald Colom

Jamboree, 6 de julio.

La segunda sorpresa: todo lo que vino después.

El trompetista Raynald Colom presentaba su último disco pero el formato escogido para la presentación poco tenía que ver con el utilizado en la grabación. Sobre el escenario de Jamboree solo el pianista Aruán Ortiz y el recitador Core Rhythm rodeaban al trompetista que, además, se había traído un puñado de artilugios electrónicos. Ya desde las primeras notas dio la impresión de que el reciente disco, magnífico por otra parte, era cosa del pasado y que Colom ha dado ya varios pasos adelante hacía un nuevo universo musical.

Todo el concierto fue como dejarse arrastrar a otra galaxia. Una fascinante sensación de estar flotando entre la tradición del mejor jazz y diversas puertas abiertas de par en par a la experimentación. La mezcla de los dos instrumentos acústicos con los samplers pregrabados y las manipulaciones electrónicas de la trompeta discurrieron con apabullante naturalidad, como si no pudiera ser de otra manera. E igual sucedió con la incorporación de una voz casi coloquial, ni cantada ni ritmada, que se introducía entre los instrumentos para puntuar verbalmente aquello que la música sugería.

El espíritu de un Thelonooius Monk reinventado y un disparatado Round midnight para el recuerdo marcaron una sesión densa y perturbadora.

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No, los que en la noche del viernes llenaron Jamboree no se habían equivocado.

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