Opinión

La bolsa o la vida

"Sobrepasar la edad de jubilación empieza a ser un delito catalogado como uno de los casos más graves de fraude fiscal, peor que tener una cuenta en Suiza o el atraco a mano armada"

La vida no es rápida ni pasa en un suspiro. Y morirse a tiempo va a ser una cuestión esencial para este capitalismo crepuscular de la bolsa o la vida. Lo dejó muy claro hace unas semanas el responsable del Departamento de Mercado de Capitales del FMI: “Vivir está muy bien, pero supone un riesgo financiero importante”. Vamos, que en plena crisis la esperanza de vida lograda por el Estado del bienestar va camino de convertirse en el auténtico caballo de batalla del general Custer.

El futuro es un país extraño. Que la gente viva más de la cuenta va en contra del mercado de divisas, del PIB...

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La vida no es rápida ni pasa en un suspiro. Y morirse a tiempo va a ser una cuestión esencial para este capitalismo crepuscular de la bolsa o la vida. Lo dejó muy claro hace unas semanas el responsable del Departamento de Mercado de Capitales del FMI: “Vivir está muy bien, pero supone un riesgo financiero importante”. Vamos, que en plena crisis la esperanza de vida lograda por el Estado del bienestar va camino de convertirse en el auténtico caballo de batalla del general Custer.

El futuro es un país extraño. Que la gente viva más de la cuenta va en contra del mercado de divisas, del PIB, de la renta per cápita y de la ley en general. Esta es la gran aportación de la crisis al pensamiento filosófico del siglo XXI.

Nos habíamos educado en la idea de que uno se desloma a trabajar durante toda la vida, paga sus impuestos, cría a sus hijos, se enamora y se desenamora, colabora con causas nobles y perdidas y espera que al final todo sean facilidades o al menos que lo dejen morirse despacio. Pues no, oigan. Se acabó.

Sobrepasar la edad de jubilación empieza a ser un delito catalogado como uno de los casos más graves de fraude fiscal, peor que tener una cuenta en Suiza o el atraco a mano armada. Pero tranquilos, para atajar esta lacra social, nuestros responsables políticos han trazado un plan infalible con el fin de ajustar la esperanza de vida a los planes de jubilación.

Verán, a partir de los 50, el trabajador tendrá un máximo de esperanza de vida de 10 años contados. Con ese fin altruista se le recorta la pensión, se le reduce la atención sanitaria, y se le hace la vida imposible de mil maneras, todas ellas legales y humanitarias, para que se avenga a razones.

Que a partir de ahí, el individuo insiste en seguir viviendo. Vale, no hay problema, pero corre por su cuenta. Y que se atenga a las consecuencias: deterioro galopante de la calidad de vida para facilitar el desapego a la misma; impuesto anual añadido sobre el valor de la pensión, para hacerlo reflexionar; multas por comportamiento incívico; abucheo en los servicios públicos para afearle la conducta, sin descartar el envío a su domicilio del cobrador del frac, increpándole por su injustificable insistencia en seguir vivo.

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¿Que no me creen? Al tiempo.

¿No les parece un poco sospechoso que haya sido precisamente un Defensor del Pueblo, (institución cuyo principal cometido es mediar ante las instituciones para defender a los ciudadanos) el que haya pedido en Galicia la suspensión inmediata de la ley de Dependencia? Claro que previamente este señor se fundió una parte del presupuesto del cargo en un coche oficial marca Audi de más de 60.000 euros. El tipo en cuestión se llama Benigno López. Lo digo por si desean agradecerle el detalle. Yo me limito a mirar por la ventana de la cocina a ver si un día veo aparecer a John Wayne camino de la farmacia.

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