‘Lecornú’ se llama ‘Lecojní’
Durante días se ha oído en emisoras y televisiones el nombre mal pronunciado del guadianesco primer ministro francés
Ciertos pequeños detalles en la comunicación oral periodística provocan una buena o una mala impresión en el público, sobre todo en quienes conocen la materia y ejercen influencia en sus entornos. Entre esas minucias importantes figura la correcta pronunciación de los antropónimos de otras lenguas.
Durante días se ha oído en las emisoras y en las televisiones españolas el nombre del ...
Ciertos pequeños detalles en la comunicación oral periodística provocan una buena o una mala impresión en el público, sobre todo en quienes conocen la materia y ejercen influencia en sus entornos. Entre esas minucias importantes figura la correcta pronunciación de los antropónimos de otras lenguas.
Durante días se ha oído en las emisoras y en las televisiones españolas el nombre del guadianesco primer ministro francés Sébastien Lecornu. Y distintos medios repetían la pronunciación Lecornú, con la u del español y no con el sonido francés de esa letra, que viene a ser una i con ciertas gotas de u, pero generalmente interpretada por los hispanohablantes como una i. Para pronunciar Lecornú, su grafía debería ser Lecornou. Si figura escrito Lecornu, la lectura más parecida en nuestra fonética es Lecojní (si bien se puede obviar ese fonema gutural al que en francés remite la erre, porque ya sería pedir demasiado). No hace falta hablar el idioma galo para intuir la prosodia de este apellido. Un periodista debería conocer la pronunciación de un nombre como Albert Camus (más o menos Albej Camí), por ejemplo; o de una expresión muy extendida en el español culto: déjà vu (o sea, deyá vi, que significa “ya visto” o, en el lenguaje técnico, “paramnesia”: esa alteración de la memoria que consiste en creer que hemos vivido una situación que en realidad nunca ocurrió). Solamente con esos dos casos tan conocidos ya se debería sospechar que la letra u en el idioma escrito de los vecinos del norte no equivale en el verbal a la nuestra. Sin embargo, durante varios días seguidos he oído en la Cadena SER y en Onda Cero Lecornú, a cargo de prestigiosos comunicadores; con algunas excepciones de quienes eligieron la pronunciación adecuada, como Carles Francino.
En la fecha en que escribo estas líneas, solo en La 1 han expresado bien tanto el apellido como el nombre de pila de Sébastien Lecornu. O sea, en la lengua hablada Sebastián Lecojní (más o menos).
Por su parte, en La Sexta reprodujeron bien el nombre de pila pero repitieron el apellido inadecuado.
En Antena 3 dijeron Sebástian Lecornú, con pronunciación llana del nombre de pila, como si correspondiera a un inglés o a un alemán. (Puestos a leerlo literal, deberían haber sido coherentes en el error: Sebástien, con e). La entrada del corresponsal no sirvió para corregir nada, pues se refirió en todo momento al “primer ministro”.
En Cuatro sí habló su periodista en París, quien, pese a tener la torre Eiffel detrás, dijo también Lecornú (sin el nombre de pila). ¿Será que acababa de llegar a Francia?
En definitiva, la pronunciación de la u de Lecornu debe asemejarse a las de “déjà vu” o “Camus”. Pero nunca a la de “Pompidou”.
A veces ocurre que los mismos informadores que procuran pronunciar bien los nombres en inglés, para no sentirse unos paletos, renuncian a hacer lo mismo en francés porque les da miedo parecer unos cursis. Los complejos de siempre. Pero con esto pueden transmitir una idea de descuido, desatención, desgana; la impresión de no haber hablado con ningún ciudadano de allí, o de no escuchar sus medios, o de no tener oído. Rasgos todos ellos inconvenientes para el buen periodista.
Un fallo lo tiene cualquiera. Y yo, claro. Pero no se puede permitir que un mismo error aparezca boletín tras boletín, en un telediario y el siguiente, por la mañana y por la noche, un día sí y otro también, sin que un solo jefe o algún periodista bregado se dé cuenta y anime a sus compañeros a evitar la desidia y el me da todo igual si ya se entiende. Sí, cierto: se entiende. Pero también se entiende así la falta de rigor en el trabajo.