OPINIÓN

Sobre huelgas y sindicatos

Muchos trabajadores en el sector público estamos hartos del igualitarismo mal entendido

Una crisis que comenzó por gravísimos problemas de evaluación y asunción de riesgos financieros, no detectados a tiempo por insuficiencia de regulación y supervisión pública, ha degenerado en un tsunami que no parece pararse ante nada. Estamos viendo cosas que nos hubiese costado creer hace apenas tres años. Ahí va una lista no exhaustiva.

El lamentable acoso a Cayo Lara por miembros del movimiento 15-M hace unos meses o el que sufrió el propio Toxo el 10 de Marzo en Ferrol, a la sombra del sobrecogedor monumento a Amador Rey y Daniel Niebla, del escultor Xoán Xosé Braxe. El ataque a lo...

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Una crisis que comenzó por gravísimos problemas de evaluación y asunción de riesgos financieros, no detectados a tiempo por insuficiencia de regulación y supervisión pública, ha degenerado en un tsunami que no parece pararse ante nada. Estamos viendo cosas que nos hubiese costado creer hace apenas tres años. Ahí va una lista no exhaustiva.

El lamentable acoso a Cayo Lara por miembros del movimiento 15-M hace unos meses o el que sufrió el propio Toxo el 10 de Marzo en Ferrol, a la sombra del sobrecogedor monumento a Amador Rey y Daniel Niebla, del escultor Xoán Xosé Braxe. El ataque a lo público y a lo político, que se concreta en las soflamas contra los empleados públicos y los “chiringuitos”, entre los que se llega a incluir al propio Consello Económico y Social; el recorte de los salarios y de otras retribuciones en especie; al mensaje de que la corrupción es generalizada; el deterioro en las condiciones que se le ofrecen a los directivos de lo público… La muy agresiva reforma laboral, que hace bascular el poder en las relaciones laborales hacia el lado empresarial. El ataque a los sindicatos. Un ataque que ya se integra en los discursos tabernarios, que han puesto a los sindicalistas al lado de políticos y funcionarios. Y ya por último, las propuestas de copagos y contratación de seguros privados en función de la renta: la mejor manera de que la clase media deserte de servicios públicos fundamentales como la sanidad y la educación, y que estos acaben convirtiéndose en cosas para pobres y desamparados, con la calidad y cobertura de los estadounidenses, por ejemplo.

Frenar estas tendencias hasta revertirlas no es tarea fácil. Ni en el corto ni en el largo plazo. Los sindicatos de clase convocan una huelga el día 29. Existen motivos más que suficientes. Los sindicatos no tienen alternativa: por mucho menos se han hecho huelgas generales en España. Estoy convencido de que va a tener más seguimiento que la anterior. Desafortunadamente, me temo que pocas cosas van a cambiar. Porque el referido tsunami no se va a parar por una huelga. Hay que hacer mucho más. Y los sindicatos de clase pueden desempeñar un papel fundamental en ello. Hoy son más necesarios que nunca. Por la dificultad objetiva de la situación y porque los partidos políticos situados en la izquierda tienen extraordinarios problemas para analizar los problemas y generar discurso; para atraer un talento y un capital humano que prefiere dedicarse a otras cosas, visto el panorama.

Pero creo que ese nuevo protagonismo pasa necesariamente por revisar algunas cosas. A mi juicio, los sindicatos de clase deben ofrecer visiones macro progresistas y bien fundamentadas, y encajar en ellas las soluciones micro. Deben ser conscientes de la actual configuración de la población activa, con un peso creciente del sector servicios, de trabajadores cualificados… Deben adaptarse y enganchar a la gente y ser más cautos a la hora de sacarse fotos en la presentación de cualquier acuerdo con empresarios y gobierno de empaque más bien limitado. Lo que no pueden es carecer de análisis y modelos ricos para todos los asuntos que conciernen al país, que ofrezcan a los ciudadanos marcos interpretativos y discursos a los que sujetarse en tiempos revueltos, y que orienten al sindicalista de base en su trabajo. En particular, muchos trabajadores en el sector público estamos hartos del igualitarismo mal entendido, que no valora el esfuerzo y los resultados de cada uno y que no comprende sus negativas consecuencias agregadas para el servicio público. También de que no se censure con contundencia al manifiesto incumplidor.

Si los sindicatos de clase son capaces de afrontar esos desafíos, se reforzarán extraordinariamente como actores sociales y políticos. En caso contrario, los llamados “sindicatos amarillos” irán ganando terreno y la nostalgia se apoderará de los sindicalistas que hoy tienen más de 50 años. Porque los que tienen menos, ya son de otra época.

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