‘Eclipse’, de Jo Nesbø: arrastrar al lector con recursos baratos

Plagada de símiles efectistas y fáciles la prosa del ‘bestseller’ noruego nunca levanta vuelo. Sus tramas, anegadas en sangre, solo importan por la curiosidad que generan, no por las indagaciones en otras profundidades que nunca ejecuta

El escritor noruego Jo Nesbø en Oslo en agosto de 2024.Amanda Pedersen Giske (NTB / ALAMY / CORDON PRESS)

Mientras leía Eclipse, la más reciente entrega (décimotercera) de la serie del personaje de Harry Hole creado por el novelista noruego Jo Nesbø, volví a preguntarme en la utilidad que podría conservar la crítica literaria.

El ejercicio de valoración de una obra artística siempre ha tenido dos propósitos fundamentales: advertir al creador y, sobre todo, al consumidor. Al exponer su criterio, el especialista (de cuya honestidad no debería haber dud...

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Mientras leía Eclipse, la más reciente entrega (décimotercera) de la serie del personaje de Harry Hole creado por el novelista noruego Jo Nesbø, volví a preguntarme en la utilidad que podría conservar la crítica literaria.

El ejercicio de valoración de una obra artística siempre ha tenido dos propósitos fundamentales: advertir al creador y, sobre todo, al consumidor. Al exponer su criterio, el especialista (de cuya honestidad no debería haber dudas) trata de encontrar las claves de una obra, destacando sus posibles aciertos o desaciertos y, de ese modo, iluminar al lector, en el caso de la literatura, sobre las características del texto que ha leído o va a leer. Incluso, intentando la disuación.

Sin embargo, en el contexto creado por una cada vez más agresiva industria editorial que necesita y crea bestsellers a diestra y siniestra (la civilización del espectáculo), el papel del crítico muchas veces queda reducido a un simple lamento (cuando exhibe las miserias de una obra) o, en el peor de los casos, al falaz ejercicio de intentar validar un producto sin otro mérito que el comercial.

El éxito económico que hoy mismo tienen determinados autores, lógicamente promovidos por sus editores y por los canales de distribución (lo hace evidente cualquier escaparate de las cadenas de librerías que alegremente anuncian a un autor como “el rey del thriller”), tal vez haría más necesario un ejercicio serio del criterio sobre las calidades de mucha literatura de notable presencia comercial. Porque creo que todavía vale la pena intentar ese lamento, como lo hacen algunos críticos ante hechos literarios como el que ahora me motiva, pues siempre se pueden encontrar oídos atentos, inteligencias cuestionadoras que no hagan parecer que solo se trata de arar en el mar.

Si suelto toda esta descarga elemental sobre la necesidad e importancia de la crítica, su pertinencia aun en los tiempos tan inciertos que transcurren, es porque mientras avanzaba en la lectura de Eclipse (Reservoir Books, 2024) me costaba trabajo entender cómo una literatura hecha de clichés, soluciones manidas, burdas pirotecnias controladas y provocaciones espurias casi siempre previsibles, puede convertirse en un paradigma literario con la recompensa no ya de una generosa retribución económica, sino incluso de la benevolencia de algunos medios y especialistas. Y solo fue por eso que continué leyendo lo que ya sabría que leería.

Con el pedestal que significa estar traducido a más de 40 idiomas y haber vendido 25 millones de ejemplares de esta serie, Jo Nesbø regresó al ruedo luego de unos años de silencio para entregar este Eclipse, una novela en la cual, como siempre, trabaja con un narrador omnisciente que lo sabe todo y va entregando información a conveniencia, esa manera muy elemental de crear expectación en el lector. Pero que, seamos justo, consigue hacerlo.

El protagonista Harry Hole, ya lo sabemos, es un hombre con una vida en ruinas, alcohólico hace mucho, ahora viudo atormentado pues, en una entrega anterior, su esposa ha sido asesinada por su excompañero de labor y amigo, suicidado a su vez pues descubrió que el entrañable Hole se había acostado con su querida esposa, también compañera de trabajo y, lo hizo con tanta puntería que la embarazó y, claro, es el padre del hijo de su amigo... que casualmente lo descubre de manera irrevocable gracias a una prueba de ADN e, iracundo, comienza su carnicería. Creo que ni en El derecho de nacer, la más clásica de las radionovelas jamás escritas, a su autor se le hubiera ocurrido una situación melodramática más perversa y sucia.

Retirado de su oficio, atormentado por las culpas y decidido a matarse ahogando sus penas en alcohol (las de Hole saben nadar, por cierto) regresa de modo rocambolesco a la labor policial pues, a pesar de sus métodos heterodoxos (condimento necesario) es considerado el mejor investigador de asesinos en serie (hay más en sus novelas que en toda la historia de Noruega). Resulta importante recordar que Hole se engancha en esta misión por salvar a una mujer que apenas conoce pero que, cosas de la vida, podría parecerse a su madre si esta no estuviera muerta.

Para darle cuerpo a su trama, Nesbø crea personajes que son simpáticos, a pesar de sus defectos, o antipáticos, por sus defectos. Sin medias tintas. El argumento, mientras, se desenvuelve gracias a rebuscadas y fortuitas motivaciones y decisiones de esos personajes y a razones que cada vez son más inverosímiles, como la contaminación parasitaria que fundamenta el mismo desarrollo de la trama. Parásitos, por cierto, que en su fase más benévola provocan un incontrolable deseo de follar (lo cual, la verdad, no deja de provocar envidia).

La galería de recursos empleados por el escritor cuenta con viejos trucos como el de escamotear deshonestamente la información al lector; utilizar el sadismo y la crueldad extrema como elementos de atracción morbosa; remontar a un pasado de abusos sexuales sufridos en la niñez las razones del asesino; conducir a los personajes a los más bajos fondos morales y, con ese tránsito, develar sus debilidades; mostrarnos uno de los rostros del asesino, sin que veamos su verdadera identidad, para así poder asistir a sus actuaciones más escatológicas, que eso también es atractivo. Porque lo más significativo es que semejantes recursos baratos funcionan: arrastran al lector. De hecho, han arrastrado a más de 25 millones de lectores en el caso de Nesbø.

Plagada de símiles efectistas y fáciles (“ojos más azules que los de Steve McQeen”) la prosa del best seller noruego nunca levanta vuelo. Sus tramas, anegadas en sangre, solo importan por la curiosidad que generan, no por las indagaciones en otras profundidades que nunca ejecuta. Su literatura es solo artificio, nunca propuesta artística. Y, sin embargo, vende, triunfa, incluso obtiene premios.

Comprobar lo que ocurre con este y otros autores de su categoría, más que indignación lectora, provoca angustia ciudadana. Y no es que un fenómeno como Nesbø sea algo nuevo. Si no porque crece, como esos parásitos inoculados en sus personajes y que provocan unos irreprimibles deseos de follar.

Eclipse

Jo Nesbo
Traducida por Lotte Katrine Tollefsen
Reservoir Books, 2024
528 páginas. 22,90 euros

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