Ricardo Cupido: el héroe que ha convertido a Eugenio Fuentes en un referente de la novela negra en español
Con la llegada de ‘Wendy’, décima entrega de la serie protagonizada por el detective, repasamos la historia y la evolución de una de las sagas más sólidas y mejor escritas del género
Resulta imprecisa, por no decir injusta, esa división entre novela de género, en este caso ficción criminal, y novela literaria. Como si la primera, por sistema, no llegara a ciertos criterios de calidad. Al final, parafraseando a Javier Cercas, esto es cuestión de buenas y malas novelas. No hay más. Eugenio Fuentes lleva desde 1993 demostrando con su serie protagonizad...
Resulta imprecisa, por no decir injusta, esa división entre novela de género, en este caso ficción criminal, y novela literaria. Como si la primera, por sistema, no llegara a ciertos criterios de calidad. Al final, parafraseando a Javier Cercas, esto es cuestión de buenas y malas novelas. No hay más. Eugenio Fuentes lleva desde 1993 demostrando con su serie protagonizada por Ricardo Cupido que existe lugar para una apuesta de largo alcance.
Ricardo Cupido es un hombre peculiar, un personaje inimitable, un tipo con un código y un detective con mirada. Alguien que, a veces, no tiene las respuestas. Esto supone mucho, más en un género que se dedica demasiadas veces a fotocopiarse. Lo encontramos en Wendy, décima entrega de la serie (recientemente publicada por Tusquets, como todas las anteriores) viviendo con Senda, la mujer que le ha dado cierta paz y que lo conecta directamente con la trama de una entrega anterior, Mistralia. También hay un guiño a Las manos del pianista (2003), como si al llegar a la decena Fuentes estuviera recapitulando, marcando a fuego las estaciones importantes del periplo de su héroe.
Ricardo y Senda acaban de ser padres de dos gemelos y el detective, quizás por primera vez, tiene demasiado que temer. Pero, claro, él no sabe hacer otra cosa. “No sabría ganarme la vida de otra manera”, reconoce en un momento dado. Es un tipo, Cupido, dado a cierta introspección, muy conocedor de sus debilidades y fortalezas. Asegura sobre su condición profesional y personal: “No tenía duda de que era un buen detective, porque no podía evitar serlo, del mismo modo que no podía evitar ser alto, o tener los ojos negros, pero no sabía si también sería buen padre”. De su físico sabemos también que es atractivo de una manera un tanto indefinida, que sus manos son grandes, poco más. No hace falta.
Wendy es un buen ejemplo de las virtudes de la obra de Fuentes. El autor extremeño se lo toma con calma. Las primeras 30 páginas tratan un caso sencillo, uno de calentamiento, sin una relación significativa con la trama central, pero que sirve para conocer el ambiente, algún personaje secundario, preparar al lector. Sigue a ese ritmo del que confía en lo que está contando para no andar con miradas al fondo del precipicio ni trucos de feria. Lo que cuenta Fuentes —aquí como en Piedras negras o Perros mirando al cielo, por citar dos notables ejemplos de su literatura criminal— construye un mundo en el que el lector se sumerge. Enseguida sabemos qué va a investigar el héroe: un caso de chantaje sexual que implica a un famoso futbolista y a Wendy, una chica que creció en Breda antes de ir a buscar fortuna a Madrid. Por cierto, esta novela se puede leer suelta sin mayor problema, pero el consejo es retroceder al menos hasta la ya citada Mistralia, séptima entrega de la serie, y ver la evolución del personaje. Leer la primera, alguna hacia la mitad y esta última no es mala opción.
Un aviso a los recién llegados: no traten de situar Breda. Se trata de un territorio ficticio muy real. Está en algún punto de Extremadura, en un mundo en el que hay cambio climático, inestabilidad política, corrupción, etc. Allí, entre esas 20.000 personas, el mal trabaja, como en todas partes. Fuentes trata el escenario y a sus pobladores como si fuera real, y poco a poco hemos ido cogiendo cariño a algunos.
Destaca entre todos ellos el Alkalino. Un minero retirado, que mantiene sus demonios a raya con una vida casi monacal: su huerto, sus paseos, su trabajo para el detective. Suya es la visión del hombre cotidiano, llena de sabiduría y sencillez. Y ayuda a Cupido en muchos sentidos. Estamos ante uno de los grandes secundarios de los últimos tiempos.
Preguntábamos en este diario a Fuentes en 2003 por el futuro del género, en aquel momento en plena efervescencia nórdica. Decía: “Se consolidará si se escribe muy bien y no se reduce a trampas o acertijos. Si hablan de conflictos verdaderos. Si retratan a personajes vivos. Si al acabar las novelas recordamos tanto a las víctimas como a los verdugos. La trama y su tiempo”. Podría parecer un programa de trabajo para sus siguientes 20 años.
Una prueba de la solvencia con la que Fuentes ha acometido esta serie es que en Wendy Cupido pasa “la peor semana de su vida” y todo ocurre de manera orgánica, sin recurso a exageraciones, sin que el personaje haya llegado con tal desgaste que ese giro no sea sino un salto adelante que sigue a otros. Y no estamos ante una escritura morosa, no: aquí pasan muchas cosas, la trama se desenvuelve con soltura hasta un final siempre sólido, aunque no siempre reparador. No son novelas escabrosas o viscerales y la violencia suele estar contenida y, sobre todo, expresada con sobriedad.
Los miedos que desata la paternidad, la impotencia, pero también esa inconmensurable felicidad están muy bien expresados. La vida de Cupido ha cambiado para siempre y eso desata la curiosidad entre los lectores que lo siguen desde hace años, pero seguro que suma adeptos a la serie también. ¿Quién no querrá saber qué le depara el destino a un hombre íntegro pero falible, a un personaje tan humano y tan querido?
Wendy
Tusquets, 2025
504 páginas. 22,90 euros