La clave del informe de la Policía Científica

Es la principal prueba de este juicio, como coinciden fuentes jurídicas conocedoras del caso Amaia Azkue. El informe elaborado por la Unidad de Policía Científica de la Ertzaintza y el testimonio que presten en la vista quienes lo han realizado se han convertido en una pieza clave para demostrar lo que sucedió. El texto aportará nuevas evidencias, desmontará la segunda versión del acusado negando la autoría del crimen y explicará por qué la fiscalía se negó a abrir nuevas diligencias tras ese cambio de testimonio de A. E. “No tenía sentido. El documento policial era y es concluyente en el sent...

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Es la principal prueba de este juicio, como coinciden fuentes jurídicas conocedoras del caso Amaia Azkue. El informe elaborado por la Unidad de Policía Científica de la Ertzaintza y el testimonio que presten en la vista quienes lo han realizado se han convertido en una pieza clave para demostrar lo que sucedió. El texto aportará nuevas evidencias, desmontará la segunda versión del acusado negando la autoría del crimen y explicará por qué la fiscalía se negó a abrir nuevas diligencias tras ese cambio de testimonio de A. E. “No tenía sentido. El documento policial era y es concluyente en el sentido de que 24 horas más tarde de autoinculparse el menor ya sabíamos que su ADN y sus huellas dactilares coincidían con lo encontrado en la zona”, sostienen fuentes de la investigación.

El informe se basa en varias líneas de trabajo. Por una parte, están las huellas y los restos de ADN que sitúan al acusado en el escenario del crimen. Después de que A.E. supuestamente matase a la mujer golpeándola fuertemente “con una piedra en la cabeza y en la cara hasta fracturar el cráneo”, arrojó el cuerpo maniatado con el cordón de una zapatilla de senderismo al embalse de Ibai-Eder.

El texto desmonta la segunda versión del acusado negando la autoría del crimen

La Ertzaintza localizó el vehículo de Amaia cerca del Santuario de Loyola, a unos cinco kilómetros de la presa, y lo analizó. Tras una primera inspección ocular, los investigadores descubrieron en las ruedas, las llantas y el interior de las aletas del Renault Megane gris “restos de barro y hierbas, fruto del roce del coche con el suelo de la rampa de acceso a la presa”. La policía lo sometió a un exhaustivo estudio. “Una persona que ha estado en contacto con un vehículo o con un escenario siempre deja evidencias”, sostienen las fuentes informantes. En el turismo, además de restos biológicos de Azkue, la Unidad de Policía Científica descubrió el rastro del perfil genético de un varón que “no se correspondía con el de ninguno de los usuarios u ocupantes habituales del coche”. No se halló ninguna coincidencia del ADN con la base de datos policial. Solo una huella localizada en las lunas, en la carrocería, en el volante o en la palanca de cambios tenía calidad suficiente para poder ser contrastada, pero los agentes tampoco encontraban a su dueño.

Las imágenes captadas por las cámaras de seguridad de un cajero automático en Azpeitia, donde se sacaron 300 euros con una tarjeta de crédito de la víctima, aportaron poca luz a la investigación.

El informe policial confirma que fue el cordón de una zapatilla de senderismo que el acusado utilizó para maniatar a la víctima lo que llevó a los investigadores casi seis meses después del crimen a dar con el ahora acusado, quien finalmente se inculpó ante la fiscalía y accedió a someterse a pruebas de ADN y huellas dactilares. La Ertzaintza quería comprobar que coincidían con el material encontrado en las investigaciones realizadas por una treintena de agentes de la Policía Científica.

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Integrada por más de un centenar de agentes, “esta unidad es una de las mejores de España”, sostienen quienes han trabajado con ellos. “Realiza siempre unos trabajos precisos y concluyentes", añaden.

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