Susan Glaspell, descubriendo a la “madre” del drama estadounidense
‘Bernice’, primera obra de la autora que se estrena en España después de un siglo, lanza dardos sorprendentes contra la prepotencia masculina de la época. Eva Rufo y Jesús Noguero sostienen la puesta en escena
El secreto mejor guardado del teatro estadounidense, segunda mujer ganadora del Pulitzer de drama (en 1931 por Alison’s House) y precursora de la literatura feminista. Con estos avales se ha estrenado esta semana por primera vez en España una obra de Susan Glaspell (1876-1948), Bernice, publicada en 1919. ¿Por qué no habíamos sabido nada de una autora con tal pedigrí? Básicamente, porque tampoco en su país se la había tenido en cuenta. Glaspell fue una escritora de éxito en vida, tanto por sus textos teatra...
El secreto mejor guardado del teatro estadounidense, segunda mujer ganadora del Pulitzer de drama (en 1931 por Alison’s House) y precursora de la literatura feminista. Con estos avales se ha estrenado esta semana por primera vez en España una obra de Susan Glaspell (1876-1948), Bernice, publicada en 1919. ¿Por qué no habíamos sabido nada de una autora con tal pedigrí? Básicamente, porque tampoco en su país se la había tenido en cuenta. Glaspell fue una escritora de éxito en vida, tanto por sus textos teatrales como por sus novelas, pero cayó en el olvido tras su muerte y solo en los últimos años ha empezado a salir de la sombra gracias a los estudios académicos que están desenterrando nombres de mujeres excluidas de los cánones literarios. Un rápido rastreo por Google solo da tres resultados de traducciones de Glaspell en español: la novela Fidelidad (Hermida, 2024) y las obras breves Un jurado de iguales (Avenauta, 2022) y Nimiedades (Ellago, 2006), esta última en la antología ¿Nimiedades para la eternidad? Pioneras en la escena estadounidense, donde por cierto también aparece la primera ganadora del Pulitzer de drama, Zona Gale, otra olvidada.
Se agradecen estos descubrimientos. Así nos enteramos de que Nimiedades (Trifles en el inglés original) es considerada su obra más lograda y que su argumento se estudia hoy en facultades de Derecho como un ejemplo de discriminación de género. Al principio los protagonistas parecen ser un fiscal y un sheriff que acuden a la vivienda de una mujer sospechosa del asesinato de su marido. El caso les pilla acompañados de sus esposas. Ellos suben al dormitorio para investigar la escena del crimen y ellas se quedan esperando en la cocina. En ese momento, Glaspell da el golpe: pone en primer plano el universo femenino, tradicionalmente invisibilizado en la literatura, donde además ellas descubrirán más pistas que los maridos, cegados por la prepotencia masculina y su desprecio hacia las “nimiedades” de las señoras. “¡No hay quien pueda con las mujeres! Acusada de asesinato y preocupándose por las conservas…”, dicen, juzgando constantemente a la sospechosa: “No me parece que fuera ‘muy mujer’ de su casa”. Esto fue escrito en 1916.
Glaspell juega con la ausencia de la sospechosa para destapar los grandes prejuicios de género de la época y la mutilación de la libertad de las mujeres. Lo mismo hace en Bernice: la protagonista, Bernice, yace muerta en la habitación contigua al salón donde se desarrolla la acción. El padre, el viudo, la cuñada y la mejor amiga reconstruyen en ese espacio la personalidad de la fallecida y su relación con ella. Una mujer libre, sin ataduras morales, casi inasible. Es la “mujer nueva” por la que luchaban las feministas de la época. También en esta obra Glaspell lanza dardos fantásticos: “A un hombre le gusta pensar que posee a la mujer que ama”. Y plantea de nuevo el universo femenino como lugar de progreso a través de la sororidad: “Nunca llegaremos a ser lo que podríamos ser. Pero podríamos ayudarnos entre nosotras”.
La escritura de Glaspell destaca por su sutileza y simbolismo. Encontramos fuertes ecos del realismo de Ibsen, claro referente en la autora. También de Eugene O’Neill, considerado el “padre” del drama estadounidense. Pero, atención, esto ocurrió más bien al revés: fue Glaspell la que dio a conocer a O’Neill produciendo sus obras con su compañía teatral. Antes que un “padre” hubo una “madre”.
La primera Bernice española, versionada y traducida por Ignacio García May con producción por el Teatro Español de Madrid, se sostiene en la brillante interpretación de sus actores. Especialmente Eva Rufo y Jesús Noguero: siempre eficaces, aportando profundidad y matices a sus personajes, tanto en los diálogos como cuando están en silencio. La dirección de Paula Paz es correcta, conservadora y respetuosa con el texto (se entiende cuando se trata de descubrir al público una pieza inédita) pero justo tal vez por eso resulta plana. Transiciones dilatadas, cadencia lenta. El único subrayado que introduce la directora para conectar la obra con el presente es una actualización progresiva del vestuario y noticiarios radiofónicos de fondo que avanzan en el tiempo con referencias a acontecimientos clave del último siglo. Resulta anecdótico, despista y solo aporta evidencias. En cambio, se podrían haber hecho algunos recortes para eliminar redundancias y adaptar la pieza a los ritmos actuales. A Ibsen y O′Neill también se les hacen arreglos y nadie discute su maestría.
Bernice
Texto: Susan Glaspell. Traducción y versión: Ignacio García May. Dirección: Paula Paz. Reparto: Esperanza Elipe, Eva Rufo, Javier Lago, Jesús Noguero y Rebeca Hernando. Teatro Español de Madrid. Hasta el 8 de diciembre.